Capítulo 187
La habitación estaba sumida en un silencio mortal.
Alejandro lanzó su celular sobre la mesa, su mirada helada y penetrante. Cuando habló, su voz era tan fría que parecía cortar el aire:
-¡Encuentren a ese miserable!
–
—Sí, primo Juan atrapó el teléfono apresurado, casi con las manos temblorosas-. Salvador ya está buscándolo. Cree que pronto tendrá noticias.
Alejandro asintió, girándose hacia el balcón. Sacó un cigarrillo y lo encendió con movimientos
tensos.
Mónica observaba cada uno de sus gestos, sin poder intervenir. Sin embargo, había entendido la situación: Luciana había desaparecido.
¿Y cómo era posible? ¿Acaso había sido por la conversación en la que Alejandro le pidió el divorcio? Un leve rastro de burla cruzó por el rostro de Mónica. Así que su “querida hermanita ” tenía más estrategias de las que aparentaba.
Era evidente que esta maniobra estaba pensada para atormentarlo, hacer que la buscara desesperado. Mónica se mordió el labio. Si Luciana pensaba que podía ganar así, estaba muy equivocada.
En el balcón, Alejandro terminó un cigarrillo y sacó otro, pero antes de que pudiera encenderlo, Mónica se lo quitó de las manos.
Alejandro la miró con una expresión de desconcierto por un segundo, como si se preguntara: “¿ Todavía estás aquí?”
Mónica forzó una sonrisa dulce:
-No fumes tanto. Todavía no estás completamente recuperado, y eso no te ayuda en nada.
-Ajá. —Alejandro asintió distraído, sin despegar el ceño fruncido.
Mónica lo notó, y la envidia creció en su interior como una enredadera. Justo en momentos como este, debía mantener la calma.
Se acercó v lo tomó del brazo.
y
-No puedo permitir que sigas así. Vamos, siéntate conmigo. No has comido nada, ¿verdad?
Mónica lo empujó suavemente hacia el sofá y sacó su teléfono.
-Si no comes algo, ¿cómo esperas que tus heridas sanen? Llamaré para que nos traigan algo…
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-Mónica…
Alejandro abrió la boca, queriendo decirle que no tenía apetito, pero en ese momento entró Sergio.
Alejandro se tensó al instante.
-¿Ya la encontraron?
-Sí -Sergio asintió-. Salvador ya tiene ubicado al sospechoso.
Sin embargo, su vacilación delataba que tenía más que decir.
-¿Y ahora? ¡Suelta lo que tengas que decir! -exclamó Alejandro con impaciencia. ¿Desde cuándo te gusta andarte con rodeos?
-Alex… -Sergio tomó aire y decidió soltarlo-. Salvador dice que el ladrón tiene antecedentes y… además, es adicto.
El rostro de Alejandro se endureció en una fracción de segundo. Su mirada era un abismo oscuro que no dejaba pasar ni un rayo de luz.
Sin decir una palabra, salió de la habitación con pasos decididos.
Una fila de personas, incluidos sus guardaespaldas, lo siguieron como una sombra.
-Alex… -Mónica se quedó paralizada por un instante, sin dar crédito. ¿Así, sin más, la dejaba?
Titubeó unos segundos, pero no tuvo más remedio que seguirlo.
***
La noche en Muonio era pegajosa, el calor aún no se disipaba.
Las viejas calles del barrio estaban llenas de casas bajas que parecían apretarse unas contra otras, generando una sensación de agobio.
Sergio lideraba el camino. Cada paso que daba solo aumentaba la ira de Alejandro. Finalmente, se detuvieron frente a una casa de ladrillo rojo, donde una puerta de madera desgastada se encontraba entreabierta, dejando escapar un tenue resplandor naranja.
Desde adentro llegaban ecos de voces alteradas.
-¡Cállate! ¿Vas a hablar o no?
-¡Ya te dije que no sé nada!
El rostro de Alejandro se endureció al instante y apremió el paso, cruzando el umbral de la
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Capítulo 187
puerta.
Dentro estaban Salvador y Jael, y frente a ellos había un desconocido. Un hombre de unos cuarenta años, delgado y con una mirada perdida que reflejaba confusión y desesperación. -Llegaste. -Salvador asintió.
Sin perder tiempo, Alejandro se acercó al hombre y, de repente, le agarró del cuello de la camisa, levantándolo del suelo como si fuera un simple trozo de papel.
-¿Dónde está ella?
Su voz no era elevada, incluso se podría considerar suave, pero quienes lo conocían sabían que esa calma era una señal de que estaba a punto de estallar de furia.
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