Capítulo 108
Capítulo 108
Los guardias rodearon a Luciana. Dos de ellos intentaron sujetarla.
-¡No me toquen! -Luciana los detuvo con un grito, tambaleante, apoyándose en su brazo herido
para ponerse de pie.
-¡No creas que te vas a escapar! -Eileen se plantó frente a ella, una sonrisa fría asomando en sus labios. Le pegaste a Mónica, las cámaras lo grabaron todo. ¡Ya llamamos a la policía!
Pero lo que Eileen no esperaba fue la reacción de Luciana. Con una leve sonrisa sarcástica, ella respondió:
¿Ah, sí? Perfecto. Aquí me quedo esperando a la policía. —Se sentó con calma en una silla, como si nada ocurriera.
Eileen quedó desconcertada. «¿Esta mujer de verdad estará loca? ¿Acaso no tiene miedo?>>
***
Mientras tanto, Mónica fue llevada al hospital más cercano.
-No es nada grave -el doctor sacudió la cabeza—. El tejido blando está inflamado, lo que podría afectar su voz. Con tratamiento y reposo, en unos días estará bien. No debe hablar durante ese tiempo.
Alejandro asintió y fue a verla. Mónica dormía, una venda alrededor de su cuello. Alejandro frunció el ceño, pensativo. ¿Qué clase de odio tan profundo existe entre Luciana y Mónica? ¿Era solo por ser su esposa legal mientras Mónica era la mujer a la que prometió casarse?
Siempre se ha dicho que la esposa y la amante no pueden coexistir, pero en su caso, la situación no era tan clara. Estaba seguro de que había algo más entre ellas, algo que desconocía.
Su teléfono sonó. Era Sergio. Alejandro salió de la habitación y contestó.
Primo, malas noticias. Eileen llamó a la policía, ¡y se llevaron a Luciana!
***
Alejandro llegó a la comisaría y se encontró con Eileen, la agente de Mónica.
Sin rodeos, fue directo:
-Retira los cargos, ahora.
-¿Por qué? -Eileen no lo comprendía-. Siempre has cuidado a Mónica, y hoy ella ha sufrido
una humillación terrible. ¿Vas a dejar que esto pase así de fácil?
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Capítulo 108
Alejandro la miró con frialdad.
-¿Y qué con eso?
Eileen quedó atónita, incapaz de creer lo que oía.
-Señor Guzmán, justed es el novio de Mónica!
-¿Y qué? -repitió Alejandro con calma.
Eileen quedó sin palabras, desconcertada.
Alejandro no se molestó en explicarle más. Sergio apareció acompañado de Nathan, el abogado, quienes habían estado negociando con la policía para ver a Luciana.
-Primo–dijo Sergio, preocupado-, Luciana no quiere ver a nadie.
¿No quiere ver a nadie, o no quiere verlo a él? Alejandro se quedó perplejo. En una situación como esta, ¿cómo podía ser tan obstinada? Mientras la tensión aumentaba, Nathan se dirigió a
Eileen:
-¿Retiraron los cargos?
Eileen, aún frustrada, negó con la cabeza.
-No tengo autoridad para hacerlo. Ya informé a los padres de Mónica. Ellos decidirán si se retiran los cargos.
Después de todo, Eileen no era la víctima ni un familiar cercano.
Alejandro meditó un momento y sacó su teléfono para llamar a Mónica. En el hospital, Mónica ya había despertado. Clara, su madre, había llegado tras la llamada de Eileen, y estaba sentada junto a la cama. Al ver el teléfono sonar, Clara contestó. 1
—Señor Guzmán, Mónica no puede hablar. Si necesita algo, dígame a mí.
Alejandro fue directo:
-Retiren los cargos.
Esas tres simples palabras encendieron la furia de Clara. Era como si hubiera escuchado el chiste más ridículo del mundo.
-¿Señor Guzmán, no estará bromeando, verdad? Luciana dejó a Mónica en ese estado, ¿y usted me pide que retire la demanda?
Alejandro frunció el ceño, manteniendo la calma.
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Capitulo 108
-¿Qué relación tienen ustedes con Luciana? O mejor dicho, ¿qué conflicto hay entre ustedes?
-¿Qu… qué? -Clara se puso nerviosa, tartamudeando-. No entiendo lo que quiere decir, señor Guzmán.
Era evidente que no querían contarle nada. Alejandro no los presionó, su tono seguía frío:
-No tienen que retirar la demanda. Luciana tampoco está dispuesta a ver a su abogado. Si esto sigue así, terminarán en juicio.
Cada palabra fue pronunciada con claridad y firmeza.
-Lo que pasó hoy en el set de grabación, la razón por la que se pelearon y el conflicto entre ustedes… todo saldrá a la luz pública.
Cada frase retumbaba en los oídos de Clara, quien comenzó a temblar.
Alejandro, aunque no la veía, imaginaba la expresión de pánico en su rostro. Una sonrisa fría se dibujó en sus labios mientras añadía:
-Piénsalo bien. ¿Realmente pueden tú y Mónica soportar las consecuencias de todo esto? 1
Por supuesto que no. El escándalo de la familia Herrera los destruiría si salía a la luz. Mónica, una figura pública, no podría soportar la presión mediática. Y estaba destinada a ser la esposa de Alejandro. No podía permitirse una mancha en su reputación.
Clara, con las manos temblorosas, sujetaba el teléfono con fuerza.
-Lo entiendo. Retiraré la demanda.
Colgó el teléfono furiosa, y le lanzó una mirada de desprecio a Mónica antes de darle un toque
brusco en la frente.
-¡Inútil! ¡Alejandro está defendiendo a Luciana! ¡Te dije que ella lo tenía embobado!
Mónica, incapaz de hablar, enrojeció de rabia. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-¡Deja de llorar! ¿De qué te sirve llorar? -Clara estaba fuera de sí-. ¡Esto no puede seguir así! ¡Tenemos que encontrar una manera de recuperarlo!
Pero, ¿qué podían hacer?
***
No fue hasta la noche cuando Clara retiró la demanda. Nathan finalizó los trámites y la policía liberó a Luciana a las nueve de la noche.
-Señor Guzmán. -Nathan le entregó una bolsa a Alejandro-. Estas son las pertenencias de
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Luciana. La policía las había confiscado temporalmente.
-Está bien.
Alejandro asintió, pero la curiosidad lo invadió. ¿Qué habría en esa bolsa? No pudo evitar abrirla y echar un vistazo rápido.
¡Cartas! En estos tiempos, las cartas eran una rareza. Sacó una para leer el remitente: [Para Luciana Herrera].
Remitente: [Fernando Domínguez). Y detrás del nombre, había dibujada una pequeña nube.
Vaya
Así que… eran cartas de amor.
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