Capítulo 181
Capítulo 181
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Fernando nunca mentía, y Luciana podía imaginarse que realmente había estado allí esperando, día tras día, con la esperanza de verla. Esa idea le conmovió el corazón.
Además, había cosas que debían aclararse. Así que dijo:
Vamos a cenar juntos.
Fernando sonrió, complacido.
-Claro, me encantaría.
Aunque ella había dicho que solo quería comer algo ligero, Fernando escogió un restaurante especial, con comida que sabía que le gustaba. Los platillos que ordenó eran todos sus
favoritos.
Cuando llegó la comida, Luciana bajó la cabeza, parpadeando para contener la humedad en sus ojos.
Su teléfono vibró, y al ver la pantalla Luciana lo dejó a un lado.
Fernando la miró en silencio un momento, antes de preguntar:
-¿No vas a contestar?
-No hace falta. —Luciana sonrió suavemente y negó con la cabeza—. Es solo un anuncio.
-Oh.
Fernando le sirvió un poco de comida, aunque su expresión era una mezcla de alivio y resignación.
-¿Por qué tan tarde sin haber comido? ¿Él… no cuida de ti?
No había mencionado su nombre, pero Luciana sabía perfectamente que “él” se refería a Alejandro.
Ella le había contado todo a Martina, y Vicente también debía estar al tanto. Así que seguramente ya sabía todo también.
Luciana tomó un bocado de papas fritas y dijo con ligereza:
Fernando
-No soy una niña. Si tengo hambre, yo misma me ocupo de comer.
Fernando se quedó perplejo. ¿Eso significaba que Alejandro realmente no cuidaba de ella? Lo que sabía de Luciana y Alejandro era lo que Vicente le había contado, y aunque lo había aceptado, le había dolido en el alma. Llegó tarde, y su oportunidad se había esfumado. Pero,
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aún así, no pudo resistir el deseo de verla una vez más.
Con el corazón apretado, le preguntó:
-Luciana, ¿él… él te trata bien?
Ella se detuvo, en silencio. Solo fueron unos segundos, pero para Fernando bastaron para comprender la respuesta.
-Entonces… ¿no te trata bien? -afirmó, convencido.
-¿Por qué dices eso? -Luciana levantó la mirada, con una sonrisa suave—. Me da una vida estable, sin preocupaciones. Comparado con mi vida en casa de los Herrera, es mucho mejor. Todo está bien.
-Ya veo…
Fernando sintió un amargo sabor en la boca, pero asintió con un gesto perdido.
-Eso… está bien.
-Come tú también. —Luciana le ofreció un trozo de costilla asada—. Es agridulce, justo como
te gusta.
-Sí… Fernando bajó la vista, y sus manos temblaron apenas al tomar el tenedor.
Ambos recordaban los gustos del otro. Eso quería decir que, de algún modo, aún estaban presentes en el corazón del otro… Y, aun así, ya no había vuelta atrás.
Terminaron de cenar casi sin darse cuenta de lo que comían, y Fernando se ofreció a acompañarla de regreso. Luciana no se negó; quizás también sentía que esta podría ser la última vez que se veían. Ella sonrió con serenidad:
-Déjame en el edificio VIP. Estoy de cuidadora estos días.
Fernando sintió un nudo en la garganta, pero asintió.
-Claro.
Caminó despacio, sin prisa, queriendo extender esos pasos lo más posible, deseando que ese momento no acabara nunca. A medio camino, el teléfono de Luciana sonó. Al ver la pantalla, suspiró y guardó el celular de nuevo en su bolso.
Entonces se giró hacia Fernando, mirándolo con serenidad.
-Está bien, me puedes dejar aquí.
Fernando la miró, con una mezcla de tristeza y esperanza.
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-Luciana… ¿puedo darte un abrazo?
-Esto…
Luciana supo que no debía aceptar; no era lo correcto. Aunque su relación con Alejandro estuviera deteriorada, seguía casada con él.
-¡Luciana! -Fernando no esperó más; por primera vez, desobedeció su deseo y la rodeó con sus brazos, abrazándola profundamente.
-Me equivoqué… no imaginé que el castigo de la vida sería tan cruel.
Había dejado que se fuera una vez, y esa decisión la había perdido para siempre.
-Prométeme que estarás bien, por favor.
Luciana se quedó inmóvil, con los ojos llenos de lágrimas, y su voz salió quebrada.
-Sí, tú también cuídate.
Soltarla era demasiado difícil, pero finalmente Fernando se apartó, con dolor en el alma.
-Entonces… me voy.
-Sí…
Luciana sonrió con tristeza, pero de repente sintió cómo le faltaba fuerza en las piernas. Un mareo la golpeó y sintió que perdía el equilibrio.
-¡Luciana!
Fernando, atento, logró sujetarla justo a tiempo.
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