Capítulo 156
La lluvia había cesado.
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Alejandro bajó del auto sin decir nada y caminó delante de Luciana. Se dirigía, en efecto, el edificio de dormitorios. Luciana caminaba un paso detrás de él, sin saber qué esperar. Alejandro se dio vuelta de repente y la apuró con tono serio:
—¿Qué esperas? ¡Sígueme!
—Ah, claro… —murmuró Luciana, acelerando el paso.
hacia
Una vez frente a la entrada, Alejandro se detuvo, sin decir nada. Con un movimiento rápido, le tendió la chaqueta que llevaba en el brazo. Luciana la recibió instintivamente, mirándolo con desconcierto. Sin añadir una palabra, él empezó a remangarse la camisa, dejando al descubierto sus antebrazos firmes.
-Ve y habla con la encargada. Dile que necesito entrar para ayudarte a recoger tus cosas.
Así que era eso. Luciana asintió y fue a hablar con la encargada del edificio. Al recibir su aprobación, le hizo una señal a Alejandro desde la puerta:
-Listo, puedes pasar.
Él esbozó una leve sonrisa y se acercó rápidamente. Al entrar, su expresión cambió: el dormitorio era oscuro y viejo. Alejandro miró alrededor con una mezcla de desaprobación y
sorpresa.
¿Has vivido aquí todo este tiempo?
-Sí… -respondió Luciana, sin entender por qué él parecía tan molesto ahora.
Sin hacer más preguntas, sacó las llaves y abrió la puerta de su habitación.
-Ya empaqué todo, solo hay que cargarlo.
El pequeño cuarto estaba repleto, con dos camas y el espacio justo para moverse. Una de las camas estaba llena de maletas y objetos personales. Alejandro entró, su estatura hacía que el lugar pareciera aún más reducido. Nunca, en su vida de lujos, había estado en un espacio tan humilde. Lo único rescatable era que, al menos, estaba ordenado.
Con el ceño fruncido, Alejandro tomó una de las cajas.
-¿Es todo esto?
-Sí–contestó Luciana, y se agachó para levantar otra caja.
Alejandro la detuvo con una mirada severa.
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Capítulo 156
-¡Suelta eso! ¿No sabes que en tu estado no puedes cargar peso?
Ella se quedó helada y soltó la caja inmediatamente. Claro, estaba embarazada… y parecía que él lo recordaba mejor que ella misma.
–Déjamelo a mí. -Alejandro cargó la caja y salió de la habitación sin esperar respuesta.
Volvió varias veces, llevándose una caja tras otra. Al final, solo quedaba la maleta. Tomándola, una en cada mano, la llevó con facilidad hacia la puerta.
-¿Es todo?
-Sí, eso es todo -confirmó Luciana con un leve asentimiento.
-Entonces, vámonos.
Luciana echó un último vistazo a la habitación mientras cerraba con llave. Sentía un vacío extraño. Ahora que sus cosas se habían ido, si algo cambiaba en el futuro, sería muy difícil volver atrás…
-¡Apúrate!
—Sí, ya voy -respondió, apurándose tras él.
Al regresar a Casa Guzmán, el ambiente era de movimiento. Con los empleados encargándose de todo, Alejandro no necesitaba involucrarse directamente. Felipe, con una sonrisa, dirigía la operación.
–
-Con cuidado. Los libros al estudio, el resto al cuarto. Luego, se volvió hacia Alejandro y Luciana-. Señor, ¿por qué no lleva a Luciana a ver al señor Miguel? Apenas supo que regresaron, quiso bajar. Logré convencerlo de que esperara.
-Está bien–respondió Alejandro, tomando la mano de Luciana y llevándola escaleras arriba.
Al llegar, Miguel los recibió con una sonrisa y le tomó la mano a Luciana.
Qué bien que volviste, Luci. Y mira, si este muchacho te hace enojar, vienes con tu abuelo y yo le doy una lección. Él puede irse, pero tú, tú te quedas.
-Gracias, abuelo. -Luciana sintió un nudo en la garganta, y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Al irse de casa, ni siquiera había pensado en él. Ahora sentía ese peso en el corazón.
Después de la visita, Alejandro no soltó la mano de Luciana mientras regresaban a su habitación. Ella lo miró de reojo, vacilante. ¿Cómo le mencionaría lo de Vicente?