Capítulo 152
-De acuerdo… -respondió Mónica, aunque sus ojos revelaban que no estaba satisfecha.
Cuando Alejandro salió de la habitación, la sonrisa en el rostro de Mónica se desvaneció de inmediato. Frunció el ceño y sus ojos mostraban una profunda confusión. ¿Por qué Alejandro se negaba a dejar a Vicente en paz? ¿Realmente era por ella? Después de todo, Vicente y Luciana eran muy cercanos, y Alejandro no mostraba ninguna indulgencia. ¿Qué más podría ser?
Mónica se quedó mirando el trozo de manzana que Alejandro había cortado para ella, pensando en silencio. Finalmente, murmuró para sí misma:
-Luciana… al final, aún no sabemos quién reirá último.
***
Frente a la entrada del ala VIP, Luciana se quedó quieta, mirando a lo lejos, perdida en sus pensamientos. Escuchó pasos acercándose, pero no se molestó en girarse. Sabía quién era. Alejandro.
Se detuvo junto a ella, a su lado. Su voz, baja y ronca, rompió el silencio.
-¿Todavía aquí? ¿Me estás esperando?
Luciana levantó la cabeza lentamente, y de repente, sonrió. Negó con la cabeza.
-No, ya sé cuál es el resultado. No te molestaré más con esto.
-¿Ah, sí? -Alejandro entrecerró los ojos, sorprendido por un segundo. Creía que, por fin, ella se había decidido a pedirle ayuda. Pero no. Ella nunca lo hacía. En su vida no hay lugar para mí, pensó, y una sonrisa amarga asomó en sus labios.
-¿Y qué crees que sabes? Vamos, dímelo.
Luciana apretó los puños ligeramente.
-Señor Guzmán solo quiere demostrar su poder ante la mujer que ama. Y claro, quiere protegerla porque le duele que la hayan lastimado. Eso lo entiendo…
-¿Entender? -Alejandro la miró fijamente, su tono cada vez más frío-. Todo lo que crees entender está equivocado.
Luciana no dudó en replicar.
-¿Ah, sí? Entonces dime, ¿qué es lo que debo entender?
Su cuerpo temblaba ligeramente, ya fuera de rabia o impotencia. Alejandro la observó con una sonrisa helada.
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Capítulo 152
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-Con esa cabecita tuya, ¿de verdad crees que vas a salvar a Vicente? Olvídalo. Le he dicho a Nathan que lo procese con todo el peso de la ley. Lo que se pueda castigar, se castigará.
El shock fue inmediato. Luciana sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Sin pensar, corrió detrás de Alejandro mientras él comenzaba a bajar las escaleras.
—¡Alejandro! —lo
-lo alcanzó, su respiración agitada, y lo enfrentó-. ¿Qué quieres? ¿Qué necesitas para dejar en paz a mi amigo?
Al decir esas palabras, una parte de ella se sintió derrotada. Sabía que rogarle no servía de nada. Alejandro estaba decidido a vengar a Mónica. Sin embargo, no podía evitar intentarlo.
Alejandro observó cómo Luciana se desesperaba por Vicente. Lo vio todo. Por ese “amigo“, Luciana podía perder la calma, pero cuando se trataba de él, su esposo, podía desecharlo sin más. En sus ojos, él no valía tanto como Vicente. 1
Sin pensarlo, Alejandro agarró el rostro de Luciana con fuerza, su tono lleno de ira contenida.
¿Tienes el valor de dejarme y aún así esperas que te ayude con tu amigo?
Luciana se quedó helada. ¿La odiaba por pedir el divorcio? No lo entendía.
-No te estoy abandonando -dijo con un hilo de voz-. Lo hago por ti, para que puedas estar con Mónica. Si nos divorciamos, ustedes…
-¡Basta! -gritó Alejandro, cortándola bruscamente-. No quiero escuchar ni una palabra más. Te di oportunidades, Luciana. Ya no hay más.
Su boca se torció en una línea dura, sus ojos, oscuros como la noche, se llenaron de una ira insondable. Sin esperar respuesta, se dio la vuelta y se alejó sin mirar atrás.
Luciana se quedó paralizada. Su cabeza latía con fuerza. ¿Qué quiere de mí? ¿Será que… no quiere el divorcio? Pero entonces, ¿por qué? (3
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