Mi multimillonario 166

Mi multimillonario 166

Capítulo 166 

Su rostro reflejaba un disgusto que no podía contener

-¿Es que planeabas marcharte

Luciana titubeó. La respuesta era evidente para ella, aunque no dijo nada

Alejandro sintió una punzada de rabia en el pecho y soltó una risa amarga

-Tu esposo está hospitalizado tras un accidente de tráfico, ¿y no crees que deberías quedarte aquí para cuidarlo

Luciana se quedó sin palabras. Él tenía razón en lo que decía, pero eso aplicaba para un matrimonio convencional. En su caso, la situación era distinta. Ella tuvo un impulso de decirle que quien debería estar allí cuidándolo era Mónica, la persona por la cual él se había arriesgado. Era lógico que Mónica, y no ella, se encargara de cuidarlo. Después de todo, ¿acaso no se había accidentado por ir a buscarla a ella

Luciana abrió la boca, pero al final no dijo nada. Así era la vida de los ricos: hacían lo que querían y les salía gratis

Finalmente, Luciana cedió

-Si quieres que me quede contigo, entonces me quedaré

Alejandro parpadeó, sorprendido por su disposición tan inmediata. Su humor se alivió un poco, aunque disimuló su satisfacción

-No tienes que hacerlo si no quieres respondió, fingiendo desinterés

-No es ninguna molestia —dijo ella negando con la cabeza-. Solo que no traje mis cosas, así que tendría que volver a casa para buscarlas

Alejandro frunció el ceño

-No es necesario. Que un empleado te prepare lo que necesites y te lo traiga aquí

Para él, no tenía sentido que ella, estando embarazada, se molestara en ir y venir por algo tan trivial

¿Había olvidado ella que él era su esposo, que tenía suficiente dinero como para atender esos asuntos con cualquier cantidad de empleados

Sin embargo, Luciana no parecía estar de acuerdo

-Es fácil organizar los artículos de uso diario, pero también quiero llevarme algunos libros. Los empleados no sabrían cuáles necesito, así que prefiero ir personalmente

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Capítulo 166 

+25 BONUS 

Por más vueltas que diera, el mensaje seguía siendo el mismo: ¡quería irse! Alejandro sintió un toque de frustración. Empezaba a pensar que; para ella, cada minuto lejos de él era una especie de alivio

-Haz lo que quieras 

respondió, recostándose y cerrando los ojos con expresión de desgano

Luciana notó su molestia, pero no le importó. No estaba dispuesta a lidiar con otro de sus caprichos

-Entonces, me voy ya —dijo, tomando su bolso y saliendo de la habitación

Tras escuchar la puerta cerrarse, Alejandro abrió los ojos de golpe, con el ceño fruncido. ¿Se habría ido con la intención de no volver? La habitación se llenó de un silencio tan denso que cada segundo parecía eterno

Mientras tanto, Luciana regresó a Casa Guzmán, preparó algunas cosas que quería llevarse y, sin prisa alguna, decidió quedarse a cenar con Miguel. Pasó un rato acompañándolo, asegurándose de que estuviera bien, y solo cuando él se retiró a descansar, se dispuso a volver al hospital. Para cuando llegó, ya eran casi las diez de la noche

Luciana levantó la mano y tocó suavemente la puerta

-¡Adelante! -respondió Alejandro con un tono cargado de impaciencia y enojo

Luciana respiró hondo antes de entrar

-Vaya -comentó Alejandro, con el entrecejo fruncido-, parece que mi esposa finalmente ha decidido honrarme con su presencia. Si tan poco te apetece venir, ¿por qué no te quedaste en casa

Luciana dejó el equipaje a un lado y, con los ojos encendidos, lo miró directamente

-¿Quieres que me vaya ahora

-¡No te atrevas! -replicó él, su rostro pasando de pálido a rojo-. Luciana, ¿es que tienes corazón

¿Acaso ella no le daba el más mínimo lugar en su vida

Sin prestar atención a su mal humor, Luciana decidió que no valía la pena entrar en una discusión. Se arremangó y llevó la maleta al vestidor

Al salir, traía una cobija en las manos. Sabía que en la habitación había una cama para acompañantes. Así que la arregló, colocando la manta y dejando sus libros sobre la mesa auxiliar

Luego, miró a Alejandro y preguntó

-Vas a descansar? Voy a apagar la luz principal y dejar solo la lámpara

Alejandro soltó una risa fría y llena de sarcasmo

-Luciana, ¿para qué has venido aquí

Desde que había llegado, jella no le había prestado ni una mínima atención

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