Capítulo 123
El mes ya casi llegaba a su fin, y Luciana solo pensaba en una cosa: aprovechar sus últimos días para organizar la cirugía de Miguel. Delio, siendo tan considerado, le había dado la libertad de elegir la fecha que más le convenía a la familia.
-Mil Gracias
–
-le dijo Luciana con una sonrisa sincera.
Regresó a la Casa Guzmán, feliz por haber organizado todo. Apenas llegó, compartió la notícia con Miguel, quien estaba en medio de una partida de ajedrez con Alejandro. Fue Miguel quien había llamado a su nieto, pidiéndole que regresara temprano para pasar tiempo con él.
-Abuelo, Luciana ya tiene todo listo. Elige una fecha pronto -sugirió Alejandro, buscando concretar los detalles.
Pero para sorpresa de ambos, Miguel solo sonrió con un aire despreocupado y agitó la mano.
-No hay prisa.
En ese momento, se escucharon unos golpecitos en la puerta. Felipe entró cargando un montón de revistas y catálogos, que parecían estar llenos de imágenes de vestidos y lugares elegantes.
-Don Miguel–Felipe se acercó, dejó todo sobre la mesa y, con una mirada significativa, agregó: Aquí tienen. Dense el tiempo de revisarlos bien.
Luciana y Alejandro se miraron sin entender del todo. ¿Esos catálogos eran para ellos?
Miguel, con una sonrisa traviesa, les aclaró la confusión.
-Son ideas para su boda. Aquí hay estilos de vestidos y algunas opciones de lugares. Tómense el tiempo de elegir lo que más les guste. Bueno, más que nada tú, Luci, pero Alex te va a acompañar, claro.
Cada palabra resonaba clara en la mente de Luciana. Pero… ¿Qué significaba todo eso?
Miró a Alejandro, y él tenía la misma expresión de perplejidad. ¿Acaso su abuelo había dicho lo que ambos temían entender?
Un segundo, dos segundos…
-Abuelo -Alejandro frunció el ceño y tomó aire profundamente, sin estar del todo seguro-. ¿Quiere decir que… que nos va a organizar una boda?
-¡Pues claro! -exclamó Miguel riéndose a carcajadas-. Es obvio, ya era hora, ¿no? Ya llevan bastante tiempo casados por el civil, y por mi salud no hemos podido hacerles la boda merecen. Sé que mi Luci ha sido muy paciente.
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-No… Luciana balbuceó, con nervios en cada palabra-. No es necesario, de verdad…
-Sé que eres una chica muy comprensiva -Miguel le dio una suave palmada en la mano-. Pero no te preocupes, te daremos la boda más grande y hermosa. ¡Quiero que seas la novia más bonita del mundo! ¿No te hace feliz?
Luciana soltó una risa nerviosa, sin mucha convicción.
-Jajaja… sí, abuelo, claro… pero… usted debe concentrarse en la operación primero. La boda puede esperar, no hay ninguna prisa…
-¿Cómo que no hay prisa? -Miguel negó con la cabeza, claramente decidido-. Ya lo pensé bien. Quiero que la boda se celebre antes de mi cirugía.
-¿Qué? -dijeron Luciana y Alejandro al unísono, claramente sorprendidos. ¡Abuelo, eso no tiene sentido!
-Claro que lo tiene -Miguel ya lo tenía todo planeado-. Conozco mi cuerpo. Delio es un excelente cirujano, pero nadie puede garantizar que una operación salga al cien por ciento bien. Si algo sale mal, no me gustaría irme sin ver la boda de mi nieto.
Luciana se apresuró a decir:
-¡Abuelo, no piense así, todo va a salir bien!
–
-Luci -Miguel le habló con el tono cariñoso de siempre. Hazle caso a tu abuelo, hija. Ya a mi edad, lo único que quiero es subir a la mesa de operaciones sin ninguna preocupación. Mientras hablaba, dirigió su mirada a su vientre-. Si pudiera, me encantaría ver a este pequeño nacer, pero eso aún falta mucho. Primero celebren la boda, para que yo pueda quedarme tranquilo, ¿de acuerdo?
Con esas palabras, Luciana se quedó sin argumentos.
Al final, Alejandro recogió los catálogos y dijo que se los llevarían al cuarto para revisarlos con calma y decidir.
Una vez que cerraron la puerta, Luciana se dejó caer en la cama, frunciendo el ceño llevándose la mano a la frente.
-¿Qué vamos a hacer, Alejandro? ¡Piensa en algo, por favor!
Alejandro dejó los catálogos a un lado y la miró intensamente.
—¿Tan poco te agrada la idea de casarte conmigo?
y
-¡Obvio que no quiero casarme contigo! -respondió Luciana, casi sin pensar-. Tú no me amas, yo tampoco te amo, estamos a nada de divorciarnos, ¡y ahora quieren hacer una boda
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que será el chisme del año!
Alejandro sintió un leve golpe en el pecho, pero lo disimuló con sarcasmo:
-¡Cierto, no te amo!
Aunque las palabras las había dicho ella primero, oírselas repetir a Alejandro le provocó una punzada en el corazón que no supo cómo explicar.
-Por eso, tienes que idear algo. No podemos hacer esta boda, sería ridículo insistió Luciana, algo ansiosa.
Alejandro, ya irritado por toda la situación, la miró con desdén.
-¡Tranquila! ¡Si tú no quieres, yo mucho menos!
***
Macroplaza.
La puerta del salón se abrió y el mesero condujo a un hombre de mediana edad al interior.
-Señor Méndez, por favor, adelante.
Luego, cerró la puerta detrás de él.
Clara se levantó con una sonrisa.
-Señor Méndez, me alegra que haya aceptado la invitación. Sabía que una persona de su calibre no se dejaría llevar por asuntos menores.
El tal señor Méndez no era otro que Arturo Méndez, el dueño de Aurea Holdings. Hace unos meses, había sido el hombre que intentó tener un encuentro con Mónica en el Hotel Real, pero se quedó esperando en vano.
Arturo miró a su alrededor, notando que Clara estaba sola, y soltó una carcajada fría.
-¿Me citas para
esto? —dijo con desprecio. ¿Crees que me interesa lo que una vieja como tú tiene que decirme? -Lo dijo con desdén, dejando claro que no estaba para juegos.
Clara, sabiendo lo que él buscaba, había insinuado en la llamada que traería a su «pequeña hija
refiriéndose a Luciana. Arturo aún tenía en mente a esa joven desde que la había visto.
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Pero al no encontrar a Luciana en la sala, Arturo se levantó, dispuesto a marcharse de
inmediato.
-¡Espera! Clara lo detuvo rápidamente-. Señor Méndez, yo sé que usted quiere a Luciana. Vamos, una chica tan hermosa, vale la pena esperar un poco más, ¿no cree?
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Al escucharla, Arturo esbozó una sonrisa perversa.
-¿Cómo dices?
-Verá, señor Méndez, hagamos lo siguiente… 1
Ambos se inclinaron, conspirando juntos. Clara, con una expresión maliciosa, y Arturo, con una sonrisa siniestra, tramaban su plan con la misma vileza.
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