Capítulo 408
-¡…! Isabel se quedó sin palabras.
-¡Mi dignidad se fue por la borda! -La voz de Paulina se quebró-. Y tú, defendiéndolo como siempre.
-¡No es así!
El llanto desconsolado de Paulina dejó a Isabel paralizada, con la mente en blanco y el corazón
encogido.
-¿Por qué todo me sale mal? -sollozó Paulina-. Mi casa está patas arriba y ahora esto…
-¡Es que él no puede! -Las palabras brotaron de la boca de Isabel antes de que pudiera contenerlas.
Un silencio espeso inundó la línea telefónica. En la habitación, Esteban, que preparaba un remedio para el resfriado en el sofá color crema junto a la ventana, levantó la mirada con los ojos desorbitados por la sorpresa.
-Isa… ¿qué acabas de decir? -La voz de Paulina sonaba distante, como si las palabras se hubieran perdido en algún lugar entre la realidad y la fantasía.
-…! Isabel contuvo la respiración.
La revelación la golpeó como un rayo. Aquel secreto que solo compartía con Vanessa, susurrado entre risas nerviosas y miradas cómplices, acababa de escapar de sus labios. Un` secreto que, de llegar a oídos de Carlos, podría desatar consecuencias devastadoras. Si no fuera por el estado vulnerable de Paulina, jamás habría traicionado su propia naturaleza
discreta.
“Qué tonta soy“, pensó Isabel mientras el arrepentimiento le revolvía el estómago.
-Por favor, Pauli, ni se te ocurra decirle a Carlos que esto salió de mi boca -suplicó Isabel, con un hilo de voz.
-¿Exactamente qué es lo que estás tratando de decir? -insistió Paulina.
-Bueno… es que él… tal vez no pueda… -Isabel titubeó, agregando un matiz de duda a sus palabras. Después de todo, nadie lo había confirmado personalmente.
-¿Cómo te atreves a insinuar algo así? -La indignación en la voz de Paulina resonó a través del auricular,
-Es que… con todas esas bellezas a su alrededor, él solo… observa. Nunca hace nada más -murmuró Isabel, sintiendo la mirada penetrante de Esteban sobre ella.
-¿Y tú cómo sabes que no ha estado con ninguna de ellas?
-¡Todo mundo lo sabe! -Isabel se mordió el labio-. No solo yo, Vanessa tiene más información, y la gente cercana a Carlos también está al tanto. Es guapísimo, pero solo para
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admirar.
-¡…!–Paulina guardó silencio, procesando la información.
-¿No será que esas mujeres no le parecen lo suficientemente atractivas? -aventuró Paulina
tras una pausa.
-¡Imposible! Todas tienen piernas kilométricas y cinturas de avispa, mucho mejor que nosotras -respondió Isabel, jugueteando nerviosamente con un mechón de su cabello.
-…-El silencio de Paulina se prolongó.
-Por eso, si dices que intentó algo contigo, simplemente no puede ser.
-¿Estás diciendo que no soy atractiva? -El tono de Paulina se tornó amenazante.
-¡No, para nada! Solo digo que esas mujeres son despampanantes -aclaró Isabel rápidamente.
La realidad era que ni Isabel ni Paulina podían competir con las curvas de aquellas mujeres que rodeaban a Carlos.
Paulina exhaló un suspiro profundo. Sus sollozos cesaron gradualmente mientras una calma reflexiva se apoderaba de ella.
-Parece que de verdad tiene un problema… ya sabes, en esa área -murmuró Paulina pensativa.
En ese preciso instante, la puerta se abrió violentamente. Carlos apareció en el umbral, su presencia llenando la habitación como una tormenta contenida. Sus ojos, oscuros como pozos sin fondo, brillaban con una furia apenas controlada.
Paulina sintió que el aire abandonaba sus pulmones cuando su mirada se encontró con la de Carlos. El teléfono resbaló de sus manos temblorosas, cayendo sobre las sábanas con un
ruido sordo.
Un escalofrio recorrió su espalda mientras tragaba saliva con dificultad. ¿Habría escuchado algo? No, imposible… ella no había dicho nada malo, ¿verdad?
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