Capítulo 741
En ese momento, Carlos sintió surgir desde lo más profundo de su ser una emoción completamente desconocida. Era como si unas manos invisibles se hubieran adentrado en su pecho, apretando con fuerza su corazón.
Con dificultad para controlar su respiración, preguntó: -¿Dónde estás?
-En el mar, el barco es tan pequeño… siento que en cualquier momento va a volcar. ¡Ay! ¿Me van a comer los tiburones?
Al otro lado del teléfono, Paulina miraba a su alrededor, sintiéndose rodeada por la inmensidad del océano. No había tierra a la vista, solo el interminable azul del mar. El fuerte olor a sal la hacía sentir aún más desesperada. La pequeña embarcación se balanceaba con cada ola, amenazando con volcarse en cualquier instante. Estaba aterrada.
Aunque sabía nadar, enfrentarse a esa vasta extensión de agua la llenaba de miedo. Carlos, mientras tanto, había salido apresurado de la casa Allende. Subiendo al carro, intentaba calmar a Paulina: -No te preocupes, estarás bien.
Encendió su computadora en el asiento trasero del carro. Paulina sollozaba al otro lado: -De verdad, tengo mucho miedo.
Antes, estando junto a Carlos, había reunido todo su valor para declarar que volvería a Lago Negro a ayudar a su madre. Pero ahora, sola en medio del océano, se sentía indefensa. La expresión “pedir ayuda a gritos” cobraba un nuevo sentido para ella.
-¿Dónde está Vanesa? -preguntó Carlos con voz cortante.
-No la he visto. Cuando desperté, ya estaba en este bote -respondió Paulina, su tono cargado de desesperación.
Imagínate despertar en medio del mar sin previo aviso. No había nada a su alrededor, solo agua. Carlos, al escuchar que Paulina había sido dejada inconsciente en un bote, se enfureció aún más y se apresuró a rastrear su ubicación. Sin embargo, no lograba localizarla.
Paulina notó que su teléfono comenzaba a emitir un pitido de advertencia. ¡Mi celular se está quedando sin batería! ¿Qué hago?
La desesperación aumentó. Había tardado en conseguir contacto con Carlos, y ahora que finalmente lo había logrado, el teléfono estaba a punto de apagarse sin poder decirle exactamente dónde estaba.
Carlos, aún sin poder localizarla, sintió una creciente urgencia. -No te preocupes, te encontraré
pronto.
-¿Pero antes de que me encuentres, no me comerán los tiburones…? -La voz de Paulina se quebró, y de repente, el pánico silenció sus palabras.
Carlos frunció el ceño. -¿Qué sucede?
Capitulo 741
-Es… es gigante… ¿qué es eso? -Paulina vio una sombra enorme nadando hacia ella, sus ojos se abrieron de par en par.
-¡Paulina! ¡Paulina! -Carlos, al escuchar que algo se acercaba a ella, sintió que el corazón se le detenía.
En ese momento, Paulina perdió las fuerzas. El celular cayó al suelo del bote mientras se apagaba, dejándola incomunicada. La criatura cada vez estaba más cerca, y aunque solo veía su espalda, parecía tan grande como dos carros.
Paulina respiraba con dificultad. -Mamá, ¿qué es eso? -murmuró, entre lágrimas. ¿Un tiburón? ¿Una ballena? ¿Era su destino acabar en el estómago de un pez gigante?
Con una mezcla de miedo y desesperación, Paulina comenzó a remar frenéticamente, impulsada por un instinto de supervivencia implacable.
Mientras tanto, Carlos permanecía frente a la puerta de la casa Allende, apretando el teléfono con tanta fuerza que las venas en su mano se marcaban claramente. Su rostro era una
máscara de preocupación mientras regresaba al interior.
Esteban, atrapado en una conversación interminable con Isabel, llamó a Lorenzo, pidiéndole que organizara un equipo para encontrar a Vanesa lo antes posible.
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