Capítulo 107
Capítulo 107
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Solo si lograba algo en la vida, jella y su hermano podrían tener una vida digna!
-¡Suéltame! -Mónica, finalmente zafándose de su agarre, se levantó bruscamente. Una sonrisa de desprecio se dibujó en su rostro. Claro que sé lo que significa para ti esa notificación. Y precisamente porque lo sé… ¡la rompí!
—¿Qué?! —Los ojos de Luciana se agrandaron de incredulidad, su voz temblaba-. ¡Dilo de nuevo!
Mónica, con frìaldad calculada, se acomodó el cabello tras la oreja, su malicia se reflejaba en cada palabra—: Te lo repito, la rompí. ¡Rompi tu notificación!
Y entonces estalló en carcajadas, crueles, desquiciadas.
—¡Ja, ja, ja! ¿Sabes qué? Sé que eres buena estudiante, pero, ¿y qué? ¡Tu futuro se fue al demonio porque yo lo decidí! ¡Estás destinada a quedarte bajo mi pie el resto de tu vida!
Luciana quedó paralizada, su boca abierta, sin poder emitir un solo sonido. Mónica, ante sus ojos, ¡se había transformado en una auténtica pesadilla! Era la personificación del caos en su vida: ¡la mujer que había destruido su hogar y ahora destrozaba su futuro! ¡Era la encarnación del mal!
¡Los puños de Luciana se cerraron con tanta fuerza que sus nudillos crujieron! De repente, jun grito desgarrador escapó de su pecho! ¡Se lanzó sobre Mónica!
—¡Ah! —Mónica cayó al suelo. Luciana la sujetó por el cuello con ambas manos, las lágrimas se mezclaban con su respiración agitada. Sus ojos irradiaban furia.
-¿Con qué derecho? ¡Te robaste las cartas de Fernando! ¡Arruinaste lo nuestro y ahora destruyes mi futuro! -gritó Luciana, la voz quebrada por la rabia acumulada.
-¿Con qué derecho? -Mónica apenas podía respirar, pero sus ojos seguían llenos de odio–.i Porque siempre fuiste insoportable! ¡Seduciendo a los hombres! ¿Qué tienes tú que no tenga yo? ¡Hiciste que Fernando te adorara!
El veneno de los celos se derramaba en cada palabra. Mónica siempre había envidiado la relación de Luciana con Fernando. Y ahora, la veía como una amenaza aún mayor.
-¡Y ahora, lo mismo con Alex! ¡Es mío! -Mónica jadeaba mientras intentaba zafarse-. No me importa si te gusta estudiar, jvoy a destruirte!
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¿Destruirme? -Los ojos de Luciana se oscurecieron ¡Perfecto! ¡Entonces vamos a destruirnos juntas!
El pánico se apoderó de Mónica. Sentía cómo el aire abandonaba sus pulmones mientras
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Capítulo 107
Luciana apretaba su cuello con más fuerza.
-¡Ah… no… Luciana… detente! -balbuceaba Mónica, su voz se desvanecía mientras sus ojos se ponían en blanco.
-Soc… soc… ayuda…
Lo sentía. ¡Luciana realmente quería matarla!
Luciana, al borde del colapso, tenía los ojos secos, incapaz de llorar. La habían empujado al límite, y ahora ya no veía salida. Si ese era el final, ¡se irían juntas!
De repente, la puerta se abrió. Se escucharon pasos apresurados detrás de ellas: Alejandro y Eileen, la agente de Mónica, habían llegado.
Mónica los vio y, en busca de ayuda, extendió la mano. Abrió la boca, pero no logró emitir sonido alguno.
-Ale…x…
Alejandro quedó paralizado al ver la escena. El pánico lo invadió cuando finalmente reaccionó. Corrió hacia Luciana, agarrando su mano con fuerza.
-¡Suéltala! ¡Luciana, suelta!
Pero Luciana no respondía, atrapada en su propio trance.
No podían esperar más. ¡Una tragedia era inminente!
—¡Luciana, suelta! —Alejandro aplicó más fuerza, y Luciana, al sentir el dolor, finalmente aflojó su agarre.
-Alex… -Mónica se cubría el cuello, tosía violentamente-. Cof… cof…..
-¿Estás bien?
Alejandro la miraba con preocupación. Mónica estaba pálida, como si toda la sangre hubiera abandonado su rostro. La ayudó a levantarse, pero en el proceso, empujó a Luciana al suelo.
¡Ah! Luciana soltó un gemido ahogado al sentir un dolor punzante en el brazo. El olor a sangre invadió su nariz. Al mirar hacia abajo, vio que una navaja en el suelo había cortado su brazo. Levantó la vista y observó cómo Alejandro sostenía a Mónica en sus brazos. Pronto, él la alzó y salió rápidamente con ella.
-¡Juan! ¡Simón! -gritó Alejandro, con frialdad.
-Sí.
Se fueron. Luciana quedó tirada en el suelo, incapaz de moverse. Los ojos secos que antes no
podían llorar, ahora se nenaban de lagi
silenciosas.
En ese momento, Eileen entró nuevamente con aire de seguridad.
-¡Rápido! ¡Es ella! ¡Atrápenla!
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