Capítulo 605
No comprendo qué clase de problema enfrenta Yeray esta vez que insiste tanto en casarse conmigo. Se lo ha contado únicamente a mi hermano y a mi madre, excluyéndome por completo. ¿Es que no merezco estar al tanto de lo que sucede?
Vanesa carraspeó un par de veces antes de hablar:
-Tú esto…
-Vanesa, escúchame bien, te vas a casar conmigo te guste o no.
Yeray estalló repentinamente al otro lado del teléfono, su voz cargada de frustración. Isabel había sido arrebatada por Esteban, y ahora él mismo estaba metido en serios problemas. Solo le pedía a Vanesa un poco de cooperación, y encima se sentía atacado. ¿A quién podía recurrir con sus quejas? Ese desgraciado de Dan, si no le hacía pagar esta vez con creces, entonces Yeray no sería Yeray.
-Oye, ¿cómo es eso de que me case sí o sí?
Vanesa no comprendía por qué tanto enfado. Una boda era una boda, pero ¿por qué con semejante rabia?
-¿No que querías una segunda boda? Perfecto, hagámoslo. Puedes casarte otra vez, nada más para joderle la vida a ese imbécil de Dan.
-¡¿Qué?!
“¿Lo golpearon y no puede tragarse su orgullo?“, pensó Vanesa. Las palabras de Yeray sonaban a locura pura, estaba tan furioso que había perdido la cabeza. Ella también estaba molesta por lo de Dan, pero ahora tenía que lidiar con el berrinche de Yeray.
-Mira, no te pongas así, ¿no le diste tú también su merecido?
¿Fastidiar a Dan? ¿Es que su matrimonio no merecía ser algo normal? Aunque, pensándolo bien, ella también había querido usar esto para vengarse de Yeray en algún momento. ¿Era eso lo que él pretendía ahora?
-¿Realmente necesitas este matrimonio o solo quieres usarme para tu venganza contra Dan? ¡Menudo enredo!
-Casémonos primero, voy por ti ahora mismo.
Tras estas palabras, colgó inmediatamente. Al escuchar el tono de llamada finalizada, Vanesa apretó los labios y miró hacia el asiento trasero donde se encontraba Esteban.
-¿Era Yeray al teléfono?
-¿No lo escuchaste tú también?
El altavoz había estado tan alto que dudaba que Esteban e Isabel no hubieran oído cada
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palabra.
Antes de que Esteban pudiera responder, Vanesa continuó:
-¿Oiste lo que dijo? Eso de casarme sí o sí, ¿por qué está tan enfurecido?
Esteban: …
Isabel:…
Habían escuchado todo claramente a través del altavoz. Como bien señaló Vanesa, Yeray estaba completamente fuera de sí durante la llamada.
Vanesa sentía que su cabeza daba vueltas. La mente de Isabel tampoco estaba mejor, percibía cómo todo se tornaba cada vez más caótico.
-¡Por Dios! ¿Esta es su actitud para casarse? Parece más bien que quisiera venir a darme una paliza.
La actitud de Yeray no era la de un hombre dispuesto a contraer matrimonio, sino la de alguien buscando desquitarse con violencia. Realmente daba miedo.
Ya en la residencia de los Allende, Yeray aguardaba con la mirada encendida de furia, clavada en Vanesa.
Isabel, por instinto, se acercó a Esteban y, al hacerlo, jaló también a Vanesa. Era como si al buscar refugio, no pudiera dejarla desprotegida.
Yeray no apartaba sus ojos de Vanesa, quien comenzaba a sentirse intimidada por aquella mirada penetrante. Inconscientemente, se frotó las manos con nerviosismo:
-No me mires así, das escalofríos.
Nunca lo había notado antes, pero cuando Yeray se enfurecía, resultaba verdaderamente aterrador. Vanesa se sintió repentinamente acobardada. Era imposible casarse con él, ni siquiera para evitar que persiguiera a Isabel. Existían muchas formas de detenerlo, y el matrimonio definitivamente no era una de ellas. Aquel hombre, al observarlo, mostraba claras señales de ser potencialmente violento.
Sí, con esa actitud, Yeray parecía capaz de cualquier agresión doméstica.
Yeray percibió cómo Vanesa retrocedía y se burló con desdén:
-¿Conque también te asustas? Creí que no le temías a nada ni a nadie.
Desde su regreso a París, esta mujer lo había estado desafiando constantemente. Incluso se había atrevido a enfrentar a Dan, por lo que Yeray realmente pensaba que ella era intocable.
-Cobarde.
Pronunció la palabra con tal desprecio que Vanesa se sintió instantáneamente ofendida. Aunque en el fondo aún experimentaba cierto temor, éste fue rápidamente sofocado por la
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indignación. Con un bufido frío, salió de detrás de Isabel:
-No te des tanta importancia, si crees que de verdad te tengo miedo.
-Si no tienes miedo, entonces vámonos, casémonos de una vez.
-¿Quién quiere casarse contigo? Ni lo sueñes.
Después de todo lo ocurrido, Vanesa ya no contemplaba la idea de unirse a Yeray.
-¿No te casarás conmigo? ¿Con Dan entonces? Vanesa, hoy te lo digo claro, ni lo sueñes.
-Ese desgraciado de Danse atrevió a golpearme en París. En esta vida, solo podrá soñar con lo que nunca tendrá.
