Capítulo 177
La clase experimental duró apenas cuarenta y cinco minutos, y pasó rápido. Mientras daba la clase, Luciana se sentía plena y concentrada. Pero al salir, la mente en blanco, volvió a sentir ese peso en el pecho.
Sin poder evitarlo, tomó su celular y abrió la foto que Mónica le había enviado. Cerró los ojos a medias, esbozando una sonrisa amarga. De no ser por esa imagen, casi habría creído en las palabras de Alejandro de la noche anterior.
-Vamos a estar bien juntos.
¿En su situación? ¿Cómo podrían estar bien?
Sostenía el teléfono y no supo cuánto tiempo se quedó allí, en la entrada del salón, hasta que alguien la llamó:
-¿Luciana?
Era Simón. Alejandro le había ordenado llevarla y recogerla. Al ver que no salía, Simón, preocupado, pensó que quizá le había pasado algo.
-¿Terminaste la clase? ¿Nos vamos?
—Sí, vamos respondió Luciana mientras guardaba el celular y asentía.
Regresaron al cuarto del hospital, donde el tiempo se había alargado más de lo prometido. Alejandro, con el ceño fruncido, la observó mientras dejaba su bolso y entraba al vestidor para cambiarse.
-¿Por qué tardaste? ¿Se alargó la clase? -preguntó apenas la vio salir.
-Sí. Luciana sonrió con suavidad-. Ya puedes comer algo suave; voy a llamar a Amy para que prepare la cena. Esta noche cenaré contigo.
No había nada en su expresión que indicara molestia o disgusto. Pero, de alguna manera, Alejandro no podía evitar sentirse intranquilo. Tal vez, se dijo, era solo su propia consciencia.
Tras unos segundos, él asintió, aparentando tranquilidad:
-De acuerdo, lo que tú digas.
Cenaron juntos. Luego, como Alejandro aún no podía ducharse, Luciana lo ayudó a limpiarse con una toalla húmeda y a cambiarse de ropa. Finalmente, se acostaron lado a lado para ver una película antes de quedarse dormidos.
La respiración de Alejandro se volvió estable. Luciana abrió los ojos y, con cuidado, apartó su
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Capítulo 177
brazo de su cintura y se levantó de la cama sin hacer ruido. Fue hasta la cama de acompañante, extendió una manta sobre ella y se recostó.
No era capricho, pero dormir junto a Alejandro le resultaba imposible. Aquí, en la cama de acompañante, sin el sonido de su respiración ni el latido de su corazón, todo parecía calmarse. No tardó mucho en quedarse dormida.
Aún no amanecía cuando Alejandro se movió en la cama y de pronto se despertó. Lo que lo sobresaltó fue la sensación de vacío. Abrió los ojos de golpe y, al instante, vio a Luciana durmiendo en la cama de acompañante. Su rostro se ensombreció, y un frío distante se instaló en su pecho.
La tenía junto a él al acostarse, pero en plena madrugada, ella había decidido alejarse… ¿Toda esa docilidad que le mostraba no era más que una fachada?
Luciana despertó completamente descansada. Al abrir los ojos, lo primero que vio fue a Alejandro, sentado frente a ella, mirándola fijamente. Sobresaltada, el sueño se le esfumó de inmediato, y se incorporó casi de un brinco.
Alejandro la miró con indiferencia y comentó en tono gélido:
-¿Dormiste mejor aquí, verdad? Los últimos días debes haber estado incómoda, ¿no?
-No… no fue por eso. -Luciana se frotó el cabello, un tanto desorientada—. Es que me levanté en la noche al baño, y para no lastimarte al volver a la cama, me quedé aquí.
Alejandro soltó una risa irónica, apenas audible. Esa explicación… no le creyó ni una palabra. Sin embargo, se contuvo; la furia apenas contenida hervía dentro de él. Sabía que Luciana no sentía por él lo mismo que él deseaba. No quería dejar que su mal genio alejara aún más a esta mujer que le interesaba tanto.
Extendió la mano hacia ella.
-Ven acá.
Sin entender el motivo, Luciana fue hacia él y le tomó la mano. Al instante, Alejandro la atrajo, acomodándola en su regazo. La rodeó con los brazos y, en un tono bajo y suave, murmuró:
-¿Tienes algo que hacer hoy? A las cuatro en punto, iremos a probarte el vestido y a escoger el diseño, ¿te parece bien?
En cuanto terminó de hablar, notó cómo Luciana se ponía algo tensa en sus brazos, y sus ojos se entrecerraron, buscando en su expresión. ¿Estaba por rechazarlo?
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