Capítulo 739
¿Qué tan acorralado está ahora el Lago Negro que se atreve a atacar a Paulina repetidamente?
-No fue alguien del Lago Negro -dijo Carlos.
Sus palabras resonaban con un tono cortante, cargado de insatisfacción y frustración contenida.
-¿Qué? -respondió Isabel, sorprendida.
¿No fue alguien del Lago Negro?
Al escuchar esto, Isabel instintivamente miró a Esteban.
Esteban, al oírlo, dejó que sus pensamientos se reflejaran en sus ojos antes de cruzar la mirada con Isabel.
Era evidente que él ya sabía quién podía ser.
Al ver la reacción de Esteban, Isabel tragó saliva, nerviosa: -¿Podría ser mi hermana?
En un raro momento de lucidez, Isabel lo dedujo correctamente.
La expresión de Carlos se ensombreció aún más.
-¿En serio fue mi hermana? -preguntó Isabel, incrédula.
Carlos no dijo nada, pero su expresión lo decía todo.
Esteban alzó una ceja y luego miró a Isabel: -Llámale a tu hermana.
-Ah, de inmediato -respondió Isabel rápidamente, sacando su teléfono para marcarle a Vanesa,
Sin embargo, el teléfono estaba apagado.
-Hermana, tiene el teléfono apagado -dijo, mirando a Esteban.
Al escuchar que Vanesa tenía el teléfono apagado, la expresión de Carlos se volvió aún más seria, ya que él también había intentado llamarla en el camino.
-¿No tiene otro lugar donde pueda estar? -preguntó Carlos, con voz profunda.
-¿Eh? Otro lugar… Sí, sí tiene.
Vanesa, evidentemente, tenía otros lugares donde podía estar, pero Carlos no los conocía. Isabel, por otro lado, sí.
Rápidamente intentó comunicarse con el otro número de Vanesa, pero obtuvo el mismo resultado…
-También está apagado.
El número privado también estaba apagado, lo que complicaba mucho encontrar a Vanesa.
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-¿No hay más opciones? -insistió Carlos.
Isabel negó con la cabeza: -No, ya no hay más.
Solo tenía dos números, y si ambos estaban apagados, eso significaba que Vanesa había desaparecido.
Era increíble lo rápida que había sido.
Apenas ayer había llamado, y ya se había llevado a Paulina. Al menos podría haber pasado a avisar antes, ¿no?
Pero no, simplemente se la había llevado sin más…
Isabel frunció el ceño al mirar a Carlos, cuya expresión ya era un reflejo de su enojo.
Esteban miró a Isabel: -Isa, ¿terminaste de comer?
Isabel asintió.
Aunque no tuviera hambre, con la mirada de Carlos, a nadie le quedaban ganas de seguir comiendo.
Esteban le hizo una seña: -Ve a cambiarte, que en un rato te llevo a pasear.
-¡Oh, está bien!
Isabel asintió obedientemente, girando para subir las escaleras. No sabía por qué, pero al descubrir que Vanesa había llevado a Paulina, se sentía culpable frente a Carlos.
Justo cuando llegó al pie de las escaleras, Carlos la llamó: -Isa.
-¿Sí, Carlos?
-Pauli aún tiene fiebre.
-¿Qué? ¿Fiebre? -Isabel se alarmó.
-Ah, esto…
Paulina estaba enferma, y eso complicaba las cosas.
Esteban lanzó una mirada helada a Carlos: -Ya viste que no puede contactar a Vanesa.
Carlos, con un aire gélido, replicó: -Vanesa escuchará a Isa.
Después de todo, el motivo por el que Vanesa había aceptado cuidar de Paulina había sido una llamada de Isabel. En ese país, ¿quién más podría convencer a Vanesa de ocuparse de alguien externo?
Isabel estaba atónita.
Las palabras de Carlos sonaban como si la estuviera responsabilizando de traer de vuelta a Paulina.
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Pero no debería ser así, ¿verdad?
Paulina estaba bajo el cuidado de Vanesa porque ella misma había aceptado. ¿Por qué parecía que Carlos le estaba exigiendo que la devolviera?
¿Y bajo qué pretexto se lo exigía?
Isabel murmuró, mirando a Carlos.
-Espero que regrese hoy -dijo Carlos, con autoridad.
Isabel se quedó sin palabras.
Estaba claro que Carlos estaba exigiendo que Paulina regresara.
Con un tono tan firme, Esteban frunció el ceño: -¿Estás amenazándola?
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