Capítulo 154
El corazón de Luciana dio un vuelco. Alarmada, preguntó:
-¿Qué le pasó al abuelo?
Felipe le explicó con calma cómo Miguel había tenido un episodio, fruto de la tensión por la pelea y su mudanza.
-Entiendo… -respondió Luciana, colgando el teléfono. Cerró los ojos, tratando de pensar con claridad. Cuando volvió a abrirlos, su mirada era decidida.
Finalmente, había comprendido algo: Alejandro no quería el divorcio, pero no por ella. Lo hacía por Miguel. Desde el principio, su matrimonio había sido un arreglo para darle paz al anciano. Y ahora, en el momento más delicado de su vida, justo cuando Miguel estaba por someterse a una operación riesgosa, ella había cometido el error de pedir el divorcio y dejar la
casa. 4
Por supuesto que Miguel no podría soportar algo así. Luciana apretó los puños. Se había equivocado terriblemente.
Pero ahora sabía lo que debía hacer.
Luciana tomó su bolso y salió apresurada de la residencia de la UCM. Cuando llegó a Casa Guzmán, una fina llovizna comenzaba a caer. Se detuvo frente a la puerta y tocó el timbre.
Felipe contestó inmediatamente.
-¡Luci! ¿Has regresado?
-Sí–respondió Luciana con una leve sonrisa.
Felipe estaba a punto de abrir la puerta cuando Alejandro bajó las escaleras y lo detuvo en seco.
-No abras la puerta.
Felipe lo miró con sorpresa, incapaz de entender.
-¿Señor Alejandro? ¿Por qué no?
Con frialdad en su mirada, Alejandro no cedió.
No necesito darte una razón. Dije que no, y punto.
-Ah… Está bien.
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Capítulo 154
Felipe dudó, pero al final no tuvo más remedio que obedecer. Cerró la comunicación del intercomunicador, dejando a Luciana de pie bajo la lluvia.
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Frente a la puerta.
Luciana escuchó la conversación detrás de la puerta y esbozó una sonrisa amarga. No era ninguna sorpresa; Alejandro no iba a calmarse tan fácilmente. Con un suspiro, sacó el móvil y marcó su número.
El tono de llamada sonó varias veces antes de que él contestara. Ni demasiado rápido, ni demasiado lento.
-Alejandro -dijo ella, conteniendo el aliento, con cuidado en cada palabra.
Alejandro respondió con un tono perezoso:
-Habla rápido.
-Yo… vine a pedirte disculpas -la voz de Luciana se quebraba en cada sílaba.
-¿Disculpas? -se burló él-. ¿Y por qué, exactamente, crees que deberías disculparte?
Sabía perfectamente la razón, pero prefería verla humillarse.
Luciana cerró los ojos con fuerza. No había marcha atrás.
-No debí haber mencionado el divorcio de esa manera. Fue un error, lo siento…
-¿Un error? —la voz de Alejandro se volvió más tensa, casi palpable la furia contenida—. ¿Así de fácil? ¿Crees que puedes decidir divorciarte cuando se te antoje? ¿En qué momento pensaste que me tomarías en cuenta? 1
Antes de que pudiera contestar, él colgó, dejándola con el corazón en la garganta.
-Alejandro… -murmuró, sintiendo una punzada en la cabeza. Claro, se había equivocado gravemente al mencionarlo. Él ya se lo había dejado claro antes: el divorcio no era una decisión que ella podía tomar sola. ¿Y ahora qué? Ni siquiera podía entrar a la casa.
No podía irse.
Si se iba, lo perdería todo, lo sabía. Miró al cielo; la lluvia empezaba a caer con más fuerza. No había traído paraguas, ni pensaba moverse de ahí. Se quedó bajo la lluvia, empapada, con el teléfono en mano. Al final, le envió un mensaje.
[Sé que me equivoqué. Estoy en la puerta, te esperaré.]
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Capítulo 154
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Alejandro leyó el mensaje y dejó el móvil sobre la mesa, irritado. Caminó hacia la ventana, corrió la cortina y la vio. Allí estaba, sola bajo la tormenta, esperando. Algo en su interior se agitó; la visión de su figura mojada le estrujó el corazón. Pero el resentimiento seguía. Sabía que no estaba allí por él, sino por su amigo.
El sonido de la lluvia golpeando los cristales lo hizo sentirse más inquieto. Dio media vuelta y bajó las escaleras, apretando los puños.
La lluvia no cesaba.
Luciana levantó una mano, limpiándose el agua de la cara, mientras parpadeaba contra las gotas que caían sin tregua. Estaba empapada. De repente, escuchó el chirrido de la puerta. El portón de hierro forjado se abrió lentamente.
Una silueta alta y familiar avanzaba hacia ella. Alejandro, sosteniendo un paraguas, caminaba a su encuentro con pasos firmes.
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