Capítulo 106
-¿Qué pasa?-Ricardo entró corriendo, alarmado por los gritos. Al abrir la puerta, encontró a Clara en el suelo, fingiendo llorar de manera exagerada.
-¡Amor, mira lo que ha hecho tu hija! ¡Ha destrozado todo! ¡Voy a llamar a la policía!
gritaba Clara, con lágrimas deslizándose por su rostro.
Luciana, llena de furia contenida, la miró con desprecio. Sin pensarlo, escupió en su dirección.
-¡Puaj!
Clara, sorprendida, se llevó las manos al rostro, alterada por completo.
-¡Está loca! ¡Esta desgraciada está loca! -gritó histérica.
Ricardo, sin pensarlo dos veces, avanzó hacia Luciana. Su mano se movió rápida y le dio una bofetada que resonó en la habitación.
-¡Pídele disculpas! ¡Esto ya es demasiado! -ordenó, su voz llena de rabia.
Luciana no reaccionó. El golpe no la hizo estremecer. Su cuerpo, frío como el hielo, vibraba entre el odio y el dolor. Lo único que sintió fue ese fuego abrasador que consumía cada parte de
su ser.
Entonces, sin previo aviso, soltó una carcajada. Una risa vacía, cruel, que resonaba en el silencio dejado por el golpe.
—¡Ja, ja, ja…! —No podía parar. Sus ojos, oscuros y llenos de furia, se clavaron en su padre. ¡Lo habían destruido todo! ¡Su vida, su carrera, su amor! ¡El rencor la consumía! ¡Era imposible detenerlo!
Sin decir más, con una mirada helada y una sonrisa rota, Luciana se agachó. Recogió las cartas esparcidas por el suelo, las metió en la bolsa y las abrazó con fuerza. Como si fueran lo último que quedaba de su dignidad.
-¿Qué te llevas, Luciana? -Ricardo intentó detenerla.
Pero sus palabras se quedaron en el aire. Luciana lo miró, y su furia era como una tempestad. Sus dientes apretados apenas dejaron escapar las palabras:
-¡Esto es mío!
Ricardo vaciló. La furia en sus ojos lo hizo retroceder.
Luciana salió de la casa, con el corazón desbordado de dolor y rabia. No miró atrás. Afuera, sacó su teléfono y, temblando de ira, marcó el número de Mónica. El tono de llamada sonó una
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Capitulo 106
y otra vez, pero no hubo respuesta.
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Frustrada, Luciana apretó los labios y marcó el número de Alejandro. En ese momento, Alejandro estaba en una reunión importante. Cuando vio el nombre de Luciana parpadear en la pantalla, algo lo inquietó. Hizo una señal para pausar la reunión y se acercó a la ventana antes de contestar.
-¿Luciana?-preguntó, notando el temblor en su respiración.
¿Dónde está Mónica? –La voz de Luciana vibraba con una ira contenida, como si cada palabra fuera un esfuerzo por no explotar.
Alejandro se quedó perplejo por su tono. Nunca la había escuchado así.
-¿Qué ocurre, Luciana? ¿Por qué…?
—¡Te pregunté dónde está! -lo cortó Luciana. Su voz estaba cargada de desesperación- Solo dame una dirección. ¿Es tan difícil?
Alejandro, sintiendo que algo muy grave había pasado, vaciló antes de responder.
-Está en el set de filmación, en la ciudad de cine…
Antes de que pudiera terminar, Luciana ya había colgado.
Alejandro miró el teléfono, desconcertado. ¿Qué había pasado? ¿Qué la había descontrolado de esa manera?
Luciana llegó a la ciudad de cine con pasos rápidos y decididos, como si el tiempo la persiguiera. Preguntar por el set de Javier Mendoza, uno de los directores más conocidos, fue lo más sencillo del día. El corazón le palpitaba con fuerza mientras se mezclaba entre la multitud de extras. No tenía tiempo que perder.
Al poco tiempo, llegó a su destino: el camerino de Mónica. En la puerta, un letrero claro [ Mónica Soler, exclusiva]. Sin dudar, Luciana levantó la mano y golpeó dos veces.
-¡Adelante! -respondió Mónica desde dentro.
Luciana abrió la puerta con firmeza. Mónica, sentada frente al espejo arreglándose el maquillaje, se quedó paralizada al verla. Su expresión pasó rápidamente de la sorpresa a la
furia.
-Luciana, ¿qué haces aquí? ¡Este no es tu lugar! -Mónica se giró en su asiento, desafiante.
Luciana no estaba para rodeos. Sus ojos brillaban de rabia. Extendió la mano, directa.
-Dame mi carta de admisión. ¡Devuélvemela!
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+25 BONU:
Mónica fingió ignorancia, su rostro mantenía una máscara de calma.
-¿Qué carta? No sé de qué hablas.
La paciencia de Luciana se rompió en ese instante. En un movimiento rápido, le agarró el cabello a Mónica, tirando con fuerza. Mónica soltó un grito de dolor.
-¡Luciana, suéltame! ¡Estás loca!
Pero Luciana no la soltó. Sus manos temblaban, pero no por miedo, sino por el furioso deseo de recuperar lo que le habían robado.
-¡Si estoy loca, es porque ustedes me empujaron a esto! -su voz era baja, cargada de ira–.j Devuélveme la carta!
Respirando con dificultad, Mónica dejó caer la farsa. Su mirada se volvió venenosa.
-¡Nunca te la devolveré! -escupió con odio-. ¿Creías que podías robarme a Alejandro sin consecuencias?
Luciana aflojó el agarre, atónita. Las palabras de Mónica la golpearon como un puño. Mónica, aprovechando la oportunidad, se levantó, enfrentándola con frialdad.
-Sí, Luciana. Tomé tu carta. Pensaste que podías entrar en mi vida sin pagar un precio. ¡Qué ingenua! El universo me dio la oportunidad de aplastarte, y lo hice.
Los ojos de Luciana comenzaron a llenarse de lágrimas, pero no eran de tristeza. Eran de pura rabia. Su voz salió rota, cargada de dolor.
—Mónica… devuélveme la carta. Sabes lo que significa para mí. ¡Es mi futuro!
¡Era su futuro! ¡Era su única salida! No había nacido en una familia acomodada, tenía un hermano al que cuidar ¡y solo podía contar con ella misma!
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