Capítulo 173
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Aunque estaba claro que era una rabieta, Luciana lo miró con su misma serenidad de siempre. No podía entender del todo lo que le pasaba, pero sabía que era mejor calmarlo para no tener que aguantar sus arrebatos todo el día.
-Sin comer no vas a ningún lado, vas a enfermarte le dijo ella con una sonrisa apacible. Voy a ver qué hay en la cocina.
Fue hacia la cocina y regresó pronto con varias opciones.
-Hay atolito de maíz, un poco más de caldo de pollo y algunas verduras. ¿Quieres que te caliente algo?
Alejandro, aún recostado contra el cabecero, seguía con el ceño fruncido.
—Estoy harto de lo mismo se quejó—. No quiero nada de eso.
¿Harto ya? ¿Después de solo dos comidas? Este hombre sí que era exigente.
-Entonces, ¿qué quieres? -le preguntó Luciana, con paciencia.
Alejandro le lanzó una mirada cargada de reproche.
—¿Y quieres que yo piense en eso? —la acusó, como si la responsabilidad fuera enteramente
de ella.
Claro, debió habérselo imaginado. Luciana reflexionó un poco: todavía no podía comer de todo.
-¿Qué tal unos fideos? ¿O prefieres tacos? -ofreció finalmente.
Alejandro, sin responder, contraatacó con otra pregunta:
-¿Y tú? ¿Dónde y con quién comiste al mediodía?
-¿Yo? —Luciana se quedó perpleja, pero le respondió sinceramente-: Almorcé con Martina, fuimos a un local en la calle de atrás y comimos ramen.
Alejandro soltó un bufido, aunque algo de su enojo se calmó. Al menos, supo que había estado con su amiga.
-Entonces, yo también quiero ramen.
Al fin, había aceptado algo. Luciana no pudo evitar sonreír.
-De acuerdo, le diré a Sergio que…
-Un momento -dijo Alejandro, deteniéndola, sujetándola por la muñeca antes de que se
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Capítulo 173
fuera.
-¿Qué pasa? -preguntó Luciana, sin entender.
Alejandro la miró con incredulidad.
-¿Planeas pedirlo y que te lo traigan? ¿Qué no sabes que para cuando llegue ya estará blando y arruinado?
Sí, tenía razón, eso era un problema.
-¿Entonces…? -pensó en voz alta—. Tal vez podríamos traer a Amy para que lo prepare aquí
mismo.
Pero a Alejandro no le gustó la idea.
¿Tienes idea de cuánto tardará en llegar hasta aquí? ¿Quieres que me muera de hambre?
Luciana sentía que no había manera de satisfacerlo; ninguna opción era suficiente.
-¿Y si lo preparo yo? -propuso, casi en un suspiro.
Era justo lo que Alejandro estaba esperando.
-Perfecto aceptó de inmediato, sin darle oportunidad de retractarse-. Anda, ve ya.
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Luciana se quedó estupefacta, en silencio por un par de segundos. Pasó la lengua por sus labios y dijo:
-¿De verdad quieres que cocine? Mira que mi habilidad en la cocina es bastante limitada.
Aunque desde pequeña había sido independiente, con excelentes calificaciones y habilidades para dibujar y coser, la cocina era su punto débil.
-¿Qué pasa? -Alejandro la miró de reojo-. ¿No quieres? Si no quieres, olvídalo, no como…
-¡Quiero! -Al ver que se le iba a molestar otra vez, Luciana se apresuró a asentir-. Voy a cocinar de inmediato.
Pensó un momento y añadió:
-Pero no te quejes si no está tan bueno. No soy muy hábil en la cocina.
Alejandro esbozó una sonrisa leve:
-Descuida, no me voy a quejar.
-Bueno, está bien… -respondió ella, resignada, mientras se arremangaba para entrar en la
cocina.
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Capítulo 173
Sacó algunos ingredientes simples de la nevera: fideos, verduras y huevos, y se puso a preparar la sopa. Alejandro, desde la cama, observaba el reloj de pared con impaciencia.
Un minuto, dos minutos… Casi una hora después, frunció el ceño. ¿Todavía no estaba listo?
-¿Luciana?
-¡Ya voy! -respondió desde dentro, saliendo finalmente con una bandeja. Una nube de vapor tibio la acompañaba-. Listo, ya está.
Colocó la bandeja sobre la mesa plegable frente a él y se mordió los labios, algo nerviosa.
-Mira a ver si te gusta.
Alejandro bajó la vista y se encontró con un plato de caldo claro, casi transparente, con fideos pálidos flotando.
Hizo una mueca. No era que ella estuviera siendo modesta o buscando excusas para no cocinar; realmente no se le daba bien.
No le provocaba mucho comerlo. Alejandro, que siempre había comido platillos impecables, dudaba. Pero Luciana lo miraba con tanta expectativa que no podía simplemente rechazarlo.
-Ya te lo dije, no sé cocinar–se justificó Luciana, sintiéndose cada vez más incómoda—. Si no te gusta, puedo llevármelo…
-Espera.
Alejandro la detuvo, atrapando su muñeca.
—¿Cuándo dije que no lo iba a comer?
El plato no se veía nada apetecible, pero era la primera vez que ella cocinaba para él, y eso
contaba.
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