Capítulo 199
Ella se acercó, pero mantuvo una distancia prudente.
-¿Para qué querías verme?
-Nada, solo… -respondió él, esforzándose por mantener una sonrisa mientras le extendía la bolsa-. Te compré algunas cosas que sé que te gustan. Tómalas, por favor.
Luciana no quería aceptarla. Sin embargo, ante la insistencia de su padre y con tantas personas alrededor, no tuvo otra opción. La tomó, sabiendo que solo eran unos cuantos snacks sin gran valor.
Ricardo suspiró aliviado, observándola de arriba a abajo, sonriendo de manera incómoda.
-Te ves más delgada. Cuida de ti misma, ¿sí? Y no te exijas tanto con los estudios maestría. No vale la pena agotarse…
para la
-Basta.
Luciana lo interrumpió, incapaz de soportar más. Su tono era cortante y sarcástico.
—¿Y tú por qué te preocupas por eso? ¿No crees que estás cruzando un límite?
-Yo… -Ricardo se quedó pasmado, su sonrisa se congeló.
-Soy tu padre, Luciana. ¿No puedo preocuparme por ti? —murmuró, como si su voz dudara.
-No, no puedes.
La respuesta de Luciana fue firme, sus ojos fríos como el hielo.
-Hace trece años que desapareciste. La verdad, ya no necesito tu “preocupación“.
Ricardo se quedó inmóvil, como si le hubieran dado un golpe. No pudo decir nada.
-¿Algo más? -preguntó ella, con la impaciencia reflejada en cada palabra-. No sé qué te trae tan “interesado” últimamente, pero he venido a decirte que no quiero que me llames, ni que finjas preocuparte.
Se tomó un segundo antes de agregar:
Mejor haz de cuenta que no tienes hija. Yo, de hecho, hace mucho que no tengo padre.
Y sin más, se dio la vuelta.
-¡Luciana! -exclamó Ricardo, pero ella siguió caminando sin mirar atrás.
Al salir del hospital de la UCM, Luciana llamó a Martina.
Capítulo 199
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-Marti, ¿puedo ir a tu casa hoy?
Como era de esperarse, Martina no dudó.
-¡Claro, aquí te espero! Nos vemos en un rato.
Luciana emprendió el camino hacia el departamento de Martina. Cuando llegó, Martina aún estaba en la biblioteca, así que se sentó en la entrada a esperar. Bajó su bolsa de viaje y, con curiosidad, echó un vistazo al paquete que le había dado Ricardo. Al ver el contenido, se quedó pasmada.
Eran sus viejas golosinas favoritas, las que adoraba cuando era niña.
¿En serio? -musitó, soltando una risa amarga.
¿A eso venía todo esto? Desde los ocho años no había vuelto a probar esos dulces. Se había pasado media infancia y toda su adolescencia deseando el cariño de su padre, pero él nunca estuvo. Y ahora, cuando ya no lo necesitaba, él venía a ofrecerlo… ¡Vaya ironía!
Entonces, algo llamó su atención.
Entre las golosinas, había un sobre grueso de papel marrón. Al abrirlo, encontró billetes de cien dólares, una gruesa pila de dinero.
Frunció el ceño, confundida. ¿Ricardo se había vuelto loco?
-¡Luciana!
La voz de Martina la sacó de sus pensamientos. Venía corriendo, visiblemente agitada.
-¿Por qué corres? ¡Te dije que no te apuraras! —le dijo Luciana, apresurándose a guardar el
sobre en su mochila.
-¿Y tú qué esperabas? -Martina le lanzó una mirada de reproche mientras abría la puerta—. Anda, pasa.
Una vez dentro, Martina no tardó en ponerse seria, cruzando los brazos y entrecerrando los ojos.
-Bueno, ahora sí. ¿Me vas a decir qué pasa?
-¿Qué cosa?-contestó Luciana, fingiendo inocencia, con una leve sonrisa.
-Ni creas que vas a salirte con esa carita de “yo no sé nada“.
Martina le lanzó una mirada de reojo y se inclinó hacia ella, observándola con intensidad.
-Lloraste. Tienes los ojos hinchados. ¿Qué pasó? ¿Peleaste con el señor Guzmán?
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Capítulo 199
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Luciana guardó silencio unos segundos antes de responder, con una leve sonrisa que se desvaneció.
-¿Lo notaste?
-¿Quién te crees que soy? -respondió Martina, levantando una ceja-. ¡Soy tu hermana, aunque sea de otro padre y otra madre!
Luciana no pudo evitar reír ante el comentario.
-¡Seriedad! -dijo Martina, con fingida indignación.
-Está bien. Luciana respiró hondo y se puso seria-: No fue una pelea, fue una despedida. Nos vamos a divorciar.
-¿Qué? —La expresión de Martina se llenó de incredulidad . ¿Pero qué pasó?
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