Capítulo 684
Esteban se veía otra vez con el rostro sombrío.
Claro, al fin y al cabo se trataba de su hermanita y alguien le había hecho eso. No importaba quién fuera, merecía un buen escarmiento.
Miró a Isabel, que estaba tranquila a su lado, y le dijo:
-Primero ve a comer.
-¿Ah? ¿Y tú no vas a comer?
-Yo comeré al rato, tranquila -le respondió suavemente.
Isabel asintió obediente:
-Está bien, entonces iré a comer primero.
Ella de verdad tenía hambre.
Aunque Esteban le había dado muchas frutas y bocadillos, cuando el hambre pega de verdad, nada sustituye una buena comida:
Al ver regresar a Esteban e Isabel, una expresión de tristeza cruzó el semblante de Vanesa. Esteban se dirigió hacia el piso de arriba y le pidió a Vanesa:
-Sígueme al estudio.
-Oh.
Vanesa respondió con resignación y miró a Isabel.
En los ojos de Isabel había una clara muestra de compasión hacia ella. ¿Acaso alguna chica no querría estar bien con la persona que ama?
Pero Dan no era un buen tipo, y encima había hecho algo terrible.
Ese día, Vanesa estaba realmente furiosa.
No fue para menos, le había dado una buena paliza a varios hasta que pudo liberar un poco de su enojo.
En el estudio.
Esteban, con un cigarro entre los dedos, miró a Vanesa, que parecía desolada:
-¿Quieres que haga algo con Dan?
-No hace falta.
Vanesa lo interrumpió antes de que pudiera terminar.
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¿Qué iba a hacer él? Hay venganzas que uno mismo debe llevar a cabo para sentirse verdaderamente aliviado.
Como cuando Isabel estuvo en Puerto San Rafael.
Después, incluso Esteban se involucró con la familia Galindo y la familia Bernard, pero ella misma se encargó de todo.
Era porque la frustración la consumía.
Cualquier venganza que no ejecutara personalmente, jamás le traería tranquilidad.
Esteban preguntó:
-¿Y ahora qué harás?
-Lo voy a dejar bien golpeado.
Vanesa respondió con determinación.
¿De verdad creía que con una sola golpiza se le pasaría el coraje?
¡No!
Vanesa necesitaba al menos tres o cinco sesiones para que su enojo se apagara.
Al escuchar eso, Esteban se quedó sin palabras.
Sus profundos ojos se quedaron fijos por un momento.
Después dio una calada al cigarro encendido que sostenía:
-¿Todavía quieres golpearlo?
-No es que quiera, es que tengo que hacerlo.
Lo de hoy era solo un aperitivo, después seguro que se lo cobraría con creces.
Al escuchar a Vanesa hablar con tanta rabia, Esteban pensó que Dan probablemente estaba
acabado.
-¿Y qué hay de Yeray?
Yeray.
Después de todo, ahora era el esposo de Vanesa, al menos en papel.
Sin mencionar a Yeray, Vanesa ya se sentía confundida…
¿Quién en su sano juicio podría lidiar con eso?
Apenas ayer se había casado con Yeray, y en la noche ocurrió todo eso. ¿Ese maldito la estaba maldiciendo?
Vanesa dijo:
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-Lo de Yeray lo veremos después.
Ahora mismo, ¿quién tenía cabeza para pensar en Yeray? Todavía estaba llena de furia.
Vanesa bajó del piso de arriba con aire decidido.
Isabel estaba sentada en el comedor, comiendo tranquilamente.
Al verla comer como un ratoncito, la ira que Vanesa sentía se disipó un poco.
No había duda, ver a su hermana comer era muy reconfortante.
-¿Están buenos los platillos de hoy?
Vanesa se sentó frente a Isabel y empujó unas alitas de pollo hacia ella:
-Estas están muy buenas.
Ya había comido varias.
Isabel observó atentamente el rostro de Vanesa.
-¿Por qué me miras así? Tranquila, solo fue un intento de abuso, tu hermana no tiene el corazón tan pequeño como para tirarse de un puente.
Isabel se quedó callada.
Claro que no lo haría.
Pero probablemente ya había hecho que Dan deseara hacerlo.
En la mente de Isabel, si Dan hubiera sabido cómo terminaría todo, no se habría atrevido a nada anoche.
El teléfono de Vanesa comenzó a vibrar.
Era un número desconocido, y Vanesa contestó de inmediato:
-¿Diga?
-¿No me digas que anoche no estabas con Yeray?
La voz de Dan, llena de rabia, se escuchó del otro lado. A través de la línea, su furia parecía capaz de destruirlo todo.
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