Capítulo 100
Ellos habían llegado un poco antes que Luciana; Jael y Jacobo ya estaban en el establo. Salvador, al ver que Alejandro no dejaba de mirar a Luciana, sonrió con picardía.
-Ya decía yo, ¿por qué este viaje tan improvisado para montar a caballo? Resulta que la señora Guzmán está aquí.
Pero Alejandro lo ignoró y dio unos pasos hacia Luciana. De repente, se detuvo. Salvador, confundido, le preguntó:
-¿Qué pasa? ¿No vas a ayudar a tu esposa, que no tiene habitación?
¿Ayudar? Alejandro esbozó una sonrisa sutil. ¿Realmente hacía falta?
-Luciana
Era Fernando, quien acababa de estacionar el coche y se acercaba. Luciana, con un ligero puchero, le explicó rápidamente lo sucedido.
-No te preocupes, es algo sencillo -dijo Fernando, mientras le entregaba a Pedro y la tranquilizaba con una sonrisa-. Yo me encargo, no te preocupes.
-Está bien.
Con Fernando a cargo, la situación se resolvió en un abrir y cerrar de ojos. Volvió con dos llaves de habitación en la mano y las agitó en el aire para mostrárselas a Luciana.
-Listo. -Fernando tomó el equipaje y, con voz suave, explicó. Tengo una tarjeta VIP, no necesito hacer reservas anticipadas.
Luciana seguía con cara de disgusto, y Fernando se acercó un poco más, con tono cariñoso.
¿Por qué estás molesta?
Luciana frunció los labios.
-Vicente tampoco va a venir…
Ah, con que era por eso.
-No pasa nada -Fernando sintió una calidez en el pecho. En ese momento, Luciana le recordaba tanto a cuando estaban juntos, cuando ella le pedía cosas dulcemente. La animó:
Vinimos por Pedro. Lo importante es que él esté contento, ¿no crees? Todo lo demás es
secundario.
Luciana lo miró, sorprendida, pero luego sonrió.
Capítulo 100
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-Tienes razón.
Sus miradas se cruzaron, creando un ambiente íntimo y armonioso.
-Toma a Pedro de la mano. Vamos a dejar las maletas en la habitación.
-Sí–Luciana respondió, aún sonriendo.
Salvador, que había sido testigo de toda la escena, no pudo evitar quedar boquiabierto. Le dio una palmada a Alejandro.
—¿Q–qué… está pasando aquí? ¿No es Fernando el que está con tu esposa? ¿Y ellos dos…?
-¿Cómo voy a saberlo? -Alejandro respondió con frialdad, dando media vuelta y alejándose como si no le importara en absoluto.
***
En el campo de equitación, Alejandro cabalgaba furiosamente. Jacobo, que ya no podía seguirle el ritmo, se detuvo a descansar y le preguntó a Salvador:
-¿Qué le pasa?
-Jaja Salvador sonrió con malicia-. Su esposa y él son iguales.
-¿A qué te refieres?
-Quiero decir que, mientras el señor Guzmán tiene una «amiga especial», su esposa tiene un << chico guapo» afuera también. 1
-¡¿Qué?! -Jacobo casi se ahoga de la sorpresa.
Mientras tanto, Alejandro seguía cabalgando a toda velocidad, con una rabia contenida que lo sofocaba. Las imágenes de Luciana y Fernando sonriéndose no dejaban de invadir su mente. ¿ Era verdad? Si ella y Fernando terminaban juntos, estaría bien, se decía. Fernando podía cuidarla. ¡Siempre habían sido la pareja ideal!
Más tarde esa noche, mientras jugaban a las cartas y bebían, Alejandro se sentía irritado por el ruido. Encendió un cigarrillo, pensativo, y decidió enviarle un mensaje a Sergio. No pasó mucho tiempo antes de que Sergio lo llamara.
-Sergio. -Alejandro se acercó a la ventana para contestar.
Primo, ya lo revisé. Fernando reservó dos habitaciones: Luciana está sola en una, y él se queda con Pedro en la otra.
-Entendido. -Alejandro colgó, y su ceño finalmente se relajó. Al menos esa noche, podría cerrar los ojos con tranquilidad.
Capítulo 100
***
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A la mañana siguiente, Luciana y su grupo fueron al estanque. Fernando acompañaba a Pedro para pescar, mientras Luciana preparaba la parrilla y los utensilios para asar el pescado que atraparan.
En una cabaña cercana, Alejandro estaba recostado en una tumbona, aburrido. Cada tanto preguntaba:
-¿Todavía no han pescado nada?
Jael y Jacobo, encargados de la pesca, ya estaban perdiendo la paciencia. Sabían que Alejandro estaba molesto y preferían no enfrentarse a él.
En silencio, Alejandro levantó unos binoculares y miró hacia la cabaña vecina, donde estaba Luciana.
-¡Achoo!-Luciana se tapó la nariz, estornudando.
Fernando, ocupado ayudando a Pedro con la caña, no lo notó, pero Alejandro sí. Dejó los binoculares y se levantó.
-¿A dónde vas? -preguntó Salvador.
-¡Todavía no has probado el pescado! añadió Jacobo.
-Cuando lo pesquen, hablamos.
Sin darle más explicaciones, Alejandro se alejó.
Diez minutos después, Alejandro sostenía una chalina y marcaba el número de Luciana en su teléfono.
-¿Hola?-contestó ella.
-Ven al acceso de la zona de pesca.
-¿Qué? -Luciana no podía creer que Alejandro la llamara, y menos que le pidiera que fuera a la entrada. ¿Qué significaba eso?
-¿Qué de qué? ¡Apresúrate! -Alejandro sonaba irritado.
-Está bien.
Luciana colgó y corrió hacia la entrada, preguntándose si Alejandro también había ido a Arroyo de los Lirios. Al llegar, vio esa figura familiar. ¡Realmente estaba ahí! ¿Era una coincidencia… o lo había planeado?
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Capítulo 100
Aceleró el paso, pero Alejandro la detuvo con un grito:
-¡No corras! ¿No sabes cómo está tu salud?
—Ah… —Luciana se sintió un poco culpable. Pero tú dijiste que me apurara.
Alejandro se quedó en silencio un segundo y luego sonrió, divertido.
-Tienes razón, fue mi error.
Le entregó la chalina que tenía en las manos.
-Hace frío y ni siquiera te abrigas.
Luciana, sorprendida, trató de rechazarla.
-No es necesario, no tengo frío…
-¿No tienes frío? -Alejandro la miró incrédulo-. ¿No eras tú la que estaba estornudando hace un rato? -Mientras hablaba, extendió la chalina y se la colocó sobre los hombros.
Luciana se quedó atónita. ¿Cómo sabía que había estornudado? ¿Lo había visto? Eso significaba que había estado cerca todo el tiempo… ¿Fue una coincidencia?
Estaba tan aturdida que apenas se dio cuenta cuando Alejandro comenzó a abrochar la chalina. Un leve cosquilleo le recorrió la garganta al observarla tan distraída.
—¡Espera! —Luciana, reaccionando de repente, lo detuvo, agarrando su mano de forma instintiva.
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