Capítulo 122
Alzó la vista. Era Alejandro.
El desconcierto la invadió. ¿Qué hacía él aquí?
Alejandro echó un vistazo alrededor, su rostro era una máscara de indiferencia, pero sus palabras cortaban el aire con fuerza:
-¿Y él? ¿Dónde está?
¿Él? Luciana lo miró, desconcertada. No entendía.
Al darse cuenta de que ella estaba sola, la ira en Alejandro comenzó a hervir.
-¿Fernando no te acompaña en esto? -escupió las palabras, cargadas de resentimiento.
De repente, todo cobró sentido. Alejandro pensaba que el bebé era de Fernando.
-Alejandro, escucha… -intentó decir Luciana.
-¿Escucharte? ¿Para qué? —la interrumpió él, fuera de sí. Cada palabra que Salvador le había dicho retumbaba en su cabeza, avivando su rabia-. ¿Qué? ¿Fernando te presionó para abortar? ¿Le da miedo que sea como Pedro? ¿Es eso? ¡No quiere un hijo con problemas!
-No es así…
-¡¿Qué no es así?!
-su voz resonó, cortando cualquier intento de explicación.
Luciana frunció el ceño, su incomodidad aumentaba con cada segundo. Tenía que encontrar las palabras adecuadas.
-Fui yo. Yo tomé la decisión, nadie me obligó -confesó.
Alejandro, incapaz de aceptar lo que oía, ignoró sus palabras.
-¿De verdad lo pensaste bien? -dijo con dureza-. ¿Sabes que si lo haces, es probable que nunca puedas ser madre?
Su mirada cayó sobre el vientre de Luciana, y su tono se suavizó apenas:
-¿Y si fuera un niño sano? ¿Y si fuera un niño brillante?
Luciana sintió como su cuerpo se estremecía ante esas palabras, completamente paralizada. ¿ Cómo sabía eso? Había recibido los resultados médicos apenas unas horas antes. Pero no tuvo tiempo de procesarlo, porque Alejandro aprovechó su confusión para tomarla de la mano y arrastrarla hacia la salida.
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Vámonos a casa -ordenó, con firmeza.
Ya en el auto, Luciana se quedó mirando su propio reflejo en la ventana, con el rostro de Alejandro proyectado detrás de ella. Había tomado una decisión, una difícil, y ahora él había llegado para
detenerla.
Si no lo hacía ahora, no sabía si tendría el valor de hacerlo después. El vientre crece… Y cuanto más tiempo pasara, más difícil sería.
El coche finalmente se detuvo frente a la Casa Guzmán. Luciana bajó en silencio, cerrando la puerta con suavidad. Apenas había puesto un pie en el suelo cuando Alejandro arrancó el motor de nuevo, giró el volante y se fue sin decir una sola palabra.
¿Estaba enojado?
¿Por qué?
¿Porque había intentado abortar sin decírselo?
Pero, al final… ¿qué tenía que ver esto con él?
***
Alejandro salió de la Casa Guzmán con la mente hecha un torbellino. La molestia en su interior lo carcomía, así que decidió reunirse con Salvador y los demás para despejarse un poco. Durante la salida, se levantó a ir al baño, y fue entonces cuando lo vio.
Fernando.
Pero no estaba solo. Alejandro tampoco hizo el intento de acercarse o saludar. Simplemente lo observó desde lejos, intentando procesar lo que veía.
-¿Qué tanto ves? -preguntó Jael, agitándole una mano frente a la cara para llamar su atención. ¿Encontraste a una belleza o qué?
Alejandro frunció ligeramente el ceño, la mirada perdida mientras sus pensamientos iban a mil.
-Fernando… —murmuró, señalando con la cabeza hacia el lugar donde estaba—. ¿Qué hace él en un lugar como este?
Jael soltó una carcajada:
-¿Y eso qué tiene? ¿Ahora Fernando no puede venir a estos sitios? ¿Qué pasa, Alex, te adueñaste del lugar? El tipo está aquí por negocios, apenas volvió hace un par de meses, y su reputación está por las nubes… —dijo, mientras daba media vuelta para regresar al reservado.
-¡Espera! —Alejandro lo detuvo de inmediato, una chispa de duda y algo más peligroso
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reflejado en su mirada. ¿Qué dijiste?
-¿Qué dije de qué? Jael lo miró con extrañeza, sin comprender ¿Que su reputación está buena?
-No Alejandro sacudió la cabeza, la mandíbula tensa-. Lo que dijiste antes.
Jael lo miró con el ceño fruncido y repitió, aún sin saber a dónde iba esto:
–Dije que Fernando regresó hace menos de dos meses… ¿Por qué?
Alejandro se quedó en silencio, la cabeza inclinada ligeramente hacia abajo, su voz salió apenas un murmullo.
-¿Estás seguro?
-Pues claro que estoy seguro. ¿Por qué la pregunta? ¿Es importante o qué?
Importante. ¡Claro que es importante! Fernando había vuelto al país hacía menos de dos meses, pero el embarazo de Luciana ya estaba por cumplir los tres meses. ¡Eso significaba que el hijo que llevaba en su vientre no podía ser de Fernando!
Jael, viendo la expresión en su rostro, no pudo evitar la curiosidad.
-Oye, ¿qué te pasa? ¿Qué es lo que te tiene tan pensativo?
Pero Alejandro no respondió. Sus ojos se oscurecieron, cubiertos por una nube de dudas y algo más. Si Fernando no era el padre, entonces… ¿lo sabía él? Y, lo que más lo inquietaba: ¿Luciana quería deshacerse del bebé para no estropear su relación con Fernando?
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