Capítulo 18
Luciana miró a Alejandro con calma y dijo:
-Es un ramen instantáneo, estoy esperando a que se cocine.
¿Qué clase de explicación era esa? Alejandro no podía creer lo que escuchaba. ¿Esta mujer estaba buscando problemas a propósito?
Intentó contener su irritación. Aunque su relación era tensa, no podía negar que ella le había ayudado mucho últimamente. No podía ignorarla después de verla en esa situación. Le había dado una tarjeta de crédito, pero ella seguía buscando trabajo y comiendo ramen. Decidió que lo mejor sería solucionar lo que tenía frente a él primero.
-¡No lo comas! ¿Qué tiene de bueno el ramen? Te voy a comprar otra cosa.
-No hace falta, yo… —Luciana intentó protestar, pero Alejandro no le dio oportunidad de
terminar.
La tomó del brazo y la llevó directamente a la sección de alimentos.
-¿Qué quieres comer?
Luciana lo miró fríamente, sin decir una palabra.
-¿No vas a hablar? -Alejandro frunció el ceño, molesto por el silencio-. Entonces yo decidiré.
Sin esperar respuesta, tomó una ensalada de salmón y carne, leche fresca y unos pastelillos de huevo. Fue a pagar y luego le entregó la bolsa a Luciana.
-Toma, come esto.
Luciana apretó los labios, negándose a tomar la bolsa. De repente, su mirada se desvió hacia algo a través de la puerta de vidrio. Su corazón comenzó a latir descontroladamente y su respiración se volvió irregular.
Aunque solo vio una espalda y la parte trasera de una cabeza, lo reconoció al instante: jera Fernando!
Estaba acompañado por dos amigos, y los tres se alejaban riendo.
¡Él había vuelto!
Luciana, sin pensarlo, empujó a Alejandro bruscamente.
-¡Muévete!
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Capítulo 18
La comida
que
él había comprado cayó al suelo. Los ojos de Alejandro se oscurecieron, llenos de furia. ¡Esta chica era increíblemente ingrata!
-¡Luciana!
Pero ella no le prestó atención y salió corriendo de la tienda, desesperada por alcanzar a Fernando.
-¡Fer!
Sin embargo, al llegar a la calle, Fernando ya no estaba. ¿A dónde se había ido? La ansiedad la consumía mientras cruzaba la calle en su búsqueda, sin percatarse del tráfico. Un coche se acercaba rápidamente, y de repente, el claxon sonó fuerte y agudo. Justo cuando estaba a punto de ser atropellada, unos brazos firmes y cálidos la rodearon, girándola a tiempo para evitar el coche.
El conductor bajó la ventana y gritó: 1
-¡Si quieres morir, hazlo en casa! ¡No pongas en peligro a los demás en la calle!
Alejandro, que había sido arrastrado a la situación, recibió el insulto sin haber hecho nada. Miró a la mujer en sus brazos con evidente desagrado.
—¡Luciana! ¿Estás loca? ¿Qué hacías corriendo así? ¿Tanto me odias que intentas evitarme como si fuera un fantasma?
Alejandro no podía comprender su comportamiento. Pensaba que ella simplemente trataba de evitarlo, pero la situación era mucho más profunda de lo que él imaginaba.
Luciana, aún en sus brazos, levantó la cabeza, con lágrimas deslizándose por su rostro. Alejandro se quedó helado. ¿Ella estaba… llorando? Un sollozo bajo, contenido, como el rasguño de una cuchilla en vidrio, salió de sus labios mientras se aferraba a su brazo, desorientada y perdida.
-Fer, Fer…
-susurraba.
–
-¿Qué dijiste? -Alejandro apenas pudo escucharla. La forma en que ella se veía le hizo pensar que algo terrible había pasado. ¿La había golpeado el coche?. ¿Dónde te duele? ¿Te lastimaste? ¡Habla!
La vista de Luciana comenzó a aclararse, volviendo en sí.
Él no era Fernando.
¡Fernando la había dejado hacía mucho!
Y el hombre frente a ella, aunque era su esposo de nombre, no era alguien en quien pudiera
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Capítulo 18
confiar.
-¿Por qué me sigues? -preguntó, apartándose bruscamente de su abrazo mientras giraba el rostro para secarse las lágrimas-. Estoy bien, vete.
-¿Así llamas a estar bien? -Alejandro había decidido involucrarse y no pensaba retroceder ahora. Le sujetó la muñeca con firmeza-. ¡Vamos, vamos al médico!
-¡Suéltame! -Luciana, de repente furiosa, se liberó con fuerza-. ¡Te dije que estoy bien, bien! ¿No lo entiendes? ¡Vete! ¡Vete!
Su voz resonó en pleno mediodía, atrayendo la atención de los transeúntes, que comenzaron a detenerse, mirándolos con curiosidad y susurrando entre ellos. Alejandro apretó los labios en una fina línea. ¡Esta mujer! Se estaba aprovechando de haberlo ayudado para atreverse a hablarle así. ¿Desde cuándo Alejandro Guzmán había soportado algo como esto?
-¿Crees que me encanta entrometerme en tus asuntos? -espetó, con voz dura-. ¡De verdad que soy un idiota por preocuparme!
Dicho esto, se dio la vuelta y se fue.
El bullicio alrededor se calmó, y Luciana cerró los ojos, abrumada por el cansancio. ¿Qué le estaba pasando?
Alejandro subió al coche y le ordenó a Sergio.
-¡Conduce!
Miró de reojo por el retrovisor y vio a Luciana aún parada en el mismo lugar, inmóvil, como si estuviera perdida en sus pensamientos. Volvió la vista al frente, irritado. ¡No debería importarle!
Espera. ¿Qué fue lo que ella gritó antes? Parecía haber dicho… ¿Fer? No era la primera vez que
mencionaba ese nombre.
De repente, Sergio interrumpió sus pensamientos.
-Primo, creo que algo no está bien con Luciana.
-¿Cuándo ha estado bien? –Alejandro resopló con desdén, pero su mirada regresó al retrovisor. Se quedó congelado al ver cómo Luciana, que había estado tan alterada, ahora se sujetaba la cabeza, tambaleándose. Y, de repente, con un sonido sordo, ¡se desplomó en el suelo!
-¡Sergio! -Alejandro se enderezó en su asiento. ¡Da la vuelta, regresa!
-¡Sí!
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Capitulo 18
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En el hospital.
Detrás de una cortina, Luciana yacía en la camilla de exámenes, comenzando a recuperar la consciencia. A través del velo, podía escuchar a alguien hablando afuera.
-¿Qué dijiste? -La voz de Alejandro sonó tensa, sus palabras salieron de su boca con una lentitud calculada-. ¿Está… embarazada?