Capítulo 111
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Luciana tuvo un sueño largo y tormentoso. O más bien, una serie de pesadillas que la sumergían en una desesperación sofocante.
-¡Ah! -Despertó gritando, con la frente empapada en sudor frío. Un escalofrío le recorría el cuerpo, helándole los huesos.
-Luciana.
Una voz grave susurró su nombre. Pensó que aún estaba soñando, hasta que, un segundo después, sintió unos brazos cálidos que la envolvían.
Luciana permaneció inmóvil en los brazos de Alejandro, sin reaccionar. Cuando finalmente volvió en sí, levantó la cabeza. Sus ojos, ahora secos, no mostraban la fragilidad de antes.
-Luciana -Alejandro habló en voz baja-, ¿cómo te sientes? ¿Te duele algo?
Alejandro levantó la mano instintivamente, queriendo tocar su frente. Anoche había tenido fiebre. Pero Luciana giró la cabeza, esquívándolo con precisión.
Alejandro se quedó inmóvil, como si le hubieran arrojado un cubo de agua fría. Retiró la mano, sintiendo sus dedos helados. Sabía que la había lastimado, y que su enojo era justificado. 1
-Lo siento dijo Alejandro, con voz profunda y llena de arrepentimiento-. No me di cuenta aquel día. Aunque no fue intencional, te lastimé, y eso no debió
pasar.
Luciana lo miró con ojos grandes, su mirada firme y decidida. Cuando habló, su tono era duro y sin titubeos.
-No necesitas disculparte, señor Guzmán. Hiciste lo correcto al defender a tu novia, lo entiendo perfectamente.
Al escucharla, Alejandro frunció el ceño de inmediato. Su voz se tensó.
-¿Tienes que hablarme así? -Sentía un nudo en el pecho-. Llamé al abogado para sacarte de
la comisaría, no me he movido de tu lado desde que ocurrió todo… -Al decirlo, la incomodidad lo invadió.
Luciana soltó una risa seca.
-Señor Guzmán, por su novia realmente está dispuesto a hacer cualquier cosa. Se levantó de la cama, apartando las cobijas.
Alejandro la detuvo, sujetando su muñeca con firmeza.
-¿Qué quieres decir con eso?
-¿Qué quiero decir? -Luciana desvió la mirada, suspirando-. Voy a ser clara. La razón por la
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que me sacaste de la comisaría fue para proteger la reputación de Mónica y su familia, ¿o no?
Alejandro quedó atónito, su ceño se frunció aún más. Sabía que Luciana era inteligente, pero esta vez estaba equivocada. Lo que ella no entendía era a quién realmente había tratado de proteger.
-Mi objetivo principal fue sacarte a ti, -explicó Alejandro-. Lo de la reputación de Mónica era secundario. Tú eres mi esposa, ¿crees que me quedaría de brazos cruzados viendo cómo te acusan?
-¿Hay alguna diferencia? -Luciana esbozó una sonrisa sarcástica—. Señor Guzmán, no soy realmente su esposa. No necesitas disfrazar tus palabras con tanta nobleza. Y no soy una niña ingenua,
Hizo una pausa y añadió:
-Aún así, debo agradecerte. Aunque sin tu ayuda también hubiera logrado que Mónica retirara los cargos, contigo todo fue más rápido. -Sacudió suavemente su muñeca—. Ahora suéltame, necesito ir al baño.
Alejandro la soltó en silencio, observándola mientras se alejaba. Se llevó la mano a la frente, frustrado. Podía sentirlo claramente: Luciana lo rechazaba, lo mantenía a distancia. Despreciaba a todos los que se relacionaban con Mónica, y eso lo incluía a él. Incluso sus intentos de ayudar, ella los interpretaba de la peor manera posible.
***
Sergio terminó con los trámites, y Alejandro acompañó a Luciana al auto. Ella dudó un momento, pero no se resistió. El auto arrancó, y Luciana apoyó la cabeza contra la ventana, mirando el paisaje distraídamente.
-Alejandro.
-Sí. -Alejandro respondió de inmediato, como si hubiera estado esperando que ella hablara.
Luciana suspiró y, con voz baja, dijo:
-¿Podemos divorciarnos ahora?
Se sentía agotada. Al principio, su matrimonio con Alejandro había sido parte de su plan para vengarse de la familia Herrera, pero ahora sabía que luchar contra ellos era inútil. Gente sin escrúpulos, sin moral, sin principios. Gente que, cuando perdía el control, dejaba de ser humana. Su matrimonio con Alejandro se había convertido en un detonador, y en cualquier momento Mónica y su madre podrían explotar y destruirla… o peor aún, arruinarla por completo.
Alejandro apretó las manos sobre el volante. Quiso preguntarle por qué de repente quería el
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divorcio, cuando antes no había accedido bajo ninguna circunstancia. «¿Será por Fernando?»> pensó. «Seguramente han vuelto a estar juntos.» Pero no preguntó, porque hacerlo sería admitir que le costaba dejarla ir.
Unos segundos después, Alejandro asintió.
-De acuerdo.
El auto se detuvo frente a la Casa Guzmán, pero Alejandro no bajó. Luciana dudó antes de
preguntar:
-¿No vas a entrar?
–
Alejandro negó con la cabeza, lanzándole una mirada rápida.
-Tengo cosas que hacer. No regresaré esta noche. Acompaña a mi abuelo y cenen juntos.
Pensó un momento y añadió:
-Voy a estar bastante ocupado los próximos días. Probablemente no vuelva por un tiempo. Puedes dormir en la cama, siempre será más cómoda que el sofá.
Dicho esto, la miró en silencio, como si esperara una respuesta. Su mirada, oscura y sin expresión, le provocó a Luciana un escalofrío.
-Entendido. Luciana asintió-. Cuando tengas todo listo para el divorcio, avísame.
-Lo haré.
Alejandro asintió levemente, encendió el auto y se fue. 1
Luciana entró en la casa. Esa noche, cenó con Miguel, lo revisó y le sacó sangre para los análisis. Una hora después, llegaron los resultados. Luciana tomó la mano de su abuelo con una
sonrisa.
-Abuelo, los resultados del análisis son buenos. En tu condición, ya podemos programar la cirugía. ¿Qué te parece dentro de dos semanas? Una semana sería muy pronto.
Miguel sonrió, satisfecho.
-Está bien, haré lo que tú digas, Luci.
-Así será, entonces. -Luciana le dio las medicinas con un vaso de agua-. Abuelo, descansa
temprano.
-Claro, claro.
Solo cuando Miguel se quedó dormido, Luciana regresó a su habitación.
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El cuarto, grande y silencioso, la recibió con su soledad. Después de ducharse, caminó hacia el sofá, por costumbre. Mientras se secaba el cabello, recordó que esta vez podría dormir en la
cama.
Alejandro dijo que no volverá en un buen tiempo.
<«<Seguro está con Mónica», pensó Luciana. Viviendo juntos, como cualquier pareja.
Luciana se acercó a la cama, se dejó caer de espaldas con los brazos extendidos y se estiró. ¡Qué comodidad! Dormir en la cama era un verdadero placer. Ojalá Alejandro no volviera nunca. 1
Pero de repente, soltó una sonrisa amarga. Pronto se divorciarán, así que tampoco podría disfrutar de esa cama por mucho tiempo.
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