Capítulo 98
Isabel guardó un silencio pétreo mientras la voz de Carmen temblaba al otro lado de la línea.
-Primero hay que curarla, ¿sí? Luego te pago lo que te deba. ¿Me das la oportunidad? ¿Por favor?
Cada palabra de Carmen goteaba con una cautela suplicante. El mensaje era claro: primero curar a Iris, después hablar de deudas.
Un músculo se tensó en la mandíbula de Isabel.
-Señora Galindo, ¿ya se le olvidó que esta vida mía se la debo a usted? -el sarcasmo en su voz punzaba-. ¿Cómo podría deberle algo?
Las palabras de Carmen resonaron en su memoria. En aquel entonces, la mujer había estado tan segura de sí misma, alternando entre amenazas y promesas vacías, todo por el bien de Iris.
-¿Ahora se da cuenta? Ni cortándome el sustento económico ni haciendo que todas las empresas me cerraran las puertas pudieron detenerme. ¿Por eso ahora viene a rogar?
El silencio al otro lado de la línea fue absoluto. Solo se escuchaba la respiración agitada de Carmen, cada vez más errática.
En el pasillo del hospital, Carmen se estremeció como si le hubieran echado agua helada. La sangre pareció congelarse en sus venas ante las palabras de Isabel.
Una risa amarga brotó de los labios de Isabel ante el silencio.
-¿Compensarme? Ya me imagino… si Iris se recupera, ¿van a venir a cobrarme la factura?
Isabel conocía demasiado bien ese patrón. No sería la primera vez en dos años que intentaban ajustar cuentas por Iris.
“Y vaya que Iris sabe jugar sus cartas“, pensó con amargura. Incluso desde el extranjero, esa víbora seguía causándole problemas. Siempre era lo mismo: “¡Todo es mi culpa, Isa no tiene nada que ver!“. Pero cada vez que soltaba esa frase, la familia Galindo asumía que Iris estaba siendo marginada y venían a cobrarle a ella.
-¡No, no es así! -la desesperación en la voz de Carmen era palpable-. Te lo juro, mamá te está pidiendo perdón de corazón.
-Claro, ¿cuándo no has hecho algo de corazón por Iris?
El silencio de Carmen fue ensordecedor. La desesperación le hizo olvidar todas las acusaciones previas de Isabel. Solo podía pensar en una cosa: Isabel seguía negándose. No llamaría a Andrea ni permitiría que Mathieu tratara a Iris.
-Entonces, ¿qué es lo que quieres? -su voz se quebró, perdiendo todo control.
-Que cada quien siga su camino. ¿Qué más puedo hacerle?
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Capítulo 98
Sin más, colgó el teléfono. Su indiferencia era como una bofetada para Carmen.
Isabel exhaló pesadamente, agotada de toda la situación. En ese momento, alguien llamó a la puerta.
-Adelante.
La imponente figura de Esteban apareció en el umbral, ya vestido con su abrigo para salir.
-¿No dormiste nada? -sus cejas se fruncieron con preocupación mientras entraba a la
habitación.
Isabel negó suavemente con la cabeza.
-¿Vas de salida?
—Sí —murmuró Esteban-. Volveré para cenar contigo. Intenta descansar un poco.
El rostro de Isabel se iluminó ante la promesa de su regreso. Asintió obedientemente, el recuerdo de Carmen y sus reclamos desvaneciéndose como niebla bajo el sol. ¿Por qué desperdiciar energía en gente irrelevante?
Ese pensamiento la tranquilizó. Esteban le dio un par de indicaciones más antes de marcharse.
En el hospital, Carmen tardó casi cinco minutos en recuperar el control. Justo cuando se disponía a regresar a la habitación de Iris, se topó con Sebastián.
