Capítulo 136
Martina, confundida, miró a su amiga.
-Lo sé, ¿qué pasa, Luci?
—Nada… —Luciana, nerviosa, cambió de tema-. Oye, ¿no tienes que hacer algo ahora?
-¡Ah! -exclamó Martina, dándose cuenta de la hora y mirando su teléfono-. Tengo que irme a trabajar. ¡Nos vemos, Luciana!
Martina se despidió con una sonrisa y un rápido gesto de mano hacia Alejandro.
-¡Hasta luego, señor Guzmán!
Dicho esto, se fue corriendo.
Sin decir una palabra, Alejandro giró sobre sus talones y caminó rápidamente hacia el coche. Luciana frunció el ceño y lo siguió en silencio.
Subieron al auto, pero él no arrancó. Con una mano en el volante y la mirada fija al frente, Alejandro no decía nada. Luciana sabía que estaba molesto, pero no tenía idea de cómo manejar la situación.
—Luciana. Finalmente, Alejandro se volvió hacia ella con una risa seca y distante. ¿Qué soy para ti? ¿No merezco que me presentes como algo más ante tu mejor amiga?
—¡No es eso! —dijo Luciana, agitando las manos, nerviosa.
-¿Entonces qué es? -Su voz subió de tono, dejando entrever su frustración.
-Yo…
-Quiero la verdad -exigió Alejandro.
Desde que habían acordado casarse, siempre había sentido su resistencia. Y ahora, frente a su amiga, ella ocultaba quién era realmente para él. ¿Acaso le daba vergüenza o, peor aún, no quería estar con él en absoluto?
Cualquiera de las dos razones le resultaba insoportable.
Luciana frunció el ceño.
-La verdad es que no creo que nuestra relación vaya a durar mucho.
Alejandro la miró fijamente, sus ojos oscuros, casi como tinta.
-¿Eso piensas? ¿Crees que para mí el matrimonio es un juego?
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Capítulo 136
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-¿Y no lo es? -replicó Luciana, sin apartar la vista de él-. Desde el principio, compraste nuestro matrimonio con dinero.
Respiró hondo, enfrentándolo sin miedo.
-Y también le prometiste a Mónica que te casarías con ella, ¿no es cierto?
Alejandro se quedó en silencio. Estaba furioso, pero no podía negarlo. Todo lo que ella decía era verdad.
Luciana desvió la mirada, hablando en voz baja.
-No quiero presentarte como mi esposo, solo para que, unos días después, seas mi exesposo.
De repente, Alejandro la tomó por la barbilla, obligándola a mirarlo a los ojos.
-Bien. Entonces veremos si terminas siendo mi esposa por voluntad propia o si yo me convierto en tu exmarido -dijo, con una sonrisa fría.
La soltó y se inclinó para abrocharle el cinturón de seguridad. Antes de apartarse, rozó sus labios con un beso ligero.
-No importa. No discutiré contigo. Vamos al hospital, tenemos una cita.
Luciana, aturdida, lo miró mientras arrancaba el coche. ¿Ya no estaba enojado? Su humor era impredecible.
Claro que Alejandro seguía molesto, pero no quiso decir nada más. Sabía que las palabras no eran suficientes; lo demostraría con hechos. No iba a tomar ese matrimonio a la ligera, y lo dejaría claro.
Llegaron al hospital, el mejor centro privado de maternidad. Sergio ya había preparado todo. Cuando llegaron, personal especializado acompañó a Luciana para realizarle un chequeo completo.
Una vez que terminó, Luciana se cambió en la sala de exámenes, pero alcanzó a escuchar la voz de Alejandro conversando con el médico afuera.
-¿Y bien? -preguntó Alejandro, con ansiedad en la mirada.
-Por ahora, todo está bien -respondió el médico-. Tanto la madre como el bebé están
sanos.
Alejandro exhaló, aliviado. Afortunadamente, lo ocurrido aquella noche no había afectado a ninguno de los dos.
Después de una breve pausa, preguntó con cautela:
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-¿Tener relaciones afectaría en algo?
Con la boda cerca, sabía que sería inevitable. No podía prometer que nada sucediera; después de todo, no era un santo.
El médico sonrió, ya acostumbrado a preguntas de ese tipo.
-Si tienen cuidado y evitan el primer y último trimestre, y con chequeos regulares, no solo no es perjudicial, sino que puede ser beneficioso.
Alejandro relajó el ceño y asintió, satisfecho.
-Gracias, doctor.
-De nada.
La puerta se abrió y la enfermera acompañó a Luciana de vuelta al pasillo.
-Luciana -Alejandro se acercó de inmediato, extendiendo la mano para tomar la suya.
Pero ella se apartó, esquivándolo.
Alejandro frunció el ceño, sorprendido.
-¿Ahora qué pasa?
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