Capítulo 117
La escena estaba a punto de complicarse aún más.
Luciana seguía paralizada, pero entonces vio a Ricardo sacar su billetera. A su edad, todavía llevaba efectivo. Sacó un fajo de billetes y se lo ofreció a Luciana.
-¿Te hace falta dinero? Toma, aquí tienes. Si no es suficiente, solo dímelo.
Luciana no se movió. ¿Qué estaba pasando? Este hombre, que no había mostrado el más mínimo interés por ella desde que tenía ocho años, ¿de repente parecía preocupado por su bienestar? Al ver que ella no tomaba el dinero, Ricardo le agarró la mano y le metió el fajo de
billetes.
-Toma, es tuyo.
Luciana frunció el ceño y rápidamente retiró su mano. Su expresión se endureció. No importaba el motivo de este cambio repentino, no iba a aceptar su falsa preocupación.
-¡Llévate eso! ¡No lo quiero! -Se giró para irse.
-¡Luciana, no te vayas! -Ricardo la agarró de nuevo, insistente. Como ella no aceptaba el dinero, trató de forzarlo en su mano.
-¡Es de tu papá! ¡Tómalo, te digo…!
Luciana, harta, sacudió el brazo con fuerza y gritó:
-¡Te dije que no lo quiero!
Con ese movimiento, los billetes de cien dólares salieron volando en todas direcciones.
-Luciana, yo… -Ricardo no tuvo otra opción que agacharse a recoger el dinero, con desesperación en su rostro.
Luciana lo miraba en silencio, su mirada se volvía cada vez más fría. Metió las manos en los bolsillos, lista para irse, pero en ese momento vio a Clara y Mónica acercándose corriendo, con el rostro lleno de furia, listas para armar un escándalo.
-¡Luciana! -Clara se plantó frente a ella, escupiendo las palabras con rabia. Le lanzó una mirada a Mónica—. ¡Mónica, sujétala!
-¡Sí, mamá! -Mónica no dudó un segundo y atrapó los brazos de Luciana, sujetándola con fuerza.
-¡Bien hecho! -Clara sonrió satisfecha, levantando la mano y abofeteándola con toda su fuerza.
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Luciana se quedó atónita, su cara ladeada, mirando a madre e hija. ¡Estaban locas! ¡Toda esa familia estaba loca! ¡No podía soportarlo más!
-¡Suéltame! —Luciana sacudió los brazos, liberándose del agarre de Mónica. Su sien latía con furia-. Si quieren hacer un espectáculo, háganlo, pero esto es un hospital. ¡No me prestaré para sus locuras! Si siguen, llamo a seguridad.
—
-¡Ja! -Clara la apuntó con el dedo, casi tocándole la cara-. ¿Dices que yo estoy loca? Luego señaló a Ricardo, quien había estado de pie, sumiso, sin atreverse a decir una palabra—. ¡ Lo sabía! Me preguntaba para qué sacabas dinero a escondidas. ¡Y resulta que era para dárselo a esta maldita!
Cada vez más alterada, Clara empezó a empujar a Ricardo, llorando y gritando:
-¡Esa maldita ha maltratado a Mónica! ¡La dejó tirada en el hospital durante días! ¡¿Y tú vas y le das dinero?! ¡Dios mío, no puedo seguir viviendo así!
-Tranquila, cariño, tranquila… -Ricardo, nervioso, intentaba calmarla, asumiendo toda la culpa-. Fue mi error, no te enojes… No volverá a pasar, lo prometo.
Mientras la sujetaba del brazo, lanzó una mirada desesperada a Mónica, suplicando ayuda.
-Hija, di algo, por favor.
Mónica frunció el ceño, claramente disgustada.
-Papá, esto fue tu culpa. ¿Cómo pudiste darle dinero sin decirnos nada?
-Sí, sí, ya lo sé… Cometí un error.
Detrás de ellos, Luciana, aún con la mano en la mejilla, soltó una risa sarcástica. ¿Qué era todo este teatro que estaban montando?
-¿De qué te ries? -Mónica se dio la vuelta bruscamente, fulminándola con la mirada. Eres una ladrona, ¿no? ¡Siempre has sido una desgraciada, queriendo sacar dinero de nuestra familia!
Cansada del drama, Luciana decidió provocarla aún más.
-Claro, y aunque lo intentes una vez, ¿crees que podrás detenerme siempre?
-¡Luciana!
-Mónica -Ricardo la agarró, tratando de calmarla-. Hoy viene el señor Guzmán. No hagas una escena, no le des motivos para reírse de nosotros.
-Así que todavía tienes algo de vergüenza… -Antes de que Clara pudiera terminar, detuvo en seco sus palabras. Su rostro cambió de inmediato, transformándose en una sonrisa servil al ver
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acercarse a Alejandro.
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