Capítulo 181
La luz de la tarde se filtraba por las amplias ventanas del despacho, bañando la estancia en tonos dorados. Esteban extendió su brazo con un movimiento fluido y atrajo a Isabel hacia él, sentándola en su regazo. El aroma a sándalo de su loción invadió sus sentidos, mezclándose con el persistente olor a whisky de la noche anterior.
Una sonrisa juguetona se dibujó en los labios de Esteban mientras sus dedos se enredaban en el cabello oscuro de Isabel, despeinándola con ese gesto tan familiar entre ellos.
-No está mal, veo que aún tienes consciencia.
Isabel tensó la mandíbula, intentando disimular cómo ese comentario le había erizado la piel.
Los recuerdos de la noche anterior amenazaban con aflorar en su mente.
Los dedos de Esteban, cálidos y seguros, se deslizaron por su cuello, rozando deliberadamente cada una de las marcas violáceas que lo moteaban.
-Mira nada más qué voraces salieron estos insectos. Te dejaron toda marcada.
El rostro de Isabel ardió como si le hubieran prendido fuego. La sangre le hirvió en las venas, y un escalofrío le recorrió la espalda. Con un movimiento brusco, atrapó la muñeca de Esteban.
-Ya párale.
-¿Qué? ¿No puedo mencionarlo?
Las palabras se le atoraron en la garganta. El calor en sus mejillas se intensificó hasta sentir que le quemaba la piel.
Esteban deslizó sus largos dedos bajo su barbilla, obligándola a mirarlo. Sus ojos oscuros parecían pozos sin fondo, como si guardaran secretos que ella no se atrevía a descubrir.
El nerviosismo la dominó por completo. Su corazón latía tan fuerte que temía que él pudiera escucharlo.
-Hermano, tú…
-¿Por qué tan roja, Isabel?
La frustración creció en su pecho como una ola. Sin pensarlo, rodeó el cuello de Esteban con sus brazos, ocultando su rostro en el hueco de su hombro. El aroma de su colonia la envolvió
por completo.
-Finge que tengo fiebre y ya.
“Mejor cambiar de tema“, pensó. Esta conversación la estaba llevando por terrenos peligrosos. Además, si seguía preguntando… ¿significaba que no recordaba nada de lo que pasó después de beber? La idea le provocó una punzada de molestia que no supo explicar.
-¿Fiebre? Déjame revisar.
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Capitulo 181
Un escalofrío le recorrió la espalda al escuchar el tono sugerente en su voz. Se aferró con más fuerza a él.
-Ni se te ocurra, no tengo nada.
-¿Entonces por qué esa carita toda roja?
La desesperación comenzó a crecer en su pecho. Sus dedos se crisparon sobre la tela del saco
de Esteban.
-Por cierto, ¿no que me ibas a llevar a comer algo especial?
Una risa grave vibró en el pecho de Esteban.
-Ya verás cuando lleguemos.
-Qué misterioso te pones.
La conversación fluyó con naturalidad durante el trayecto. Media hora después, al bajar del auto, Isabel se aseguró de ajustar bien la bufanda alrededor de su cuello. No quería tener que dar explicaciones sobre esas marcas a nadie.
El recuerdo de las reacciones de Esteban y Sebastián al ver los moretones la hizo observar a su hermano con más atención. Sus ojos recorrieron su perfil, buscando respuestas a preguntas que no se atrevía a formular.
-¿Qué tanto me ves?
-Me preguntaba si en todos estos años has tenido a alguna mujer en tu vida.
“Si no ha habido nadie“, pensó, “entonces estas marcas significan algo que él no recuerda“. El pensamiento la hizo estremecerse.
La expresión de Esteban cambió sutilmente. Sus ojos se oscurecieron y, con un movimiento fluido, la acorraló contra el auto. Sus dedos se deslizaron por su barbilla, obligándola a
mantener la mirada.
-Te has vuelto muy atrevida, ¿no? ¿Ahora te interesa mi vida personal?
-Solo… solo preguntaba.
“¿Ya ni preguntar se puede?“, pensó, mientras sentía cómo el pulso se le aceleraba.
Una sonrisa peligrosa curvó los labios de Esteban.
-¿Solo preguntabas?
Algo en esa sonrisa la hizo tragar saliva. El aire entre ellos se volvió denso, cargado de una tensión que Isabel no se atrevía a nombrar.
-¿Qué tiene de malo preguntar?
-Dime, Isa… ¿qué preferirías? ¿Que haya tenido a alguien o que no?
Las palabras se le atoraron en la garganta. Era una pregunta trampa y lo sabía. Intentó
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Capítulo 181
retroceder, pero los brazos de Esteban la mantenían cautiva contra el auto.
La voz de Esteban se volvió más profunda, casi hipnótica.
-Vamos, Isa… ¿qué prefieres?
Estaban tan cerca que podía sentir su aliento rozándole la mejilla. El corazón le latía tan fuerte que apenas podía pensar.
-Yo… este…
El vibrar del celular de Esteban rompió la tensión abruptamente. Él la soltó para revisar la pantalla, permitiéndole a Isabel escapar de esa jaula invisible que habían creado sus brazos.
“Esa conversación fue aterradora“, pensó mientras intentaba calmar su respiración agitada.
-¿Bueno?
-¿Cómo está mi tesoro?
La voz cálida y melodiosa de una mujer mayor se escuchó a través del altavoz. Era Charlotte Blanchet, la madre de Esteban, una mujer que desde siempre había mimado a Isabel como si fuera su propia hija, incapaz de verla sufrir el más mínimo disgusto.
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