Capítulo 125
Mónica lo notó y sonrió para sí misma: jel aroma estaba surtiendo efecto!
Con una expresión de aparente tranquilidad, preguntó:
-Alex, ¿tienes calor?
Alejandro asintió.
-Sí.
-Deberías quitarte el saco, entonces -sugirió Mónica mientras se levantaba y se acercaba a él, colocando sus manos en el cuello de su camisa.
Pero, de repente, Alejandro la detuvo, sujetando sus muñecas.
Sus profundos ojos parecían arder en llamas, y cuando habló, su aliento era cálido, como si emanara calor.
—¿Qué estás haciendo?
Mónica, con el corazón acelerado, se acercó más a él, usando un tono seductor:
-Solo te ayudo a quitarte el saco.
Sintió cómo Alejandro apretaba más sus muñecas, y soltó un pequeño grito de sorpresa cuando, sin querer, terminó cayendo en su regazo.
Sin perder la oportunidad, Mónica rodeó el cuello de Alejandro con sus brazos. El leve contacto de sus pieles provocó en Alejandro una sensación de frescura momentánea, pero enseguida sintió una sed intensa, como si su garganta estuviera en llamas.
-Alex…
Los labios de Mónica se entreabrieron, teñidos de un color rojo intenso.
Alejandro, atrapado por el deseo, sintió su nuez de Adán moverse, mientras su garganta parecía secarse aún más. En un impulso, sostuvo su rostro, dejando que sus dedos rozaran los labios de Mónica.
El corazón de Mónica latía con fuerza, emocionada por lo que estaba a punto de suceder.
Pero, en lugar de besarla, Alejandro frunció el ceño y retiró su mano, mirando su dedo.
Una gruesa capa de lápiz labial cubría su dedo. Y eso… le disgustaba.
Mónica, completamente inmersa en el momento, no pensaba soltarlo. Se aferró a Alejandro y
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Capítulo 125
susurró, con descarada franqueza:
-Alex, bésame.
Alejandro comenzó a darse cuenta de que algo andaba mal. Era un hombre normal, y Mónica era atractiva, pero no había razón para que, simplemente comiendo, sintiera de repente ese impulso tan intenso. No era un animal.
La situación le resultaba extrañamente familiar, como aquella noche en el Hotel Real…
-¿Qué hiciste? -preguntó Alejandro, con la voz ronca, apretando las manos de Mónica que lo
rodeaban.
-¿Qué…? -Mónica se sobresaltó, sorprendida de que, en ese momento, él le hiciera esa
pregunta.
-Eso no importa, Alex… Yo te voy a ayudar -dijo, mientras intentaba desabrocharle la
camisa.
-¡Mónica! -Alejandro la detuvo, y su mirada se posó en el aromatizador que estaba a un lado -¿Es por el aroma? ¿Esto es lo que está pasando?
—Yo… —Mónica, ahora sí, estaba nerviosa. No esperaba que lo descubriera tan rápido.
¡Lo sabía! Alejandro cerró los ojos, su expresión revelaba un profundo disgusto.
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-¿En serio me estás haciendo esto? ¿Tienes que recurrir a algo tan bajo?
Llegados a este punto, Mónica no podía admitirlo. Decidió negarlo con descaro, a toda costa.
-¿El aroma? ¿Crees que esto tiene algo? Yo no sabía nada, de verdad. Mi mamá me dijo que lo prendiera antes de irse… -Mónica, con los ojos llorosos, comenzó a llorar-. Seguro que fue porque vio que no avanzábamos y se preocupó. ¡Alex, por favor no te enojes! Yo te pido perdón en su nombre.
Mientras hablaba, alzó la mano y la llevó a la mejilla de Alejandro.
-¿Tú estás bien? ¿Te sientes mal?
-¡Uh! -Alejandro gimió, casi sin poder controlarlo, cuando su mano apenas rozó su rostro.
-Alex, ¿qué te pasa? ¿Te sientes mal? ¿O será que…? -Mónica mordió su labio, aparentando vergüenza-. Alex… tal vez… tal vez ahora necesitas que te ayude. Yo quiero ayudarte. Podemos estar juntos, como esa vez, en el Hotel Real.
—¡Detente! —Alejandro luchaba por controlar su respiración, conteniendo la furia y el calor que lo consumían. Agarró las manos de Mónica con fuerza. El fuego en sus ojos no solo era provocado por el aroma, sino también por una ira creciente.
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Capítulo 125
-¡Aléjate!
-No, Alex, déjame ayudarte… Solo yo puedo hacerlo insistió Mónica.
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