Capítulo 190
Capítulo 190
Sergio no dudó ni un segundo.
-Voy a mandar a alguien a buscarla ahora mismo.
-Espera, yo voy contigo -respondió Alejandro, sin pensarlo.
Su salida se demoró un par de horas. Mientras tanto, la última sesión de su suero había terminado, pero no había noticias. Alejandro ya no podía estar más tranquilo, así que decidió vestirse y, acompañado por Juan, se dirigió hacia la calle trasera.
Durante el camino, Juan se mantuvo en contacto con Sérgio, asegurándose de que no repitieran la búsqueda en los mismos hostales. No querían perder tiempo.
-Ya está dijo Juan tras colgar el teléfono-. Todo claro, Alex, ahora podemos…
Pero se dio cuenta de que Alejandro no lo estaba escuchando.
-¿Alex? ¿Qué miras?
Alejandro entrecerró los ojos, señalando con un gesto hacia la otra acera.
-Mira allá —dijo, con el rostro tenso-. Es Martina. Está con una amiga.
Las dos chicas caminaban riendo y conversando, mientras cargaban varias bolsas.
-Eso no está bien —dijo Alejandro, la molestia clara en su voz.
-¿Qué no está bien? -preguntó Juan, confundido.
Alejandro soltó una risa fría, entre dientes.
-Martina y Luciana se llevan como hermanas. Si Luciana realmente estuviera desaparecida, ¿ cómo es que Martina no muestra ni la más mínima preocupación? ¿Y ahora la vemos de compras, tranquila, como si nada?
Juan frunció el ceño. La situación empezaba a tener más sentido, pero aún no entendía todo.
Alejandro, por su parte, estaba convencido de lo que pasaba. Luciana debía estar oculta por Martina, o al menos, sabía algo. Pero, por alguna razón, Luciana no estaba allí, con ella.
-¡No puede ser! -exclamó, apretando los dientes. Si no estaba en casa de Martina, entonces ¿ dónde la había escondido?
-Espera un momento -dijo Alejandro, con los ojos fijos en la amiga de Martina, una chica que le resultaba vagamente familiar.
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Capitulo 190
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Juan lo miró, algo inquieto, pero Alejandro ya había comenzado a recordar. No le interesaban las personas irrelevantes, pero su memoria, siempre afilada cuando lo necesitaba, empezó a hacerle señales.
-¡Ya sé! -exclamó, dándose cuenta-. Esa chica, la amiga de Martina… jestuvo en la misma área de prácticas que Luciana! ¡La vi cuando me ingresaron al hospital después de lo que me pasó!
Una risa seca escapó de sus labios, al entender lo que estaba pasando.
-Ah, claro dijo, con una sonrisa que no tenía nada de alegría-. Ahora tiene sentido.
Miró a Juan, señalando con el dedo hacia la amiga de Martina.
-Ve a averiguar en qué dormitorio vive ella. -El tono de su voz era firme, decidido.
-Claro, ya voy. -Juan no dudó en actuar.
Con la pista clara, la búsqueda ahora se haría más sencilla. La amiga de Martina, resultó ser Rosa, una compañera de Luciana en la misma carrera. Vivían en la misma área de dormitorios, solo que en diferente piso.
Alejandro llegó primero y esperó unos minutos.
Sergio llegó poco después, pero cuando lo hizo, ya había hablado con la administración.
-Podemos entrar. Rosa está en la habitación 502 -dijo Sergio, con una expresión tensa.
Alejandro asintió, bajó del auto y, consciente de que se trataba de un dormitorio femenino, decidió que solo iría con Sergio.
Al cruzar la puerta del edificio, la luz disminuyó notablemente, y la atmósfera pesada de la vieja construcción lo golpeó de inmediato. Alejandro frunció el ceño, el malestar reflejándose en su rostro. ¿Cómo podía Luciana estar viviendo en un lugar así? Este lugar era todo lo que él odiaba: viejo, oscuro y dejado.
Un hombre entrando al dormitorio de mujeres no pasó desapercibido. El murmullo se esparció rápidamente entre las estudiantes curiosas.
-¿Son parte de los representantes estudiantiles?
-¿Has visto a alguno de ellos vestido de traje así?
-¡Qué guapos!
-Sobre todo el de adelante…
Alejandro ignoró por completo los comentarios, avanzando rápidamente hasta el quinto piso
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Capítulo 190
en busca de la habitación 502. Cada paso lo acercaba más a la respuesta, pero su paciencia comenzaba a agotarse.
Al llegar frente a la puerta, se encontró con Rosa, quien, sorprendida, cargaba un par de recipientes con comida. Al verla, no pudo evitar notar su nerviosismo.
-¿Se–señor Guzmán? -tartamudeó, apenas logrando articular las palabras.
Alejandro la observó en silencio por un instante, un vistazo que lo decía todo. Luciana debía estar allí, y él no iba a esperar más.
-Vengo a buscar a Luciana, guíame -ordenó, sin darle lugar a preguntas.
Rosa tragó saliva, claramente incómoda. Su mente estaba en un torbellino, pero no se atrevió a desafiarlo. Finalmente, comenzó a moverse hacia la puerta del dormitorio, con pasos
vacilantes.
Cuando llegaron, Alejandro miró el número en la puerta y, sin pensarlo, levantó la mano para empujarla.
-¡Señor Guzmán! -Rosa, con el rostro pálido de miedo, gritó de repente.
Alejandro se detuvo y la miró fijamente, con la mirada fría como el hielo.
-¿Qué pasa ahora? su voz era un susurro helado.
Rosa tragó con dificultad y, con voz temblorosa, susurró:
-Luciana no está bien… Por favor… no la regañe… no la trate mal…
¿No está bien? La duda fue fugaz, y Alejandro no perdió ni un segundo más. De un solo empujón, abrió la puerta.
Dentro, la voz suave y quebrada de Luciana salió al encuentro de sus oídos.
-¿Ya volviste? Por favor… ¿puedes traerme un vaso de agua? Con un poco de miel, si puedes… gracias.
Rosa permaneció paralizada en el umbral, incapaz de decir una sola palabra más.
Alejandro no se detuvo. Con paso firme, avanzó hacia la pequeña habitación, sus ojos recorriendo el espacio limitado. 3
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