Capítulo 126
Cuando las palabras no surtieron efecto, Alejandro no vio otra opción más que recurrir a la fuerza. Se levantó bruscamente, sacudiendo su brazo con tal ímpetu que Mónica terminó cayendo sobre la silla.
-¡Ah…! -exclamó, impactada.
Mónica se apoyó en la mesa, temblorosa, la incredulidad reflejada en sus ojos. ¡Él la había empujado! Alejandro, con el rostro endurecido, apretó los dientes, luchando contra la tormenta de frustración que lo invadía.
-No quiero hacerte daño -su voz, aunque tensa, intentaba mantener la calma-, pero lo que más odio es que me manipulen.
Sin mirarla, dio media vuelta y salió del lugar a grandes zancadas.
-¡Alex! -Mónica trató de incorporarse, pero su desesperación la traicionó. Al moverse con demasiada prisa, tropezó con la silla y cayó al suelo.
-¡Alex, Alex! —gritó, con la voz cargada de furia y desesperación.
Vio cómo se desvanecía ante sus ojos. La ira la consumió desde lo más profundo, golpeando el suelo con los puños. ¡Había estado tan cerca! Había sentido cómo él cedía… ¿Y aún así, tuvo la fuerza para apartarla? El pensamiento la llenaba de una rabia incontenible.
Mientras tanto, en la entrada de Serenity Haven, Luciana observaba su teléfono en silencio, frunciendo el ceño.
-¿Por qué en un lugar como este? -preguntó, confusa.
Clara respondió con desdén desde el otro lado de la línea.
-No te preocupes por el lugar. La pregunta es: ¿quieres las pertenencias de tu madre o no? Si las quieres, ¡deja de perder el tiempo y entra de una vez!
Luciana escuchó el clic de la llamada al ser cortada. Permaneció inmóvil, con los pensamientos
revueltos.
Clara la había contactado esa tarde, mencionando que algunas pertenencias de su madre habían sido encontradas en la casa de los Herrera. Cosas de su madre…
Si se tratara de objetos de los Herrera, los habría rechazado sin dudar. Pero las cosas de su madre eran diferentes. Ya había perdido demasiado. Cada objeto era un fragmento de su memoria, un lazo inquebrantable que la conectaba con ella.
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Capitulo 126
Luciana alzó la vista hacia la entrada de Serenity Haven. Solo era ir a recoger algo, nada más. ¿ Qué podía temer de Clara? Respiró hondo y dio un paso hacia adelante, decidida.
Al llegar a la puerta del reservado, tocó suavemente un par de veces, sin obtener respuesta. Dudó un instante antes de tomar el picaporte y girarlo. La puerta se abrió sin resistencia.
-¿Clara Soler? -llamó al entrar-. ¿Estás ahí? Uh…
Una mano emergió de las sombras. Sintió un golpe seco en la nuca. Un dolor agudo le recorrió el cuerpo antes de que todo se volviera oscuro.
Del otro lado, Clara sonrió con satisfacción al ver cómo Luciana era arrastrada fuera de la sala. Su teléfono vibró de repente, interrumpiendo su momento de triunfo. Miró la pantalla: una llamada de Mónica.
-Mónica, querida —respondió con una sonrisa burlona-. ¿Cómo es que tienes tiempo para llamarme? ¿Dónde está el señor Guzmán?
-Mamá… -la voz de Mónica temblaba al otro lado de la línea. Entre sollozos, apenas pudo pronunciar las palabras-. Yo… lo arruiné todo…
***
En el auto, Sergio notó de inmediato que Alejandro no estaba bien.
-Alex, ¿quieres que llamemos a un doctor?
-No hace falta -respondió Alejandro, negando con la cabeza.
No podía entender cómo había caído en la trampa aquella vez en el Hotel Real, pero el perfume
de Mónica esta vez parecía distinto. Más intenso. El efecto era más fuerte cuando había una mujer cerca, pero el viento que entraba por la ventana comenzaba a despejar su mente, aunque fuera un poco.
-No volvamos aún. Quiero que el viento me aclare las ideas.
-Como quieras -respondió Sergio, y sin preguntar más, condujo sin rumbo, tomando cualquier camino que se presentara. Juan y Simón los seguían de cerca en el auto de atrás.
Sin darse cuenta, pasaron frente a Serenity Haven. Sergio, con la mirada siempre atenta, vio algo que lo hizo fruncir el ceño.
-¡Alex! ¡Eso parece Luciana! -exclamó, señalando hacia la entrada.
Alejandro alzó la vista de inmediato. Si Sergio la había reconocido, él no podía estar equivocado.
Luciana estaba en los brazos de Arturo, completamente inconsciente. Alejandro sintió cómo
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Capuk 125
una fría furia lo invadía al ver a Arturo sosteniéndola, esperando a que llegara su chofer.
El rostro de Alejandro se ensombreció. ¡Era Arturo! ¿Luciana con él? No podía creerlo. ¿De verdad se conformaba con cualquier hombre? ¡Arturo era lo suficientemente viejo para ser su padre! w