Capítulo 182
Capítulo 182
-¿Estás bien?
Ella sintió cómo el pulso le martillaba, y la frente se le cubría de un sudor frío. Era un episodio de baja de azúcar, algo que le sucedía cuando estaba en ayunas. Pero esta vez, quizás, era algo más.
Luciana pensó que tal vez era por el embarazo.
Fernando sabía bien de su condición, por lo que rápidamente sacó una pastilla de azúcar de su bolsillo. Luciana lo miró sorprendida; ¿de verdad él aún llevaba eso consigo?
—Aquí, Luciana —dijo mientras le ofrecía el dulce ya sin envoltura.
Luciana lo tomó con un sabor amargo en el corazón, emociones encontradas arremolinándose
dentro de ella.
—¿Te sientes mejor? —preguntó Fernando, sosteniéndola con cuidado, mirándola con profunda preocupación.
Sin embargo, esta vez, la debilidad era seria y no parecía mejorar. Sin dudarlo, Fernando la levantó en brazos.
-Te llevo de regreso a tu cuarto.
Luciana, al saber que no tenía fuerzas para resistirse, asintió débilmente.
-Gracias.
Fernando la cargó hasta el hospital, y al llegar a la puerta de la habitación, se encontraron con Juan, quien los miró perplejo, su asombro evidente.
—¿Qué… qué hace? ¡Bájela de inmediato! -exclamó Juan.
Fernando le lanzó una mirada fulminante.
-Está mal y no puede caminar. ¿Quieres que la deje caer? -respondió sin dejar margen a objeciones.
-No… no, claro que no… -Juan se hizo a un lado, incluso abriendo la puerta para que
entraran.
Fernando avanzó hasta el interior, donde Luciana señaló la cama de acompañantes.
-Ahí, por favor.
-Claro respondió él, depositándola suavemente sobre el colchón.
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-¿Te sientes un poco mejor? -preguntó Fernando, cubriéndola con una manta.
-Sí… un poco respondió Luciana en voz baja. Aún estaba débil, pero se veía un poco más tranquila.
Fernando tomó un pañuelo y le secó el sudor frío de la frente.
-¿Hay algo más que pueda hacer por ti?
-No… no hace falta -dijo ella, aunque él le sostuvo la mirada, decidido.
-No seas tan formal conmigo -replicó. Era evidente que Alejandro no estaba ahí, y aunque no le importaba dónde estuviera o por qué un paciente no estaba en su habitación, Fernando no pensaba dejarla sola en un momento así—. Él no está aquí, y yo no voy a dejarte sin compañía…
Al mismo tiempo, Alejandro entraba al hospital hablando por teléfono. Era una llamada de la
tienda de vestidos.
Señor Guzmán, de verdad señora Guzmán me pidió que eligiera el diseño, pero yo… no me atrevo a decidir sin su aprobación. Tuve que llamarlo -explicó la encargada con voz nerviosa.
Alejandro entrecerró los ojos.
-Entiendo.
Colgó y, con el ceño fruncido, se dirigió a la habitación de Luciana. Al llegar, lo primero que vio fue a Fernando a su lado. Su rostro se endureció.
Juan lo miró con nerviosismo.
-Alex, Luciana no se sentía bien.
Alejandro asintió y, con expresión sombría, se acercó a la cama de Luciana. Alcanzó a escuchar el final de la conversación, y el enojo comenzó a arderle por dentro. Con las manos en los bolsillos y un aire de indiferencia, murmuró:
-Señor Domínguez, ¿no escuchó que ella dijo que no necesitaba nada más?
Fernando y Luciana lo miraron al mismo tiempo. Alejandro sintió una punzada de molestia al ver esa sincronía entre ellos. Había intentado llamarla, pero ella no había contestado. ¿Así que había estado ocupada poniéndose al día con su antiguo amor? ¿Y por eso había dejado de lado hasta la elección de su vestido de novia?
Alejandro la miró, su expresión era gélida.
-¿Dónde has estado toda la noche?
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Luciana parpadeó, atónita. Sentía deseos de reír.
¿De verdad? ¿Él era quien debía hacer esa pregunta? ¿Cómo podía tener el descaro de reclamarle?
Con Fernando ahí, Luciana no quería discutir.
-No fui a ningún lado -respondió, sin siquiera molestarse en elaborar.
La expresión de Alejandro se endureció. ¿Era posible que su relación hubiera llegado al punto en que ella lo despachaba con esa frialdad?
Fernando miró a Alejandro, luego a Luciana, y frunció el ceño. Algo entre ellos estaba mal.
-Luciana -dijo en voz baja, con una lentitud cautelosa-, ¿él siempre te trata así?
”
¿Cómo era posible? ¿Cómo se atrevía ese hombre a hablarle con tal frialdad? ¡En todos los años que él estuvo con Luciana, ni una sola vez le había levantado la voz, y menos aún la hubiera mirado de esa manera!
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