Capítulo 30
Después de horas de interrogatorio, el agotamiento finalmente venció a Isabel. Su cuerpo se rindió y terminó dormida sobre las piernas de Esteban, su respiración suave y regular contrastando con la tensión que había dominado la noche.
La luz cálida de la lámpara bañaba su rostro mientras Esteban, con una delicadeza que reservaba solo para ella, apartaba algunos mechones rebeldes detrás de su oreja. Con movimientos fluidos, la levantó en brazos y la llevó a su habitación, su figura proyectando sombras alargadas sobre las paredes.
Al regresar a la sala, encontró a Lorenzo examinando el modesto departamento con ojo crítico.
-¿Piensas llevar a la señorita de vuelta al Chalet Eco del Bosque? -preguntó Lorenzo.
La mención del chalet trajo consigo una oleada de recuerdos. Ubicado en uno de los rincones más codiciados de la bahía de Puerto San Rafael, el terreno había sido objeto de deseo de varias familias prominentes. Bastó que Isabel lo viera en una revista de viajes y comentara lo hermoso que era para que Esteban moviera cielo y mar hasta conseguirlo.
Los planes originales para desarrollar residencias de lujo con vistas al mar se habían transformado completamente para adaptarse a los gustos de Isabel. Esteban había planeado regalárselo en su fiesta de mayoría de edad, pero el incidente con la familia Allende lo había cambiado todo.
Esteban se dirigió al balcón y encendió un cigarrillo. La noche era fresca, y el humo se elevaba en espirales perezosas mientras tomaba dos largas caladas.
-Dejémosla descansar aquí esta noche -Sus ojos se perdieron en el horizonte nocturno-. Ve por mis maletas.
Lorenzo parpadeó con sorpresa, su mirada recorriendo nuevamente el modesto espacio.
-¿Te vas a quedar aquí?
La mirada que Esteban le dirigió podría haber congelado el infierno.
-¿Hay algún problema?
Lorenzo negó rápidamente con la cabeza.
-Voy por ellas de inmediato.
Era evidente que la presencia de Isabel hacía que Esteban estuviera dispuesto a cualquier cosa, incluso a quedarse en ese pequeño departamento solo para no perturbar su sueño.
Cuando Lorenzo regresó y posteriormente se marchó, Esteban inspeccionó minuciosamente el lugar donde vivía Isabel. Sus ojos escrutadores buscaban cualquier señal de una presencia masculina en el departamento. Solo después de confirmar que no había indicios de que compartiera su vida con alguien más, la tensión acumulada de dos años comenzó a abandonar sus hombros.
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Capítulo 30
Tomó una toalla nueva color rosa, claramente una de las que Isabel guardaba para su uso personal. Isabel, quien se había despertado somnolienta para ir al baño, se quedó paralizada al encontrar a Esteban envuelto en esa toalla rosa. Antes de que pudiera procesar la imagen, el timbre resonó con insistencia en el departamento.
Sus ojos se movieron de la puerta a Esteban, quien frunció el ceño.
-¿Quién viene a buscarte a estas horas?
El reloj de pared marcaba las cinco, ese momento ambiguo entre la noche y el amanecer.
Afuera, Sebastián atacaba el timbre con desesperación. La imagen de Iris despertando nuevamente por el dolor lo había empujado al límite de su paciencia.
-¿Quieres que abra? -La voz de Esteban contenía una amenaza velada.
-No hace falta… -comenzó Isabel, pero fue interrumpida por un grito desde el pasillo.
-¡lsabel, abre la puerta!
La mandíbula de Isabel se tensó. “¿En serio? ¿Este tipo prefiere venir a molestarme en vez de quedarse con Iris?”
-¡Si no abres voy a tener que forzar la cerradura!
Una vena palpitó en la sien de Isabel. “¿Trajo a un cerrajero? ¿Desde cuándo se volvió tan rastrero?”
Miró a Esteban con nerviosismo.
-Este…
-¿Quieres que me esconda? -El tono de Esteban podría cortar diamantes.
-…-Isabel se quedó sin palabras. ¿Cómo podría siquiera sugerir algo así cuando la mirada de Esteban se oscurecía por segundos?
-Es que todavía hay algunos malentendidos sin resolver -intentó explicar.
La voz de Sebastián se elevó nuevamente, cargada de frustración.
-¡Si se daña la cerradura será tu culpa!
El sonido metálico de alguien manipulando la cerradura resonó por el departamento.
La indignación hizo que Isabel se dirigiera hacia donde guardaba su bate de béisbol, lista para hacer que Sebastián pagara por su atrevimiento. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzarlo, la puerta se abrió con un chasquido seco.
Al girarse, se encontró cara a cara con Sebastián. La furia en sus ojos se transformó en confusión al registrar la escena frente a él.
Por un momento, creyó haberse equivocado de departamento. Pero no, Isabel estaba allí. Sus ojos se clavaron en el hombre semidesnudo en la habitación, y su respiración se volvió cada
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vez más errática.
-¡lsabel!
La luz de la habitación revelaba cada detalle del rostro del desconocido: sus facciones afiladas, sus ojos penetrantes como los de un águila, y ese aire de autoridad innata que hizo que incluso Sebastián, en medio de su ira, sintiera un escalofrío de intimidación.
Su mirada descendió lentamente por los músculos tensos del torso del hombre hastal detenerse en la llamativa toalla rosa. La respiración de Sebastián se volvió irregular, y la ira burbujeó en su interior como lava.
-Así que por esto armaste tanto escándalo para romper nuestro compromiso -escupió las palabras con voz gélida mientras daba un paso al interior-. Vaya que te has lucido, Isabel.
El cerrajero, captando la tensión eléctrica entre ambos hombres y el peligro latente en el aire, se escabulló sin hacer ruido, olvidando incluso cobrar sus servicios.
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