Capitulo 196
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Capítulo 196
-Perdóname por lo de esta vez.
Su disculpa sonaba insignificante comparada con lo que ella había pasado, pero sentía que era algo que tenía que decir.
Luciana lo miró, sorprendida. Así que eso era lo que quería decir.
-¿Por qué… por qué fuiste tan cruel conmigo? -preguntó, sin disimular el tono de reproche y dolor.
-Sí, fui un idiota.
Sus oscuros ojos se clavaron en ella, y Alejandro sintió una punzada de dolor en el corazón. Nadie sabía cuánta fuerza le costaba decir lo siguiente. Habló, cada palabra una rendición.
-Esto no volverá a pasar. No, mejor dicho… no habrá una próxima vez.
La frase salió de forma caótica y desordenada. Luciana no lo entendió del todo, pero asintió, casi en un susurro:
Eso dijiste, así que lo recordaré…
-Luciana.
Al notar que ella no había comprendido, Alejandro frunció el ceño y la interrumpió.
Lo que intento decir es que… nosotros no tendremos más “futuro”.
Al decirlo, una amarga sensación recorrió su cuerpo, como si un veneno frío llenara su pecho y
sus venas.
Luciana se quedó helada, mirándolo fijamente, tratando de comprender.
-¿Dices… que no quieres estar conmigo?
Evitó la palabra “separación“, porque entre ellos, Alejandro siempre había tenido la última palabra. No importaba si ella quería o no; él siempre decidía.
Alejandro contuvo la respiración, luchando contra el impulso de abrazarla, y asintió lentamente.
–
Sé
que nunca deseaste esta relación. Yo… te doy tu libertad.
Mientras lo decía, Luciana apretaba la sábana con fuerza. No había duda: la estaba dejando.
No pudo evitar reírse, una risa fría, casi cínica.
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–
-Ja, ja.
—¿Luciana? —Alejandro la miraba, con el ceño apenas fruncido.
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-Perdón -dijo ella, con una sonrisa amplia y un brillo en los ojos-. Me emocioné demasiado.
Esa sonrisa, tan grande y tan desbordante, le dolía a Alejandro más de lo que quería admitir. Antes de hablar con ella, había pensado en cómo reaccionaría si Luciana lloraba, en cómo podría enfrentar la posibilidad de que, en el fondo, ella tampoco quisiera dejarlo ir.
Pero no. Luciana parecía… ¿aliviada? Y eso dolía. Tal vez su dependencia hacia él la noche anterior no había sido más que el resultado de su debilidad en ese momento. Alejandro soltó una risa amarga, como si algo ácido le recorriera el pecho.
-¿De verdad estás tan contenta?
Claro que sí afirmó ella con entusiasmo, respirando hondo-. Gracias por darme finalmente mi libertad.
Hizo una pausa. Estuvo a punto de preguntarle por qué, después de tanta insistencia, él había decidido dar marcha atrás. Pero algo la contuvo. No quería que pareciera que le importaba. En lugar de eso, cambió la pregunta:
-¿Entonces ahora… vas a estar con Mónica?
En cuanto lo dijo, se arrepintió. Era una pregunta que nunca debió haber salido de sus labios.
-No hace falta que me respondas -añadió apresurada, agitando la mano como si quisiera
borrar lo dicho.
-Sí–contestó Alejandro, de forma simple y directa. Una respuesta que, en el fondo, ella ya esperaba.
-Ah… -murmuró Luciana, tratando de ocultar su incomodidad-. Me alegra. Es lo que tiene sentido.
Extendió la mano, ofreciéndole un apretón, el gesto de un cierre definitivo.
-Entonces, les deseo lo mejor. Que sean muy felices.
Alejandro miró su mano extendida. Una mezcla de sentimientos le revolvía el alma, y después de un largo momento, finalmente la tomó.
-Gracias.
-No hay de qué -respondió Luciana, esbozando una sonrisa mientras intentaba retirar su
mano.
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Pero él no la soltó. Confundida, Luciana lo miró, perpleja.
-Luciana…
El movimiento de la garganta de Alejandro delató la intensidad del momento. Con voz entrecortada, susurró:
-Lo siento. Perdón.
-¿Por qué te disculpas? -dijo Luciana, riéndose, aunque sin mucho humor-. ¿Para qué tantas disculpas?
-Por todo.
Alejandro apretó su mano y la atrajo hacia él, envolviéndola en un abrazo lleno de arrepentimiento.
-Por absolutamente todo.
Por cada herida, cada exigencia y cada mal momento. Pero, sobre todo, por la promesa de una vida juntos que nunca pudo cumplir.
Perdóname, Luciana. Perdóname.
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