Capitulo 194
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Capítulo 194
-¿Señor López? -preguntó Rosa, con urgencia-. Por favor, dígale al señor Guzmán que Luciana se siente muy mal y necesita ir al hospital, pero yo sola no puedo cargarla.
-De acuerdo, vamos para allá -respondió Sergio, con un tono tenso-. Gracias
-No hay de qué.
Al colgar, Rosa abrió un caramelo y se lo puso a Luciana en la boca.
-Chúpalo un poco. El señor Guzmán está en camino.
por avisar.
Luciana apenas tenía fuerzas para asentir; sus ojos se entrecerraron, tratando de resistir el malestar. Rosa no se apartó de ella ni un segundo, limpiándole el sudor frío de la frente con
una toalla.
***
Mientras tanto, Sergio estaba junto a Alejandro, quien recibía una infusión. Había pasado el día resolviendo asuntos de la empresa y apenas había tenido tiempo de ocuparse de su propia
salud.
—Alex… —intentó Sergio, sin querer alarmarlo demasiado-. Puedo encargarme yo. Termina
tu suero y…
No alcanzó a terminar la frase. Alejandro ya se había arrancado la aguja del brazo, su expresión seria y decidida.
-¿Para qué perder el tiempo? -dijo con frialdad.
Luciana estaba en problemas. ¿Cómo podía quedarse allí, tranquilamente?
Al quitarse la aguja, un chorro de sangre brotó. Sergio, alarmado, rápidamente tomó un pañuelo para ayudarlo.
-Alex…
-No pasa nada —dijo Alejandro, tomando el pañuelo y limpiándose-. ¿Sacaste el auto? ¡ Vamos!
Antes de terminar de hablar, Alejandro ya había salido de la habitación.
En menos de diez minutos, llegaron al dormitorio de Luciana. Durante el trayecto, Sergio
había coordinado con el personal del edificio para asegurarse de que Alejandro pudiera entrar, a pesar de la hora.
-Listo, Alex, puedes pasar.
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La encargada abrió la puerta y Alejandro avanzó sin obstáculos hasta la habitación 502.
Señor Guzmán, qué bueno que llegó… -empezó a decir Rosa, pero Alejandro ya había ido directo hacia Luciana.
Luciana estaba acurrucada en la cama, gimiendo suavemente de dolor. Solo verla así hizo el corazón de Alejandro diera un vuelco, como si algo le oprimiera el pecho hasta quitarle el aire.
que
Sin dudarlo, se inclinó y la levantó en brazos, sosteniéndola con firmeza y cuidado.
-Luciana, ya estoy aquí.
Ella, algo aturdida, lo miró con disgusto, frunciendo el ceño.
-¿Para qué viniste? Eres un… ¡malo!
—Sí, tienes razón. Soy un mal tipo -respondió Alejandro sin intentar justificarse-. Cuando te sientas mejor, puedes regañarme, golpearme o ignorarme. Lo que quieras. Pero ahora, ven conmigo, ¿sí?
Quizá era su tono suave, pero algo en él parecía calmarla. Luciana hizo un puchero, hablando con un tono de ligera queja:
-Me siento mal… no aguanto esto. 1
-Lo sé susurró Alejandro, inclinándose para besar su frente empapada en sudor-. Vamos al médico, así no te sentirás mal.
-¿En serio? -preguntó Luciana, mirándolo con una inocencia que lo desarmó, como una ovejita perdida.
-Sí, no te miento.
-Bueno… está bien.
Con su consentimiento, Alejandro la tomó en brazos, levantándola con cuidado.
-¡Ay! -murmuró, con el ceño fruncido mientras reprimía un gemido de dolor.
-¡Alex! -exclamó Sergio, preocupado-. Tu herida aún no ha sanado bien. Déjame a mí.
Aunque Luciana era ligera, su estatura de un metro setenta hacía el esfuerzo evidente.
-No… -susurró Luciana antes de que Alejandro respondiera, acurrucándose más en su pecho, aferrada a su cuello.
Alejandro se quedó inmóvil un segundo, sorprendido. Era la primera vez que ella mostraba una
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dependencia tan clara hacia él, y por un momento dudó de haberlo escuchado bien. -Luciana, ¿qué dijiste? No te escuché. Dímelo otra vez, ¿sí?
Qué necio eres… -murmuró ella, haciendo un puchero-. Dije que no quiero a nadie más, solo a ti.
Por un instante, Alejandro sintió que una explosión de fuegos artificiales iluminaba su corazón, cegándolo de felicidad.
-Bien. Solo yo, nadie más.
En realidad, jamás habría dejado que otra persona la llevara. Pero, al escuchar esas palabras, lo tuvo aún más claro. No la soltaría. No ahora, no nunca. Si este era su final, estaba dispuesto a morir en este momento.
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