Capítulo 14
-¡Por eso mismo! ¡El tiempo es vida!
En los tres minutos dorados para la reanimación, cada segundo que se perdiera podría significar la muerte de Alberto, por lo que, desesperada, Luciana insistió:
–Incluso si vas a buscar a un médico ahora, ¿cuánto tiempo te tomaría llegar? ¡Dame dos minutos! ¡Te aseguro que estará bien!
Un segundo, dos segundos…
Luciana estaba empapada en sudor, presa de la desesperación.
-¡Rápido! ¡No hay tiempo para pensar!
En un momento crucial como aquel, Alejandro decidió confiar en ella, a pesar de no saber por qué.
–
-Está bien —repuso, soltándole la mano.
Luciana, con una chispa de alegría en sus ojos, extendió la mano hacia él.
-¡Dame un cuchillo! ¡Hay uno en la mesa!
-De acuerdo.
Alejandro, sin pensarlo dos veces, asumió el rol de su asistente y, tras tomar un cuchillo de la bandeja de frutas, se lo entregó a Luciana.
-Alejandro, ¿te has vuelto loco? -preguntó José con el rostro pálido por el susto. Lo agarró del brazo y le dijo: ¿Sabes quién es el señor Delgado? ¿Vas a dejar que esta mocosa haga lo que quiera? Si le pasa algo …
-¡Lárgate! -Alejandro no tenía tiempo para escuchar sus tonterías, por lo que se zafó del agarre de José de un tirón y le entregó el cuchillo a Luciana-. Aquí tienes.
-¡Dame tu pluma! -le pidió ella, consciente de que él siempre llevaba una consigo.
Sin dudarlo, Alejandro sacó una pluma de su bolsillo y se la tendió, aun sin entender para qué la quería.
Luciana tomó la pluma, la desmontó rápidamente, extrajo el capuchón y quitó la parte sellada del otro extremo, convirtiéndolo en un tubo hueco.
A continuación, palpó el cuello de Alberto para localizar el lugar correcto, y, con un movimiento firme, hizo una incisión en su garganta, tras lo cual, insertó el tubo de la pluma
en la abertura. (2)
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Capítulo 14
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Completamente aterrorizados, José y los sirvientes se dieron la vuelta, sin atreverse a mirar.
-¿Dónde está la ambulancia? ¿Por qué no ha llegado aún? -gritó José en dirección a los sirvientes.
-Ya llamamos, pero no llega tan rápido -respondió uno de ellos con nerviosismo.
-¡Esto no puede ser! -insistió José-. Debemos llevar al señor Delgado al hospital cuanto antes. ¡Prepárate para salir! ¡Rápido!
-Sí, señor.
Sin embargo, antes de que el sirviente pudiera ir a preparar el coche, Luciana dijo con un tono ligeramente alegre:
-¡Está fuera de peligro!
Alberto yacía en el suelo, sin poder hablar, pero el color de su rostro había mejorado
notablemente y sus ojos, llenos de gratitud, estaban fijos en Luciana.
Movió los labios, y Luciana entendió lo que estaba tratando de decir: «gracias>>.
Alejandro dejó escapar un suspiro de alivio y, al mirar a Luciana, notó con sorpresa que cuando sonreía, en la comisura de sus labios aparecían dos pequeños hoyuelos.
Sin lugar a dudas, su prometida desde la infancia, era una de las más hermosas.
Unos minutos después, la ambulancia llegó y, rápidamente, Alberto fue trasladado al hospital.
Gracias a la intervención oportuna de Luciana y sus habilidades, el estado de Alberto se estabilizó por completo en el hospital, y solo necesitó de tratamiento adicional.
Alejandro, Luciana y José lo acompañaron y esperaron afuera de la habitación del hospital.
El tiempo se les hizo eterno, y Luciana, apoyada en sus rodillas, empezaba a sentir que apenas podía mantenerse en pie.
-¿Qué te pasa? -preguntó Alejandro, extendiendo una mano para sostenerla.
-Me duelen un poco las piernas -respondió Luciana, con una sonrisa avergonzada.
-¿Por qué no lo dijiste antes? -preguntó Alejandro, tomándola del brazo y guiándola hasta un banco para que se sentara-. ¿Por qué no te sentaste? ¿No ves que hay sillas?
-Oh. -Luciana no había querido ser la única en sentarse. Aquello la hacía sentir incómoda.
Una vez tomó asiento, la falda de Luciana no cubrió sus rodillas por completo, por lo que dejó al descubierto los oscuros moretones.
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Capitulo 14
Alejandro frunció el ceño al instante, y una sombra de preocupación nubló su mirada.
-¿Cómo se pusieron tan mal?
—
-No es nada. –Luciana tiró de su falda para cubrirse un poco más. En unos días estaré bien.
-¿Así que solo lo aguantas? -preguntó Alejandro, claramente en desacuerdo con su manera
de pensar. Y eso que eres doctora. ¡Qué irresponsabilidad!
Dicho esto, se puso de pie y llamó a Sergio.
-Haz que traigan algo de ungüento…
-Claro, primo–respondió Sergio con una sonrisa.
Luciana se sentía un poco confundida. Ese Alejandro era diferente, casi desconocido para ella,
y, para su sorpresa, no le resultaba tan desagradable como antes… (2)
Mientras pensaba en esto, la puerta de la habitación se abrió y una enfermera salió, preguntando:
-¿Quiénes son Alejandro y Luciana?
-Somos nosotros -se apresuró a responder Alejandro, colocándose junto a Luciana.
-El paciente quiere verlos. Aún está débil, así que no hablen por mucho tiempo.
-Entendido.
Alejandro lanzó una mirada a Luciana, sintiendo una vaga premonición, mientras que, a su lado, José dejaba escapar una risita sarcástica.
–Alejandro, esta vez tuviste suerte -repuso, antes de añadir-: Pero bueno, ya que el señor Delgado está bien, me retiro.
Dicho esto, se marchó sin más, consciente de que, comparado con la deuda de que Luciana le hubiera salvado la vida, todo lo demás carecía de importancia.
Alejandro levantó una ceja y, a continuación, entró en la habitación, seguido de Luciana.
-Ya llegaron dijo Alberto, con voz débil y susurrante, mirando a Luciana.
-Gracias, chiquilla, me has salvado la vida.
-Está exagerando, soy doctora, es mi deber -dijo Luciana, sacudiendo la cabeza.
-Esa bondad que has mostrado, la llevaré siempre en mi corazón.
Al ver que no buscaba ningún tipo de reconocimiento, la gratitud que sentía Alberto no hizo
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Capitulo 14
más que aumentar.
-Muchacho, en honor a esta joven, el Proyecto Lago Escondido es tuyo -dijo, a continuación, dirigiendo su atención a Alejandro.
Alejandro se tensó. Aunque lo había presentido, escucharlo de los labios de Alberto lo sacudió profundamente.
-Señor Delgado, muchas gracias.
-No es necesario–dijo Alberto, negando con la cabeza, y volvió a mirar a Luciana—. Si quieres agradecerle a alguien, agradécete a ti mismo. Tienes buen ojo, esta chica es excelente.
El cuerpo de Alberto seguía demasiado débil, así que después de unas pocas palabras, Alejandro y Luciana se retiraron de la habitación.
Una vez fuera, Alejandro se detuvo, inclinando la cabeza hacia ella.
-Gracias -dijo en tono solemne.
Luciana lo notó, y también pudo ver lo importante que era el Proyecto Lago Escondido para él. De pronto, su corazón comenzó a latir más rápido, al pensar que aquella era su oportunidad. Por lo que, tomando una profunda bocanada de aire, le preguntó, con suma cautela:
-Alejandro, si realmente estás agradecido, ¿podrías reconsiderar lo de mi internado? – Lo miró con los ojos llenos incertidumbre y ansiedad. ¿Aceptaría? No lo sabía. Pero, después de todo lo que había hecho por él, debería, ¿o no?
Un segundo, dos…
Sin embargo, Alejandro no respondió directamente, sino que se limitó a decir:
-Vamos.
-¿A dónde?
–A que comas algo -respondió, recordando que, con todo lo que había sucedido, aún no había comido nada.
-Oh.
Él caminaba a paso rápido, y Luciana, con sus piernas cortas, tenía que trotar para poder seguirle el ritmo.
-Alejandro, ve más despacio…
Mientras luchaba por alcanzarlo, se preguntó si acaso lo iba a considerar o de plano no. Pensando en todo esto, de pronto, Luciana se tambaleó y su rostro palideció y comenzó a sentir un sudor frío en todo su cuerpo.
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-¡Luciana! -exclamó Alejandro, alarmado.
Y, en un acto reflejo, la sostuvo por los brazos, antes de levantarla en un solo movimiento.