Capítulo 158
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Alejandro no intentó detenerla. Se quedó observándola mientras se alejaba, con una sonrisa que no pudo reprimir. Si iba a besarlo, bien podría hacerlo bien.
<«<Ese toque de inocencia y provocación… sí, es definitivamente ella», pensó, sintiendo que esa mezcla lo enloquecía poco a poco.
***
A las diez de la mañana, Luciana recibió una llamada de Martina.
—¡Luci, Vicente ya está libre! Todo salió bien.
Luciana soltó un suspiro de alivio.
-Qué bueno.
Alejandro, aunque a veces podía abusar de su influencia, cumplía su palabra.
Pasó todo el día en casa, sin salir. A las siete de la noche, mientras ayudaba a los empleados a preparar la cena para el abuelo Miguel, sonó su celular.
-¿Qué haces? -preguntó Alejandro.
-Preparándole la cena a mi abuelo.
—¿Y me has extrañado? —El cambio de tema la tomó por sorpresa, dejándola sin respuesta.
Alejandro no pareció contento con su silencio.
-Oye, te hice una pregunta, ¿por qué no contestas?
A veces, ese hombre era tan terco como un niño. Luciana no tuvo más remedio que responder, aunque le dio algo de vergüenza.
-Sí, te he extrañado.
Alejandro soltó una risa baja, satisfecha.
-Pues, entonces salgamos esta noche. Te doy diez minutos. Te espero en la entrada. —Y sin más, colgó.
Luciana se quedó mirando el teléfono. ¿Estaba él aquí, en la entrada? ¿Había vuelto y la esperaba afuera? Al pensarlo, sintió cómo el rostro se le encendía.
-Luci -Amy la llamó sonriendo, ya está lista la cena. ¿La llevo al comedor?
—Sí, gracias. —Luciana volvió a la realidad y añadió-: Amy, necesito salir un momento. ¿
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Podrías encargarte de mi abuelo?
-No te preocupes. Anda, ve tranquila.
Luciana subió corriendo a cambiarse, se puso algo de maquillaje y, tras un último vistazo, salió apresurada.
Al llegar a la entrada, un Bentley Mulsanne la esperaba. Luciana abrió la puerta y subió. Alejandro miró su reloj con un leve arqueo de ceja.
-Llegas tarde.
Le había dado diez minutos, pero habían pasado casi veinte.
-Lo siento -se disculpó ella, un poco apenada.
Alejandro no estaba realmente molesto. Se inclinó hacia ella para abrocharle el cinturón de seguridad, pero al mirarla de cerca, notó algo diferente. Sonrió ligeramente.
-¿Te maquillaste?
Luciana desvió la mirada, avergonzada.
-Solo un poco.
-¿Y por qué escondes la cara? -le preguntó, de buen humor.
Tomándole el rostro con ambas manos, Alejandro la obligó a mirarlo. Su piel lucía clara y suave, sus mejillas ligeramente sonrojadas, y en sus ojos había un brillo especial. Se había arreglado así… solo por él.
Alejandro la observó con aprobación.
-Te ves hermosa.
Luciana sintió cómo el corazón le daba un vuelco, mientras él añadía:
-Vamos, te llevaré a cenar.
El auto avanzó y Luciana se quedó mirando por la ventana.
-Parece que va a llover otra vez–murmuró.
—Sí, estamos en temporada de lluvias -respondió Alejandro, mirándola un instante-. No te preocupes, no dejaré que te mojes esta vez.
Cozyroom.
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Un restaurante exclusivo para miembros, que solo acepta reservaciones anticipadas.
Alejandro solía venir, pero era la primera vez que traía a Luciana.
-Mira el menú, elige lo que quieras. -Le extendió la carta mientras el mesero servía agua en
sus copas.
Luciana hojeaba el menú con cierta incertidumbre, hasta que el mesero, sonriendo, le sugirió:
-Señorita Soler, le recomiendo las chuletas de cordero de hoy. La langosta y el cangrejo también están muy frescos. ¿Le gustaría probar alguno?
Al escuchar el comentario, la expresión de Alejandro cambió al instante. Luciana también se sintió incómoda, aunque trató de disimularlo con una sonrisa.
-Creo que me confundiste con otra persona. Yo no soy la señorita Soler.
—¿Ah? —El mesero palideció de inmediato. Al comprender su error, se volvió hacia Alejandro con ojos de pánico.
-Señor Guzmán, mis disculpas, fue un terrible error.
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