Capítulo 160
Fue seguido por el estruendo de un trueno.
La tormenta comenzó de repente, con una lluvia fuerte y ruidosa.
Luciana frunció el ceño, mirándolo con urgencia.
-¡Anda, ve ya! La lluvia está empeorando, y así será más difícil encontrarla.
No estaba molesta; de hecho, estaba pensando en su bienestar. Alejandro no supo cómo sentirse: ¿debería alegrarse o entristecerse?
Se levantó con el ceño fruncido.
-Voy entonces. Tú sigue comiendo, pero sin apuro. Comer deprisa hace mal.
-Lo sé. -Luciana asintió con una sonrisa.
Aun así, él seguía inquieto.
-Juan y Simón te llevarán de vuelta a casa.
Luciana sabía que esos dos hermanos siempre vigilaban a Alejandro, siguiéndolo discretamente, incluso cuando él conducía solo. Con la boca llena de cordero, solo pudo asentir.
—Sí, sí.
-Y cuando llegues, me llamas.
-Está bien… —Luciana rió con suavidad. Anda, que no soy una niña.
-Me voy entonces.
Luego de
asegurarse de que no quedaban más recomendaciones, Alejandro dio media vuelta y salió, pero apenas había dado unos pasos cuando se detuvo y miró hacia atrás. Luciana no lo observaba; tenía la mirada concentrada en su sopa.
Por alguna razón, Alejandro sintió la necesidad de preguntar:
-Luci, ¿tú… quieres que me vaya?
-¿Eh? -Luciana alzó la cabeza, perpleja. ¿En serio podía decidir eso?
Después de un momento, asintió despacio.
-Claro, dijeron que… está desaparecida, ¿no?
La respuesta de Luciana, tan simple y lógica, lo irritó de pronto. Alejandro apretó los dientes,
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Capitulo 160
sintiendo una punzada de frustración.
-Bien. Entendido.
Dicho esto, se giró y salió sin volverse otra vez.
Tan pronto como la puerta se cerró, Luciana se detuvo y, llevándose una mano al pecho, respiró profundamente. Sentía que no podía comer ni un bocado más; si seguía, realmente acabaría con indigestión. Desde el momento en que Alejandro había contestado esa llamada, la comida había perdido todo sabor.
El estómago se le revolvía, y cada bocado le sabía a nada.
Con la garganta apretada, tomó su vaso de agua y bebió rápidamente. Solo así logró sentir un poco de alivio. Luego, con calma, se limpió la boca, agarró su bolso y salió del salón privado.
-Luci. —Simón ya la esperaba en la puerta, sorprendiéndose al verla salir tan pronto-. ¿ Terminaste de cenar?
—Sí. —Luciana sonrió con serenidad-. Gracias por llevarme a casa.
-Es un placer. Vamos.
La lluvia caía intensamente afuera mientras Simón la acompañaba de regreso a Casa Guzmán.
Al llegar a su habitación en el segundo piso, Luciana dejó el bolso y el celular sobre la cama. Recordó la recomendación de Alejandro: «Cuando llegues, llámame.» Pero, de repente, que no tenía deseos de obedecerlo.
repente, sintió
Sin más, fue al vestidor, tomó algo de ropa y entró al baño. Apenas cerró la puerta de la ducha, el teléfono comenzó a sonar. En la pantalla parpadeaba el nombre “Alejandro“, pero el ruido del agua impidió que lo escuchara.
Mientras tanto, Alejandro la llamaba una y otra vez, sin recibir respuesta. La inquietud empezó a crecer. Aunque Simón ya le había confirmado que Luciana había llegado sana y salva, ¿por qué no lo llamaba? Ella había prometido hacerlo. ¿Ahora, ni siquiera contestaba?
Después de varios intentos fallidos, Alejandro dejó el teléfono a un lado con fastidio.
De pronto, el celular volvió a sonar. Alejandro lo miró, ansioso, y estiró la mano para alcanzarlo, pero se le resbaló y cayó entre los asientos. Al inclinarse para recogerlo, una luz cegadora apareció frente a él.
El agudo sonido de una bocina invadió el silencio.
Una enorme camioneta se dirigía directamente hacia él. Alejandro, sobresaltado, agarró el volante y giró bruscamente en un intento de esquivar el choque.
Capitulo 160
¡Boom! Un impacto ensordecedor lo envolvió todo.