Capítulo 118
-Señor Guzmán, ¡qué gusto verlo!
-¡Alex! -Mónica corrió hacia él, tomando su brazo-. Te dije que no tenías que venir. Estás tan ocupado.
Alejandro no mostró emoción alguna en su rostro.
-Para esto sí tengo tiempo -dijo con calma. Luego agregó: Sergio está gestionando los
trámites.
-Entonces vámonos -respondió Mónica, sonriendo.
Alejandro asintió, y junto a la familia, se alejó, rodeado por los tres como si fueran una comitiva. En ningún momento dirigió la mirada hacia Luciana.
Luciana exhaló aliviada, masajeándose la mejilla adolorida.
-Ugh… Se quejó en voz baja. Dolía.
Por la noche, Luciana regresó a Casa Guzmán. Mientras se duchaba, notó que su mejilla estaba inflamada y necesitaba aplicar algo de hielo. Bajó a la cocina en busca de una bolsa.
Eran las diez de la noche, todos ya descansaban, y la casa estaba en silencio absoluto. Desde el vestíbulo, escuchó movimiento. Suponiendo que Alejandro había llegado, se detuvo un
momento.
Alejandro solo había vuelto para cambiarse de ropa, ya que pronto saldría nuevamente. Al ver la luz encendida en la cocina, decidió entrar. No prestó mucha atención a lo que Luciana hacía, pero con el ceño fruncido, lanzó una pregunta:
-¿Tu conflicto con Mónica es por su papá?
Luciana se quedó helada, sin entender de inmediato.
Alejandro sintió que su pecho se apretaba. Hoy había sido testigo de algo que no le gustaba. Un hombre dándole dinero a una mujer… ¿qué podía significar? Él mismo lo sabía bien, después de todo, él también había gastado dinero en Mónica, en aquella noche del Hotel Real.
Y además, Luciana tenía «<antecedentes». Clara la llamaba «maldita» a cada rato. Alejandro pronunció lentamente, enfatizando cada palabra:
-Tú y el padre de Mónica… estuvieron juntos.
Luciana abrió los ojos incrédula. ¿Qué? Aquello no era una pregunta, sino una afirmación. Una
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Capitulo 118
risa amarga escapó de sus labios. Lo miró de reojo, con una actitud despreocupada y desafiante.
-¿De verdad eso es lo que piensas?
El ceño de Alejandro se frunció más. No le gustaba su actitud relajada y sarcástica.
-Puedes negarlo.
Pero Luciana no tenía ganas de hacerlo. Primero, él estaba del lado de Mónica, así que lo que pensara le daba igual. Segundo, ¡no quería reconocer a Ricardo como su padre en ningún sentido!
-Bueno, entonces no lo negaré.
Tomó la bolsa de hielo, mientras sus largas pestañas temblaban levemente.
—Si vas a cambiarte de ropa, hazlo rápido. Te esperaré hasta que termines.
Esperó a que él subiera primero, pero Alejandro no se movió ni un centímetro.
-¿Subo yo primero?
Luciana tampoco iba a insistir. Si él no se movía, ella lo haría. Se dio la vuelta para irse, pero Alejandro no podía apartar la vista de su espalda. Sentía que algo en su interior se encendía, una rabia creciente lo consumía.
¿De verdad había estado con el padre de Mónica? ¿Y Fernando…? ¿Cuántos hombres más había?
De repente, Alejandro levantó la pierna y pateó con furia el aparador en la esquina. El estruendo fue tan fuerte que los objetos cayeron al suelo y los vidrios se rompieron. El ruido ensordecedor hizo que Luciana se sobresaltara.
<<Tch.>> Luciana torció los labios, burlona. «Seguro se molestó porque cree que estuve con el padre de Mónica. Y claro, era normal.>>>
Sin mirar atrás, abrazó la bolsa de hielo y se dirigió a su habitación, ignorando el caos detrás de ella.
Abajo, el estruendo despertó a Felipe, el mayordomo, quien salió de su habitación. Al llegar a la cocina, se encontró con el desastre. Miró a Alejandro con incredulidad.
-Señor, esto es…
Alejandro, con el rostro pálido y tenso, no respondió. Subió las escaleras de dos en dos, como si huyera de algo que lo consumía por
¡No podía soportarlo más!
dentro.
Entró en la habitación, sin aviso, levantó las sábanas y jaló a Luciana de la cama.
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-¡Levántate!
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