Capítulo 437
Paulina se aferraba a las suaves sábanas de algodón egipcio, hundiéndose más en el mullido colchón. Sus dedos trazaban patrones nerviosos sobre la tela mientras su voz emergía apenas como un susurro tembloroso.
-De verdad, no tengo hambre…
La respuesta de Carlos resonó desde el otro lado de la puerta con la contundencia de un martillo sobre el yunque.
-Tres minutos.
“¿En serio me va a obligar a salir? ¿O será que pretende que me trague la cena a la fuerza?“, el pensamiento giraba en su mente como un torbellino mientras sentía que el aire se volvía más
denso a su alrededor.
La autoridad natural en la voz de Carlos bastó para que Paulina se incorporara con resignación. La noche anterior, en un arranque de paranoia, había convertido su habitación en una fortaleza improvisada, apilando diversos muebles contra la puerta. En ese momento de adrenalina, moverlos había sido casi instintivo. Ahora, con el estómago vacío y las piernas temblorosas, cada pieza parecía pesar una tonelada.
En el pasillo, Carlos percibía el sonido del mobiliario siendo arrastrado. Una sonrisa enigmática, casi dulce, se dibujó en su rostro, transformando por completo su semblante habitualmente severo. Eric, absorto en esta inusual expresión, no advirtió la proximidad de Hugo hasta que sintió un golpe certero en la nuca.
-¿Qué te pasa? -protestó Eric, frotándose la zona adolorida.
-¿Qué tanto miras? ¡Vámonos de aquí! -espetó Hugo con impaciencia.
Eric parpadeó confundido. ¿Desde cuándo era un crimen observar el rostro del jefe?
Hugo lo condujo prácticamente a rastras hacia la biblioteca, donde Julien ya los esperaba. Apenas cruzaron el umbral, Eric no pudo contener su curiosidad.
-Oye, ¿tú crees que el jefe ya no puede…?
La mandíbula de Julien se desencajó ante semejante indiscreción. Si a Eric le partían la cara en ese momento, bien merecido lo tendría. ¿En qué cabeza cabía hablar así del jefe?
Mientras Eric prácticamente vibraba de curiosidad, Hugo lo observaba con una calma inquietante. La intensidad de su mirada comenzó a incomodar a Eric, quien recordó tardíamente la legendaria lealtad de Hugo hacia Carlos. Aunque, pensándolo bien, eso no significaba que no le interesara el chisme, ¿o sí? Tal vez por dentro se moría de curiosidad igual que él.
Animado por esta idea, Eric se aproximó aún más a Hugo.
-Tú que siempre andas cerca del jefe, ¿crees que sea cierto lo que andan diciendo?
Capitulo 437
Julien contemplaba la escena preguntándose en qué momento Eric había perdido el instinto de supervivencia. La expresión de Hugo se transformó ante la persistenté indiscreción.
-Y tú, ¿puedes o no puedes?
La pregunta desconcertó a Eric por completo.
-¡Por supuesto que puedo! ¿Por qué no habría de poder? -respondió con una confianza que empezaba a tambalearse-. ¿A qué viene esa pregunta?
-Tengo el presentimiento de que pronto no podrás.
Eric se quedó paralizado.
-¿Qué quieres decir con eso?
Hugo mantuvo su mirada penetrante.
-Me parece que el jefe te va a dejar fuera de combate.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Eric. Era evidente que Hugo no tenía intención de participar en murmuraciones sobre Carlos. Pero, ¿por qué tanta resistencia? Ni siquiera estaba
presente.
Al ver entrar a Julien, Eric intentó buscar un aliado.
-Julien, tú también estás al tanto de lo del jefe, ¿verdad?
Julien se dirigió al sofá con parsimonia, encendió un cigarro y optó por el silencio más
absoluto.
Hugo atravesó a Eric con una mirada fulminante.
-¿Lo has comprobado personalmente?
-¿Cómo se te ocurre que yo podría…? -balbuceó Eric, desconcertado ante semejante sugerencia.
Hugo y Julien intercambiaron una mirada cómplice antes de ignorarlo por completo. La lengua de Eric era como una presa desbordada: cuanto más intentabas contenerla, más se desbordaba. Al verse relegado, Eric hizo un mohín de disgusto.
-Solo quería ayudar al jefe a encontrar una solución.
Julien y Hugo volvieron a mirarse antes de dirigir su atención hacia Eric.
-¿Tú, ayudar?
Eric se quedó sin palabras.
Mientras tanto, Paulina finalmente logró despejar la entrada. Al abrir la puerta, descubrió que Carlos se había esfumado sin dejar rastro.
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