Capítulo 160
La luz del mediodía se filtraba por los ventanales del restaurante, bañando la mesa con un resplandor dorado. Esteban observó con satisfacción cómo Isabel miraba el plato con recelo. Con un gesto deliberadamente casual, colocó un trozo de barbacoa humeante en el pequeño plato de porcelana frente a ella.
Isabel entrecerró los ojos, estudiando la carne como si fuera un adversario. Sus dedos
tamborilearon sobre la mesa antes de tomar el bocado con determinación. Lo masticó con fuerza, sus mandíbulas tensas revelando su predisposición negativa.
Sin embargo, en cuanto el sabor inundó su paladar, sus facciones se suavizaron visiblemente. Sus ojos se abrieron con sorpresa, y un destello de placer involuntario cruzó su rostro.
“Vaya… esto está increíble“, pensó, saboreando la compleja mezcla de especias y el suave toque ahumado de la salsa.
Esteban se inclinó ligeramente hacia adelante, una sonrisa conocedora jugando en sus labios.
-¿Qué te parece?
Isabel pasó el bocado y alzó la mirada hacia su hermano.
-Está buenísimo -admitió, dejando escapar una pequeña sonrisa-. La neta, no pensé que una barbacoa sin chile pudiera saber así.
La tensión que había dominado el ambiente se disipó como niebla bajo el sol matutino, reemplazada por una calidez familiar entre los hermanos.
En las oficinas centrales del Grupo Vázquez, un escalofrío repentino recorrió la espalda de Ander mientras cruzaba el umbral de su despacho. Se detuvo en seco, frotándose los brazos
instintivamente.
-Susana, ¿podrías subirle a la calefacción? Está helando aquí dentro.
Su asistente, quien tecleaba eficientemente en su computadora, levantó la vista con extrañeza.
-¿Frio? -Susana arqueó una ceja, observando su propia blusa ligera de manga corta.
-¿No lo sientes? -Ander la miró con curiosidad, notando su atuendo veraniego.
-Para nada. ¿No será que anda medio malo, presidente?
Un atisbo de orgullo masculino cruzó el rostro de Ander.
-Yo nunca me enfermo -declaró con firmeza.
Susana reprimió una sonrisa mientras asentía diplomáticamente, girándose para ordenar una pila de documentos recién llegados.
El vibrar de su celular interrumpió los pensamientos de Ander apenas se había sentado. Al ver
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Capitulo 160
la pantalla, reconoció el nombre.
-Navarro.
-¿Ya tienes el anillo?
-Claro, mañana te lo mando a la oficina.
Mientras hablaba, Ander deslizó la mano en el bolsillo de su saco. El pánico le heló la sangre cuando sus dedos encontraron el vacío. Tras unos segundos de búsqueda frenética, sus dedos rozaron una caja en el bolsillo opuesto. El alivio fue momentáneo.
Al abrir la caja, el color abandonó su rostro. En lugar del anillo de diamantes, una delicada pulsera de oro reposaba sobre el terciopelo negro.
“¿Qué demonios…?” Su mente empezó a trabajar a toda velocidad. “¿Dónde está el anillo?”
La voz de David continuaba al otro lado de la línea, ajena a su crisis.
-Te debo una enorme. Sandro no ha dejado de preguntar por él, como si quisiera adelantárseme. Si se lo lleva antes… mejor ni te cuento.
Ander se masajeó las sienes, intentando contener una migraña inminente.
-¿Todavía siguen peleados?
La historia de David y Sandro era bien conocida en su círculo. Dos años atrás, sus esposas, antes inseparables, habían tenido una ruptura inexplicable. Desde entonces, su amistad se había transformado en una competencia implacable, donde cada logro o adquisición de una era motivo de angustia para la otra,
En su desesperación, David había recurrido a Ander como intermediario. Con su influencia, al menos podría evitar que la situación escalara a mayores proporciones.
-Ni me digas–suspiró David-. El otro día estaban tan tranquilas tomando café juntas y, dos horas después, ¡otra vez el drama!
Ander apenas registraba las palabras de su amigo. Sus ojos no se apartaban de la pulsera, mientras un presentimiento inquietante comenzaba a formarse en su mente.
-Te llamo después -cortó abruptamente.
Con movimientos cada vez más desesperados, comenzó a revolver los cajones de su escritorio, buscando la esquiva caja del anillo.
Unos golpes suaves en la puerta precedieron la entrada de Susana.
-Presidente, necesito su firma urgente en estos documentos.
-Susana -la interrumpió Ander-, ¿viste el anillo que traje el otro día cuando limpiaste la
oficina?
-¿El anillo? -Susana parpadeó confundida-. ¿No se lo llevó para regalárselo a la señorita
Allende?
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Capítulo 160
El rostro de Ander se congeló en una expresión de horror absoluto.
“No puede ser…”
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