Capítulo 705
Justo cuando Vanesa pensaba que todo había terminado tras enfrentar al último enemigo, dos carros más se acercaron a la entrada del callejón, trayendo consigo a una multitud aún mayor.
-¡Carajo! ¿Acaso estos tipos quieren mi cabeza hoy? -Vanesa murmuró con frustración.
Céline la miró de reojo y sugirió:
-¿Entonces, qué haces todavía aquí? ¡Corre!
-¿Qué? -Vanesa quedó desconcertada.
-¿Aún tienes fuerzas para pelear? -insistió Céline.
-¿Me subestimas, verdad?
La realidad era que Vanesa ya se sentía agotada. La noche anterior había tenido una intensa sesión de ejercicio con un hombre, y después de correr varias calles persiguiendo a Céline y luchar contra una docena de personas, sus fuerzas estaban al límite.
Céline le lanzó una mirada de desdén antes de escalar ágilmente la puerta de hierro detrás de ellas.
-¡No puede ser! -exclamó Vanesa al ver la destreza de Céline.
Justo en ese momento, Yeray llegó, presenciando cómo Vanesa era perseguida por un grupo de hombres. Sus ojos destellaron con un frío intenso.
Yeray se dio la vuelta, abrió el maletero y sacó un rifle, disparando indiscriminadamente hacia los atacantes. Estos, sorprendidos por el ataque inesperado desde atrás, fueron abatidos uno
por uno.
Mientras Vanesa se unía a Céline para escalar la puerta de hierro, los atacantes yacían en el suelo, abatidos.
El único sobreviviente, al ver a Yeray, se encogió de miedo como si estuviera frente a la misma
muerte.
Yeray avanzó con pasos firmes, cada uno resonando como un golpe en el corazón del hombre.
-…señor Méndez -balbuceó el hombre al reconocer a Yeray, su voz temblando de pánico.
Yeray puso un pie sobre el pecho del hombre y exigió:
-¿De parte de quién vienen?
-Yo… nosotros…
El hombre dudaba en revelar la verdad.
Sin dudarlo, Yeray le apuntó con el rifle a la cabeza.
-…señor Méndez -repitió el hombre, asustado.
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Capitulo 705
Yeray entrecerró los ojos y especuló:
-Déjame adivinar, ¿son de Ingrid?
El hombre permaneció en silencio, pero sus ojos lo delataron con un ligero destello de miedo al escuchar el nombre de Dan.
Yeray sonrió con desden y, sin esperar respuesta, terminó con el hombre.
Miró hacia el fondo del callejón, donde Vanesa había desaparecido.
Recordando su espíritu indomable, una leve sonrisa se formó en los labios de Yeray.
Dan no despertó hasta bien entrada la noche. Ingrid había estado a su lado todo el tiempo, y al verlo abrir los ojos, respiró aliviada:
-Dan, por fin despiertas. Me tenías muy preocupada -dijo Ingrid con un tono de preocupación
sincera.
Al ver a Ingrid, una chispa de desprecio cruzó por los ojos de Dan, una frialdad que era evidente -¿Qué haces aquí? -preguntó Dan con voz gélida.
La frialdad de su voz hizo que el corazón de Ingrid se contrajera con dolor. Susurró con angustia:
-¿Qué pasa, deseas que Vanesa esté aquí?
-Ella no vendrá -agregó Ingrid con firmeza.
Dan, visiblemente molesto por las palabras de Ingrid, se sumió en un silencio más profundo.
Ingrid bajó la mirada.
-¿Estuviste con ella anoche? -preguntó Ingrid, su voz cargada de un dolor indescriptible.
Sin esperar una respuesta, Ingrid gritó, desesperada:
-¿Por qué? Dan, he estado a tu lado durante tantos años. ¿Todavía no puedo ablandar tu
corazón?
Las palabras de Ingrid hicieron que los ojos de Dan se enfriaran aún más.
-Ella ya es parte de tu pasado -insistió Ingrid.
¿Cuántos años habían pasado? Ingrid ya no recordaba cuánto tiempo había estado enamorada de Dan, tanto que había perdido la noción del tiempo.
Después de tantos años, hasta un perro habría sido conmovido.
Pero, ¿era posible que el corazón de este hombre estuviera hecho de piedra?
-¿Lo recuerdas todo, verdad? -preguntó Ingrid, su voz teñida de desesperación.
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Dan la miró fríamente:
-Tú fuiste quien manipuló mi memoria.
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