Capítulo 176
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-Mónica… —dijo Clara, nerviosa, era la primera vez que se sentía tan insegura. ¿Estás segura de que esto está bien? Ni siquiera estás realmente embarazada. ¿Qué harás cuando se descubra?
Mónica dejó escapar una risa fría, sus ojos oscureciéndose.
–
Eso lo veré después. Ahora, al menos, él no puede deshacerse de mí, ¿verdad?
-Es cierto
Clara asintió, apretando los labios y con una chispa de determinación-. Todo esto es culpa de Luciana. Ella te orilló a esto. -Clara le tomó la mano con firmeza-. No te preocupes, mi niña, yo te ayudaré. Esa mujerzuela jamás ocupará tu lugar. ¡No va a salirse con la suya!
-Mamá… -Mónica, agotada, se dejó caer en el hombro de su madre, su rostro palideciendo.
-Ya no tengo más opciones. De verdad, de verdad, amo a Alejandro.
No solo por su riqueza, aunque eso también pesaba. Lo que realmente le importaba era él. Era perfecto.
Había llegado al punto en el que no podía imaginarse sin él. En esta vida, no quería a ningún otro hombre.
***
Al salir del cuarto, Alejandro tomó el celular y llamó de regreso a Luciana. Sin embargo, el teléfono de ella estaba ocupado. No tuvo más remedio que colgar e ir rápidamente de vuelta.
Al entrar a la habitación, escuchó la voz de Luciana hablando por teléfono. Su corazón, inquieto hasta ese momento, volvió a su lugar. Por suerte, estaba allí. No se había ido ni había ignorado su llamada.
-Sí, está bien, así lo dejamos -dijo Luciana antes de colgar. Al levantar la vista, notó a Alejandro en la puerta.
-Ah, regresaste -comentó mientras se ponía de pie.
—Sí. —Alejandro dio un par de pasos hacia ella, abriendo los brazos para envolverla en un abrazo, mientras su voz baja y profunda la alcanzaba-. ¿Ya habías vuelto hace rato?
-Sí, hace como una hora -respondió ella, sin ocultarlo.
¡Maldita sea! Alejandro se maldijo internamente, y suavemente sostuvo su rostro entre las
manos.
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Capitulo 176
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-Perdóname. Tenía algo que resolver y no podía contestarte.
-Lo supuse–respondió Luciana con una sonrisa tranquila, sin mostrar el menor enojo.
Alejandro sintió una repentina punzada de ternura en el pecho y, tomando su mano, le
propuso:
Vamos, vámonos ya.
—¿A dónde? —preguntó Luciana, algo sorprendida.
Alejandro soltó una risa:
-A la prueba de la medida del vestido, ¿ya se te olvidó?
—Pero… —dijo Luciana, mirando el reloj en la pared—. Ya llegamos una hora tarde. ¿Seguro que aún podemos ir?
-No importa —dijo Alejandro sin la menor preocupación—. Incluso si no tuviéramos cita, ellos nos atenderían igual.
Sin embargo, Luciana no se movió. Dudosa, añadió:
-Lo que pasa es que tengo un compromiso dentro de poco y ya casi me tengo que ir.
—¿Qué? —Alejandro se quedó perplejo, y su sonrisa se desvaneció—. ¿Qué compromiso?
-Hace un rato me llamó mi colega y me pidió que cubriera una clase experimental en la noche. Pensé que estabas ocupado, así que acepté -explicó Luciana. Alejandro había cruzado la puerta apenas unos segundos después de que ella aceptara.
Al escucharla, Alejandro frunció el ceño en silencio, visiblemente molesto.
Luciana apretó su mano, hablándole con una voz suave y conciliadora:
-Fue mi culpa, lo admito, me adelanté a decidir. Pero ya le di mi palabra a mi colega. Por favor, déjame ir esta vez, te prometo que no volverá a pasar, ¿sí?
Ante su tono suplicante, Alejandro no pudo sostener su enojo. Además, él mismo había fallado
a la cita antes. Alejandro suspiró, despeinándola suavemente.
-Está bien. ¿A qué hora estarás de regreso?
-En una hora más o menos, es solo una clase.
—Dile a Simón que te lleve y que luego te recoja -concedió Alejandro.
Luciana sonrió y asintió.
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-De acuerdo.
Aún con prisas, salió de la habitación. Mientras iba camino a la universidad, su celular sonó. Era un mensaje de Mónica:
[¿Quieres saber dónde estaba Alejandro hace un rato?]
El segundo mensaje era una foto. En ella, Alejandro y Mónica aparecían en la habitación de ella, tomados de la mano.
