Capítulo 17
-¡Suéltame, suéltame! –Luciana gritaba, pero el dolor en su pie era tan agudo que las lágrimas amenazaban con salir. La mano de Alejandro, firme como una tenaza, no cedía.
-¡No te muevas tanto! -dijo Alejandro, sin soltarla.
Sabía que había actuado mal esa noche, pero una furia irracional lo invadió al verla charlando y sonriendo con un hombre desconocido en un Maserati.
¿Por qué le hervía la sangre? ¿Acaso estaba celoso? Quería disculparse, pero las palabras se le atascaban en la garganta.
-Lo siento…
-¡No quiero hablar contigo! -Luciana no quería escuchar nada. La había dejado tirada, ¿y ahora tenía el descaro de estar enfadado? ¡Qué desfachatez!
Con un movimiento brusco, Luciana logró soltarse, pero perdió el equilibrio. Al retroceder, un dolor punzante recorrió la planta de su pie, arrancándole un grito que hizo que Alejandro se detuviera en seco, frunciendo el ceño.
-¿Qué truco estás usando ahora? -espetó él, lleno de desconfianza.
-¡No soy una estafadora! ¡Y mucho menos para alguien tan ciego como tú! -replicó Luciana, furiosa.
Alejandro se enfadó y lamentó haberse preocupado por una mujer así. Se dio la vuelta, dispuesto a marcharse, pero algo lo detuvo: una mancha roja en el borde de la falda de Luciana. ¿Era sangre? De inmediato, una preocupación genuina se reflejó en su rostro.
-¿Qué te pasó? -preguntó, acercándose con el ceño fruncido-. ¿Te lastimaste?
Extendió la mano para ayudarla.
-Déjame ver…
¡Paf!
El sonido seco de la bofetada resonó en el aire, cortando el silencio. Luciana había apartado su mano con un golpe instintivo. Alejandro se quedó inmóvil, entrecerrando los ojos, sin creer lo que acababa de ocurrir.
-¿Luciana, me pegaste?
Luciana, nerviosa, negó con la cabeza.
—No, no fue… -las palabras se le atascaban, lamentando lo que había hecho. ¿Solo le dio un
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Capítulo 17
manotazo, o realmente lo había golpeado? La confusión la invadía. Recordó que él era el novio de Mónica, y su reacción fue impulsiva, sin pensarlo.
Sin más preámbulos, Alejandro levantó la falda de Luciana, revelando su pie izquierdo descalzo, envuelto en un trapo empapado en sangre. Su expresión cambió de inmediato, volviéndose sombría.
-¿Qué te pasó?
Luciana, resignada, respondió con sinceridad:
-El lugar estaba tan remoto que no pude conseguir un coche. El camino era un desastre, el barro se tragó uno de mis zapatos, y no tuve más opción que caminar descalza…
-¡Qué torpe! -Alejandro no podía escuchar más. Su frustración crecía-. ¿Por qué no me llamaste?
-¡Te llamé! -Luciana lo miró directamente, recordándole-. Fuiste tú quien colgó.
Alejandro se quedó helado, las palabras de Luciana lo golpearon como un puño. Recordaba ese momento. Solo pensaba en Mónica, ni siquiera se molestó en escucharla. La culpa lo invadió de
nuevo.
Sin decir nada más, Alejandro la levantó en brazos, como si fuera una princesa.
-¡Ah! —Luciana soltó un pequeño grito, sorprendida. ¿Qué estaba haciendo Alejandro? ¡Él tenía novia!—. ¡Bájame ahora! ¡En serio, déjame bajar!
El rostro de Alejandro se oscureció al ver cómo Luciana se agitaba en sus brazos, como si fuera un pulpo intentando escapar. ¿Lo rechazaba tanto? Después de todo, él seguía siendo su esposo. ¿Ni siquiera podía tocarla?
Viendo la molestia reflejada en su expresión, Luciana rápidamente intentó calmar la situación:
-Sé que lo haces con buena intención, pero puedo caminar sola.
-¿Caminar? –Alejandro soltó una risa sarcástica que cortó el aire.
Luciana forzó una sonrisa, intentando explicarse:
-Solo me sentí débil por un momento.
Finalmente, Alejandro la bajó, tratando de ocultar su ansiedad por cargarla. Luciana se aseguró de estar bien plantada en el suelo.
-Mira, estoy bien -dijo con voz firme, aunque por dentro su corazón latía con fuerza.
Alejandro, sin convencerse del todo, la observó un momento antes de decir:
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Capítulo 17
-Sube al coche, vamos al hospital.
-No es necesario —Luciana volvió a negar con la cabeza, intentando suavizar la situación-. Es solo una herida pequeña, con un poco de desinfectante estaré bien. El hospital universitario está cerca, puedo ir sola. —Le hizo un gesto con la mano-. Es tarde, mejor vete.
Nada de lo que ofrecía era aceptado. Alejandro la miró de reojo, con una expresión sombría. Su amabilidad no era correspondida, y eso lo enfureció. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta, abrió la puerta del coche y se marchó, dejando a Luciana en el silencio de la noche.
Luciana soltó un suspiro de alivio. No había aceptado divorciarse solo para molestar a la familia Herrera, pero más allá de eso, nunca tuvo la intención de acercarse demasiado a Alejandro. Caminó lentamente de vuelta al dormitorio, cada paso recordándole que, aunque la herida en su pie no era gran cosa, el dolor emocional era más profundo.
De regreso en su cuarto, se dio una ducha, sacó su botiquín y atendió su herida antes de acostarse a dormir. Quería dejar atrás el episodio de esa noche y seguir adelante. (2)
A la mañana siguiente, fue despertada por el sonido insistente de su teléfono. Todavía somnolienta, contestó.
-¿Hola?
Al otro lado de la línea, escuchó la voz de Benjamín, el jefe de su departamento:
—Luciana, la oficina de administración del hospital llamó. Puedes regresar a tu internado.
-¿Qué? —Luciana, sorprendida, se sentó de un salto. Con una gran sonrisa, preguntó—. ¿Es en serio?
Benjamín se rio al otro lado.
-¿Crees que te estoy mintiendo?
-¡Entendido, muchísimas gracias! –Luciana no pudo contener su alegría-. ¡Gracias de verdad!
Colgó el teléfono con una risa de felicidad. Anoche le había mencionado esto a Alejandro, pero como él no dijo nada, pensó que no había esperanza. Nunca imaginó que recibiría esta sorpresa tan temprano en la mañana.
Sin perder tiempo, envió mensajes a Martina y Vicente para informarles que su problema de la pasantía estaba resuelto. Por suerte, no tendría que molestar a Vicente. Mientras dejaba el teléfono a un lado, pensó que tal vez debería agradecerle a Alejandro.
Abrió WhatsApp y comenzó a escribir.
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[Alejandro, gracias, de verdad, muchísimas gracias.] Añadió un emoji de una carita sonriente y sonrojada antes de enviarlo.
Del otro lado, Alejandro leyó el mensaje y sonrió de medio lado. Al menos sabía agradecer, mucho más sensata que la noche anterior. Dejó el teléfono sin responder. (1)
Después de ese día, no volvieron a tener contacto.
Luciana seguía con su rutina diaria: trabajo y búsqueda de un empleo de medio tiempo. Hoy, aprovechando su día libre, decidió salir a buscar trabajo. El tiempo corría, y si no encontraba un empleo pronto, no tendría suficiente dinero para cubrir sus gastos el próximo mes.
Pasó la mañana enviando currículums, pero la suerte no estuvo de su lado. Al mediodía, con el estómago vacío y el ánimo decaído, decidió darse un pequeño lujo y se dirigió a una tienda de conveniencia para comer un ramen instantáneo.
Tomó un paquete de ramen y se dirigió a la caja. Al girar, chocó con alguien, y todos sus currículums se esparcieron por el suelo. (1
-Lo siento -dijo la otra persona, agachándose para ayudarla a recogerlos. Cuando Luciana levantó la vista, se quedó sorprendida. Era Sergio.
-Qué casualidad -le sonrió Sergio-, vine a comprar agua.
-Hola -respondió Luciana, asintiendo con una leve sonrisa.
Sergio notó lo que ella sostenía.
-¿Solo vas a comer eso? -preguntó con una ceja levantada.
-Sí–contestó Luciana con naturalidad.
-¿No es muy poco? -Sergio sugirió amablemente. ¿No quieres añadir una salchicha? ¿O una bebida?
Luciana no pudo evitar reírse.
-No, gracias. Con el ramen es suficiente.
Con esa respuesta, se acercó a la caja para pagar. Sergio no insistió más, compró su agua y, antes de irse, la vio sentada en un taburete junto a la ventana, esperando a que su ramen estuviera listo.
De vuelta en el coche, Sergio le pasó el agua a Alejandro. Habían estado siendo seguidos, y para despistar a esos individuos, terminaron por casualidad en esa área.
-Primo, ¿crees que esos tipos podrían estar relacionados con los que te drogaron la última vez?
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Alejandro no respondió de inmediato, pero su expresión indicaba que lo estaba considerando seriamente.
-¿Todavía no tenemos ninguna pista sobre ese incidente?
-Ninguna -respondió Sergio, sacudiendo la cabeza con frustración.
Alejandro se sumió en un silencio pensativo. Primero alguien lo había drogado, y ahora los seguían. ¿Quién estaba detrás de esto? ¿Qué pretendían?
Sergio, tras un momento de duda, añadió: (1)
-Luciana está adentro. Tiene un montón de currículums, parece que está buscando trabajo. Y su almuerzo es un ramen instantáneo.
Alejandro, que estaba bebiendo agua, se detuvo en seco.
-¿Buscando trabajo? —repitió, incrédulo.
¿Por qué? ¿No había gastado 200,000 dólares en un solo día con su tarjeta? ¿Por qué ahora estaba buscando trabajo y comiendo ramen? Nada de eso tenía sentido.
Percibiendo su incredulidad, Sergio reafirmó: 1
-Es verdad.
Sergio no mentiría, y además, su encuentro con Luciana había sido completamente accidental. Ella no podía haber planeado esto. Entonces, ¿qué estaba pasando?
Sin pensarlo mucho, Alejandro decidió averiguarlo. Dejó el agua y abrió la puerta del coche.
-Espérame aquí – ordenó.
Dentro de la tienda, Luciana había tomado su tazón de ramen, destapado la tapa de papel y partido el tenedor de plástico. Estaba a punto de comer cuando Alejandro entró.
-Ah–Luciana inhaló el aroma, disfrutando el momento-, huele delicioso.
Levantó la vista y se encontró con Alejandro, que la observaba con el ceño fruncido.
-¿No vas a explicar? –preguntó él, golpeando suavemente la mesa con los dedos, su tono cargado de sospecha y curiosidad.