Capítulo 114
Su mano, apretando la correa de su bolso, temblaba visiblemente.
-Señora, tengo cosas que hacer. Me voy. —Sin esperar respuesta, bajó la cabeza y corrió calle abajo.
Fernando salió corriendo tras ella.
-¡Luciana!
-¡Fernando!
No vio a Victoria hasta que ella lo agarró del brazo.
-¿A dónde vas? ¡No me digas que vas a perseguir a Luciana!
Solo entonces Fernando se dio cuenta de que su madre estaba ahí. La sorpresa lo dejó perplejo.
-¿Mamá? ¿Qué haces aquí?
De pronto, su sorpresa se transformó en furia.
-¡¿Qué le dijiste a Luciana?! ¡Dime que no volviste a decirle tonterías!
Victoria se puso pálida de rabia, incapaz de contenerse.
-¿Tonterías? ¡Fernando, nunca cambiarás! ¿No te das cuenta? ¡Su hermano tiene autismo! Y tú sigues perdiendo el tiempo con ella. ¿Qué quieres, arruinarte la vida teniendo un hijo autista? ¿Matarnos de un disgusto a tu padre y a mí?
¡Era la misma conversación de siempre! ¡Igual que años atrás, hasta en los detalles!
-¡Mamá! -Fernando estaba al borde de perder la razón-. Te lo he dicho mil veces, el autismo de Pedro no es genético. ¡Y aunque lo fuera, eso no significa que nuestros hijos tendrán problemas! Y si te preocupa tanto, ni siquiera necesitamos tener hijos. Así no habría ningún riesgo.
Victoria, horrorizada, levantó la mano y le dio una bofetada a Fernando.
-¡¿Qué tontería acabas de decir?! ¡Estás hablando como un loco!
Fernando se quedó quieto, con la cabeza ladeada. Después de unos segundos, la miró de nuevo, con los ojos llenos de dolor.
-Mamá, la vida no se trata solo de tener hijos. -Pronunciaba cada palabra con firmeza-. Por tu culpa, ya la perdí una vez. No cometeré el mismo error dos veces. Nadie, ni siquiera tú, me va a separar de Luciana… a menos que sea la muerte.
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Capítulo 114
Dicho esto, se dio la vuelta y se fue, sin mirar atrás.
Victoria se quedó inmóvil, murmurando, temblorosa:
-Todo está perdido… Todo está perdido…
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+25 BONUS
Ese día, Luciana llegó temprano a la Casa Guzmán. Tomó un libro y se sentó con Miguel en el balcón, disfrutando del cálido atardecer.
Sorprendentemente, Alejandro también regresó temprano. Durante los últimos días, no había estado en casa, y Miguel, molesto, le pidió a Felipe que lo llamara para que volviera. Al entrar, Felipe lo recibió con una sonrisa y señaló hacia adentro.
-El don está con Luciana.
–
-Entiendo. Alejandro asintió y le pidió a Felipe-: La próxima vez que el abuelo pregunte, no le digas que no volví a casa. Dile que salgo temprano y regreso tarde.
-Esto… Bueno, está bien. -Felipe suspiró y no pudo evitar darle un consejo-: Señor, Luciana es una buena mujer. Aunque el don Miguel pueda ser algo estricto, ya están casados, y ella está esperando un hijo. Deberías tratarla mejor, cuidarla más.
¿Incluso Felipe pensaba que él era el malo en esta historia? Alejandro no pudo evitar sentirse frustrado, sin saber cómo explicarse. Solo asintió con desdén.
-Haré lo que pueda.
Con eso, avanzó hacia adentro.
En el balcón, Miguel se había quedado dormido en la tumbona, mientras Luciana permanecía a su lado. ¿Estaba leyendo? Alejandro había estado parado detrás de ella al menos cinco minutos, y ella no había pasado ni una sola página. Si uno se fijaba bien, ni siquiera movía los ojos. ¿ Cómo era posible que no se hubiera dado cuenta de que él estaba ahí?
Alejandro frunció el ceño. ¿Tenía algo en mente? Quiso preguntarle, pero lo pensó mejor. Sabía que ella no quería su preocupación, y además, estaban a punto de divorciarse. Pronto estaría viviendo feliz con Fernando, ¿para qué mostrarle interés ahora?
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