Capítulo 307
El corazón de Isabel latía desbocado mientras su mente intentaba procesar las implicaciones de lo que acababa de escuchar. Sus dedos se retorcían nerviosamente sobre la tela de su pijama.
-¿Qué… qué fue lo que le dijiste exactamente?
“Por favor, que no sea lo que estoy pensando“, rogó en silencio mientras sentía que el corazón se le subía a la garganta.
Con una sonrisa juguetona, Esteban le pellizcó suavemente la nariz antes de girarse para tomar la ropa que había preparado para ella.
-¿Tú qué crees que le dije?
-¿De verdad hablaste con mamá sobre… esto?
La mirada de Esteban brilló con diversión mientras la observaba.
-¿Y según tú cómo se lo habré dicho?
“Dios mío…” Isabel sentía que le faltaba el aire. “¿Cómo se supone que alguien le explica algo así a sus padres?”
-Ya, ya, apúrate a vestirte. Te voy a llevar a comer -murmuró Esteban mientras comenzaba a ayudarla a quitarse la pijama con movimientos suaves pero decididos.
La mente de Isabel se quedó en blanco por un momento.
-Pero… ¿qué dijo mamá?
Una parte de ella no quería ni imaginar cómo Esteban había abordado el tema, pero la curiosidad por la reacción de su madre la estaba matando.
-Así se lo dije -repitió él con la misma sonrisa enigmática.
-¿¡Pero así cómo!?
La desesperación comenzaba a notarse en su voz. Desde la noche anterior no había dejado de preocuparse por ese inevitable encuentro con su madre.
Mientras su mente divagaba, Esteban ya había terminado de vestirla. Tan perdida estaba en sus pensamientos que ni siquiera notó las pequeñas caricias que él deslizó durante el proceso. Sin embargo, la satisfacción brillaba en su mirada.
-¿Me vas a decir de una vez o qué?
El saber que Esteban ya había hablado con su madre sobre su situación hacía que la cabeza le diera vueltas. La frustración crecía
crecía por momentos.
Con gentileza, Esteban le pellizcó la mejilla.
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Capitulo 307
-Tranquila, no te va a comer.
Isabel frunció el ceño, escéptica.
“¿Cómo que no me va a comer? ¿Está diciendo que no hubo ninguna reacción? Eso es imposible…”
-Vámonos -dijo él, dirigiéndose hacia la puerta.
-¿A dónde vamos a comer? Está helando afuera y ni ganas tengo de salir. Además, Paulina no tarda en venir.
Paulina y Marina habían quedado de pasar por ella.
Esteban arqueó una ceja.
-¿Segura que no quieres ir?
-Tengo muchísimas cosas pendientes.
Su estadía en Puerto San Rafael había vuelto irregular sus visitas al estudio. Con su regreso a Francia aproximándose, necesitaba dejar todo en orden.
-Oye, ¿ya hablaste con el presidente de WanderLuxe Travels?
Aunque se marchara, quería asegurarse de que su equipo, que había trabajado incansablemente con ella durante dos años, tuviera un futuro asegurado.
-¿No regresábamos a Francia? ¿No vas a cerrar el estudio?
-¿Cerrarlo? Hay mucha gente trabajando ahí. Pensaba dejárselo a Paulina.
La vida tenía que continuar. Además, el estudio no había perdido ni un solo empleado en dos años, ni siquiera a la recepcionista que comenzó desde el principio.
Con ternura, Esteban le acarició el cabello.
-Entendido.
-Entonces por favor pregúntale. Dile que aunque yo no esté, mis diseñadores son de primera. No lo van a decepcionar.
-Está bien.
La sonrisa de Esteban se suavizó. Los Galindo realmente no supieron valorar lo que tenían, desperdiciando la bondad de Isabel y empujándose ellos mismos al límite. Durante su estancia en Puerto San Rafael, había notado que ella no guardaba ya ningún tipo de afecto hacia esa familia.
Ya que Isabel se negó a salir, Esteban hizo una llamada y se marchó, a pesar de que el día anterior había jurado no separarse de ella.
Fue durante la comida cuando Isabel se enteró de que Céline se había ido. Mathieu lo
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mencionó entre suspiros.
Isabel tomó un costillar antes de preguntar:
-¿Se fue en cuanto aterrizó?
La noticia la había tomado por sorpresa.
-Así es respondió Mathieu con voz débil, casi sin energía.
-¿Y eso no es algo bueno? Ya sabes cómo es mi hermana… cuando alguien la hace enojar, no hay quien lo salve.
A pesar de que Esteban solía consentir a Isabel en todo, era muy raro escucharla hablar bien de alguien.
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