Capítulo 150
Alejandro sintió como si todo el aire hubiera sido expulsado de sus pulmones. Esta era la segunda vez que Luciana le pedía el divorcio, pero esta vez era diferente: ahora estaban casados. ¿Realmente significaba tan poco para ella? ¿Era tan fácil para ella dejarlo, como si él fuera uno más de sus antiguos amantes, a quienes había dejado sin mirar atrás?
Una tormenta de emociones lo invadió: furia, impotencia, humillación. Su expresión, generalmente controlada, se oscureció con rabia.
—¿Crees que puedes decidir así? —su voz explotó con una ira contenida—. ¿Crees que puedes decir “divorcio” y que yo lo aceptaré sin más?
Luciana no comprendía su reacción.
-¿Por qué no aceptarías? Tú sigues enamorado de Mónica, ¿no? Si nos divorciamos, podrías estar con ella sin complicaciones…
-¡Mentira! -gritó Alejandro, interrumpiéndola con furia-. ¡No digas estupideces! Quiero saber la verdad, Luciana. ¿Por qué, de repente, quieres divorciarte? Dime la verdad o… te aseguro que no querrás conocer de lo que soy capaz.
Luciana se estremeció. Los recuerdos de cuando Alejandro la había hecho suspender sus prácticas la golpearon de repente. Sabía de lo que él era capaz. Bajó la cabeza, consciente de que no tenía salida, y con un suspiro, le dijo la verdad.
-Fui a ver a Mónica. Ella es la víctima, y solo si acepta retirar la denuncia, Vicente estará a
salvo.
Alejandro entrecerró los ojos, comprendiendo poco a poco.
-¿Qué te pidió Mónica?
Luciana tragó saliva antes de responder.
-Me pidió que te dejara.
Alejandro soltó una risa fría, amarga, apenas audible. Apretó la mandíbula con fuerza, intentando controlar su ira.
-¿Dónde estás ahora?
Luciana titubeó, su corazón empezó a latir con fuerza.
Estoy en el camino de regreso al UCM.
-¡Espérame ahí! -espetó Alejandro antes de colgar abruptamente.
+25 BONUS
Capítulo 150
Luciana quedó sosteniendo el teléfono, desconcertada. ¿Qué significaba eso? ¿Qué planeaba hacer?
***
Alejandro colgó el teléfono, furioso. Sentía como si una llama ardiera en su pecho, pero no tenía forma de desahogarla. ¡Nunca en su vida había experimentado tanta frustración! Creyó que, después de lo ocurrido la noche anterior, Luciana reflexionaría. Cuando ella lo llamó, pensó que finalmente había entendido.
¡Entender qué! No solo no lo veía como su esposo, sino que había preferido suplicar a Mónica. ¡ Y para colmo, estaba dispuesta a divorciarse de él por Vicente! ¿Qué significaba eso? ¿Qué era él para ella? ¿Nada?
¿Y ella esperaba que él aceptara el divorcio tan fácilmente? ¿Alejandro, alguien a quien se podía manejar a su antojo? ¡Jamás! Desde pequeño, todo lo que había querido, lo había conseguido.
Sergio entró en la oficina, observando de reojo el semblante oscuro de Alejandro. «Esto pinta mal», pensó. Alejandro le dirigió una mirada fría y dio la orden, su voz contenida pero firme:
-Quiero que hagas algo. Hazlo rápido, antes de que Vicente sea liberado.
-Entendido -respondió Sergio, saliendo apresuradamente.
***
En el dormitorio del UCM, Luciana no lograba mantenerse tranquila. Estaba aferrada a su teléfono, temiendo perder cualquier llamada o mensaje importante. Finalmente, el teléfono sonó y respondió de inmediato.
-¿Fernando? ¿Vicente ya fue liberado?
-No–respondió Fernando, su voz cargada de cansancio-. La policía ha rechazado la fianza. Estamos buscando otra solución…
Luciana dejó de escuchar el resto. Su corazón se aceleró. Las palabras de Alejandro resonaron en su mente: “¡Espérame!” Eso era lo que quería decir… No iba a dejar que Vicente se saliera con la suya. Alejandro no lo perdonaría, no después de haber herido a la mujer que él amaba.
Luciana sabía cuánto Alejandro quería a Mónica. Después de todo, Vicente había herido a su ” niña de oro“.
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