Capítulo 661
Finalmente…
La familia Méndez, en medio de un ambiente sumamente tenso, terminó la reunión hasta las tres de la madrugada.
Vanesa se fue.
Los pocos miembros de la familia Méndez que quedaban tenían una expresión de cansancio, como si hubieran pasado por una experiencia desagradable.
Parecía que no habían lidiado con una sola mujer, sino con un ejército entero.
René, con pasos pesados, se levantó y se dirigió hacia las escaleras. -Este muchacho, qué muchacho más descarriado.
Y se fue.
Solène y Rodolfo intercambiaron miradas.
Rodolfo, lleno de frustración, dijo entre dientes: -¿No que Yeray estaba interesado en la hija adoptiva de la familia Allende? ¿Cómo terminó casándose con esta tormenta andante?
Para ellos, Vanesa era justamente eso, un torbellino incontrolable.
Tenía un temperamento difícil, pero su posición era tal que nadie se atrevía a desafiarla.
Solène, con una mirada oscura, observó el esmalte de uñas que Vanesa había dejado sobre la mesa. -Pensé que se quedaría tranquilo en Avignon. Sabía que su regreso no sería tan simple.
Las palabras salieron de su boca con tanto resentimiento que casi parecía que quería devorar a Yeray.
Rodolfo continuó: -Al casarse con Vanesa, esa bruja, está claro que intenta quedarse con toda la familia Méndez.
No es que quiera una parte.
Él aspira a quedarse con todo.
Solène añadió: -No le bastó con arruinar a Flora Méndez, ahora quiere…
Al decir esto, los ojos de Solène se llenaron de una ira creciente.
Rodolfo afirmó: -Esto es solo el comienzo.
Sí, la llegada de Vanesa esta noche era solo el inicio, y papá incluso le dio todo lo que ella pidió.
A mitad de la noche, se llevó tantas cosas.
¡Tantas!
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En estos años, cada vez que Rodolfo gastaba un peso de más, su padre no estaba contento y lo
llamaba derrochador.
Pero ahora que Yeray se casó con una mujer, le dieron todas esas cosas.
Y solo recibió un regaño.
Cuanto más lo pensaba Rodolfo, más se enfurecía.
Mientras Solène y Rodolfo hervían de coraje por dentro, Vanesa salió de la mansión de la
familia Méndez con energía renovada. Yeray la esperaba afuera.
Cuando ella subió al carro, Yeray preguntó: -¿Por qué tardaste tanto?
-La cantidad era grande y no querían soltarla de inmediato, así que me demoré.
Ella también estaba cansada.
Pero al pensar en todo el dinero que había logrado obtener, su ánimo mejoró considerablemente.
Yeray inquirió: -¿Cuánto conseguiste?
-Todo lo que estaba en el libro de cuentas, lo recuperé.
Vanesa respondió con orgullo.
El hecho de haberse casado con Yeray la tenía molesta, pero ahora que había conseguido lo que quería, sentía que se había quitado un peso de encima.
Cuando Yeray escuchó que Vanesa había recuperado todo, se mostró sorprendido. -¿Te lo dieron todo?
Sabía que aquellos registros habían sido solicitados hace tres años, y la idea era que Vanesa solo fuera a causar un poco de alboroto.
No esperaba que realmente lo consiguiera.
Pero Vanesa…
Vanesa asintió: -Claro, tú no estuviste ahí para contar cuántas veces llamé “papá“. ¿Crees que lo hice en vano?
Yeray, visiblemente afectado, exclamó con un tono gélido: -¿Le llamaste papá?
-Sí, ¿o qué? ¿Por qué crees que me dieron tanto dinero? ¿Por mi cara bonita?
¡Qué exigente!
Yeray sabía perfectamente lo que quería decir con su tono cortante.
Para Vanesa, él simplemente estaba siendo complicado.
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Si realmente quisiera cortar lazos con la familia Méndez, ¿por qué pedirle que los provocara y luego prohibirle llamar “papa“?
Yeray entrecerró los ojos, su tono innegociable: -No lo vuelvas a llamar así.
Vanesa replicó: -Entonces no vuelvo.
¿Qué tan difícil puede ser?
Si no quiere que vaya, no voy.
Ella no creía que Yeray solo la enviara a la familia Méndez para recuperar un poco de dinero.