Capítulo 115
El comportamiento inusual de Luciana continuó durante la cena. Alejandro notó que solo comía lo que su abuelo le servía. Cuando se quedaba sin comida, simplemente comía pan.
-¿Qué tanto miras? -Miguel, al notar cómo su nieto observaba a Luciana con el ceño fruncido, le habló con disgusto. Ni siquiera sabes cuidar bien a tu esposa y a tu hijo.
Alejandro levantó una ceja, prefiriendo ignorar el comentario.
Más tarde, de regreso en la habitación, Alejandro fue directo al vestidor para cambiarse. Pero al entrar, vio a Luciana frente al espejo, con las manos sobre su vientre, acariciándolo suavemente. Aunque estaba por cumplir tres meses de embarazo, aún no se le notaba. Su vientre seguía tan plano como siempre.
Pasó junto a ella, sin decir nada, hasta que escuchó su voz.
–
Ya casi son tres meses.
Alejandro se detuvo en seco, confundido, y giró para mirarla.
-¿Qué dijiste?
Luciana no repitió la frase. En cambio, lo miró fijamente, con una calma casi extraña, y le dijo en voz baja:
-Estaba pensando… tal vez debería interrumpir el embarazo. ¿Tú qué opinas, Alejandro?
Alejandro no entendía por qué ella le hacía esa pregunta. ¿Qué tenía que ver eso con él? Antes de que pudiera responder, Luciana esbozó una suave sonrisa, como si estuviera hablando con un amigo de confianza.
-Mi hermano tiene autismo. Lo has conocido.
Alejandro arqueó una ceja.
-¿Y eso qué tiene que ver?
Luciana guardó silencio unos segundos, su expresión tornándose más seria.
-El autismo tiene un componente genético. Aunque los médicos dijeron que lo de Pedro fue, en su mayoría, adquirido…
Pedro solo tenía un año cuando su vida familiar se derrumbó. Luciana y su hermano se quedaron «huérfanos», soportando los abusos y maltratos de su madrastra, Clara. Aunque Luciana hizo todo lo posible por protegerlo, Pedro se volvió cada vez más retraído, diferente a los otros niños…
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Capítulo 115
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Luciana parpadeó y continuó:
-Pero no se puede descartar por completo un factor genético.
El autismo es una condición con causas muy complejas, y Alejandro lo entendió.
-Entonces, lo que estás diciendo es… ¿que no planeas tener a este bebé?
Luciana apretó los labios, sus ojos reflejaban una lucha interna. En lugar de responder, le devolvió la pregunta:
-Si fueras tú, ¿qué harías?
-¿Yo? -Alejandro soltó una risa sarcástica-. No soy mujer… 1
Pero al encontrarse con la mirada de Luciana, cargada de tristeza y expectativa, cambió de tono.
-Si fuera mi hijo, y abortarlo fuera a lastimar a mi esposa, lo tendría. Incluso si el destino fuera desafortunado, no sería un problema criarlo. Tengo los medios para darle una vida mejor que la de cualquier otro niño. Aunque yo y mi esposa ya no estuviéramos…
Luciana lo miró sorprendida. Las lágrimas que había estado reprimiendo comenzaron a brotar. Siempre había sabido que Alejandro era un buen hombre. Cuanto más lo conocía, más clara se hacía esa verdad. Sin embargo, ese buen hombre no tenía nada que ver con ella. No podía tocarlo, ni mucho menos amarlo.
-¿Tú…? -Alejandro también se sorprendió, mirándola fijamente-. ¿Estás llorando? – Sin darse cuenta, levantó la mano, queriendo acariciar su mejilla.
-Estoy bien. Luciana reaccionó rápidamente, cerrando los ojos con fuerza y, al volver a abrirlos, sus lágrimas ya se habían secado.
Recuperó su sonrisa:
-¿Te vas a quedar aquí esta noche? Entonces dormiré en el sofá.
-No hace falta. -Alejandro retiró la mano en el aire, sin mostrar emoción-. Cuando mi abuelo se duerma, me iré. Así dejo de escucharlo quejarse. Tú duerme en tu cama, no te preocupes por mí. Iré a la oficina un rato.
Dicho esto, se dio la vuelta y salió de la habitación antes de que Luciana pudiera despedirse.
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