Capítulo 109
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Alejandro se quedó petrificado, sus pupilas se contrajeron. Impulsivamente, volvió a revisar la bolsa. Estaba llena de cartas de amor de Fernando para Luciana. ¡Una bolsa entera de cartas! Alejandro esbozó una sonrisa fría y, con un gesto brusco, volvió a meterlas en la bolsa, ajustando el nudo con fuerza. ¡No tenía interés en seguir leyendo!
***
Alejandro estacionó frente a la casa y vio a Luciana salir por la puerta. Tocó la bocina, pero ella ni lo miró; siguió caminando, ignorándolo. Frunciendo el ceño, Alejandro salió del coche y fue tras ella.
-¡Luciana! ¡Luciana! -La llamó dos veces, pero ella no respondió.
Alejandro aceleró el paso, alcanzándola y sujetando su muñeca.
¿A dónde crees que vas? Sube al auto, vamos a casa.
-¡Quita tus manos sucias de mí! ¡No me toques!
La reacción de Luciana fue tan violenta que Alejandro se quedó perplejo, como si de repente él fuera portador de algo repulsivo.
La miró con incredulidad.
¿Dices que estoy sucio?
-¡Sí! ¡Lo digo! Todo el que se acerca a Mónica está sucio, ¡maldita sea! -Luciana, fuera de control, soltó una maldición.
Alejandro no se sintió ofendido, pero su desconcierto creció. Estaba seguro de que algo más pasaba entre ellas.
-¿Tú y Mónica ya se conocían? ¿Qué clase de problema tienen?
Luciana soltó una carcajada amarga.
-¿Quieres saber? Pregúntale a tu novia, ja ver si tiene la decencia de contártelo!
Sus sospechas se confirmaron. Alejandro frunció el ceño.
-Sabía que había algo entre ustedes, pero no tienes que hablar así. Eres una futura doctora, deberías tener un poco de educación.
Luciana dejó escapar otra risa sarcástica. ¿Educación? Eso era para la gente que merecía respeto, y Alejandro no estaba en esa categoría. Pero no quería seguir discutiendo.
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Capítulo 109
Exhausta, Luciana habló con voz cansada:
-Suéltame. No tengo energía para discutir contigo.
Alejandro no la soltó.
-Cuéntame, ¿cuál es el problema entre ustedes? Quiero ayudar…
Luciana lo interrumpió con una risa amarga, casi descontrolada. Rió tanto que sus ojos se llenaron de lágrimas.
Alejandro no ocultó su irritación, clavándole la mirada, pero Luciana no tenía intención de explicarse. Solo intentaba zafarse.
-¡Déjame en paz! ¡Ahhh!
Alejandro no aflojó su agarre, hasta que finalmente Luciana gritó de dolor.
-¿Qué pasa? -se alarmó Alejandro.
Al levantar su brazo, vio el problema: una herida de unos dos o tres centímetros adornaba la piel de Luciana. Se había mojado, y la piel alrededor estaba hinchada y blanca, casi como si estuviera a punto de desprenderse.
-¿Qué te pasó? -Alejandro dedujo que debía ser el resultado de su pelea con Mónica.
Exasperado, suspiró.
-¿Por qué no dijiste que estabas herida? ¡Eres doctora y te metes a la ducha con una herida abierta!
Luciana ni lo miró. 1
-Vamos, te llevo al hospital. -Intentó tomarla de la otra mano, pero Luciana se resistió, su frustración creciendo.
-¡Basta ya! ¡No me toques! ¡Maldita sea, te dije que no me toques!
Alejandro se quedó atónito, no esperaba que perdiera el control así. Parecía un pequeño león furioso. Él, que no era conocido por su paciencia, había sido más que tolerante.
Con el rostro serio, le advirtió:
-Si no te calmas, te voy a cargar.
-¡No me vengas con eso! -Luciana no contenía su ira-. Cuando me lastimaste, ni siquiera me miraste. ¿Y ahora pretendes hacerte el bueno?
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Capitulo 109
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-¿Qué?
Alejandro la miró sorprendido, incrédulo. ¿Su herida la había causado él?
-¿Lo olvidaste? -Luciana habló con voz suave, hasta sonriendo-. Me empujaste al suelo, ¡y la navaja se clavó en mi brazo!
Levantó el brazo y lo señaló.
-No es profunda, solo un centímetro, nada más.
Alejandro sintió que el aire se le escapaba. Un profundo sentimiento de culpa lo invadió. ¡La había herido! Y lo peor, ¡ni siquiera se había dado cuenta!
-Lo sien…
-¡Ahh! -Luciana de repente se llevó las manos al abdomen, su rostro palideció y grandes gotas de sudor comenzaron a caer por su frente.
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