Capítulo 148
Alejandro no volvió esa noche, y Luciana no pudo pegar ojo. Apenas amaneció, recibió una llamada de Fernando.
—Hola, Fernando. ¿Cómo van las cosas? —preguntó con el ceño fruncido.
Fernando suspiró al otro lado de la línea. No intentó suavizar la verdad.
-No es fácil, Luci. Nathan es un abogado formidable, su equipo no está dispuesto a ceder. La situación es complicada, pero seguimos buscando una salida. No te preocupes demasiado, ¿de acuerdo?
Fernando había usado la palabra “complicada“. Luciana apretó los labios, asintiendo para sí
misma.
-Lo entiendo. Gracias por avisarme.
Colgó, pero el nudo en su estómago no desapareció. No podía comer ni pensar con claridad. La situación era demasiado delicada. Vicente había enfrentado a Mónica por ella, y ahora su hermano estaba en problemas por su culpa. No podía quedarse de brazos cruzados. Si para salvarlo tenía que dejar de lado su orgullo, lo haría.
Luciana tomó una decisión. Iría a ver a Mónica y le rogaría por la libertad de Vicente.
Luciana dejó la casa y se dirigió al hospital UCM. Gracias a su credencial de trabajo, logró entrar sin problemas al área VIP. Al llegar frente a la puerta de la habitación, respiró hondo y levantó la mano para tocar.
-Adelante -respondió una voz suave y familiar. Era Mónica.
Luciana abrió la puerta. La habitación estaba en completo silencio. Mónica yacía en la cama, con la pierna derecha enyesada y levantada. Al verla entrar, frunció el ceño.
-Eres tú.
Luciana avanzó lentamente hasta quedar frente a ella.
-He venido a disculparme.
—¿Disculparte? —Mónica arqueó una ceja, con una sonrisa burlona—. ¿Y por qué te disculpas?
Luciana bajó la mirada, adoptando una postura sumisa.
-La persona que te causó el accidente es mi amigo. Todo esto empezó por mí. Te debo una disculpa.
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Capítulo 148
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El silencio se alargó, tenso. Mónica la observó detenidamente. Así que el hombre que la había asustado con la motocicleta y provocado su accidente no era un fanático obsesivo, sino el amigo de Luciana. Mónica rió por lo bajo, encontrando la ironía en la situación. Era curioso ver a su hermana menor, nacida apenas dos meses después que ella, bajando la cabeza por primera
vez.
-Vaya, esto es nuevo —dijo Mónica con una risa amarga—. En todos estos años, es la primera vez que te veo agachar la cabeza así. Supongo que este accidente valió la pena.
Luciana ignoró el veneno en sus palabras, entrelazando las manos con nerviosismo.
—Mi amigo sigue detenido. Estoy aquí para pedirte que reconsideres… Que lo arreglemos de manera privada. Te suplico que retires la demanda.
Mónica la observó, dejando que el silencio se prolongara. Su tono tenía un toque de diversión cuando habló de nuevo.
-¿Me estás suplicando?
Luciana sintió cómo su cuerpo se tensaba, pero mantuvo la postura erguida. Abrió la boca, y aunque sus palabras le costaron, finalmente salió la verdad.1
-Sí. Te lo suplico. Por favor, retira la denuncia.
De repente, Mónica soltó una carcajada. No pudo contenerse.
—¡Ja! ¡Ja ja ja…! —El sonido de su risa llenó la habitación, mientras se cubría la boca para no perder la compostura.
Luciana apretó los puños, repitiéndose a sí misma que Mónica tenía razón. Después de todo, Vicente la había lastimado. Por mucho que Mónica hubiera hecho en el pasado, esta vez, ellos eran los responsables. Finalmente, la risa cesó, y los ojos de Mónica adquirieron una expresión fría y cruel.
-¡Luciana! -escupió su nombre con desprecio-. ¿Ves cómo cambian las cosas? Toda mi vida te he odiado por esa actitud tuya, siempre creíste estar por encima de mí. ¿Y ahora? Mírate.
Luciana permaneció en silencio, la cabeza inclinada.
-¿Por qué siempre pensaste que eras mejor que yo? -continuó Mónica, acariciando su cabello con una sonrisa altiva-. ¿Cuándo me ganaste alguna vez? Todo lo que he querido, siempre ha sido mío.
Era verdad. Luciana asintió lentamente.
-Tienes razón. ¿Pues puedes retirar la demanda?
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Capitulo 148
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Ahora lo único que le preocupaba era Vicente.
Mónica la miró fijamente, mientras sus ojos brillaban con astucia. Un plan comenzaba a formarse en su mente. ¡Qué afortunada era! Cuando pensó que no había salida, la oportunidad se presentó ante ella.
-Está bien, puedo retirarla… —dijo con una sonrisa que no presagiaba nada bueno.
Luciana la miró de inmediato.
-¿Qué tengo que hacer?
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