Capitulo 211
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Capítulo 211
No le dio muchas vueltas y de inmediato la llamó.
Luciana contestó casi enseguida.
-¿Sí, señor Moras?
-Señorita Herrera -dijo Nathan, sujetando el documento-, usted solo firmó uno de los acuerdos. El de manutención no lo ha firmado.
-¿Ah, no? -fingió sorpresa-. Debí confundirme. Creí haber firmado ambos.
Nathan estaba desconcertado. ¿Cómo era posible que lo hubiera olvidado? La mayoría de las personas en un divorcio suelen prestar especial atención a los términos de manutención, especialmente con una oferta tan generosa como la de Alejandro, suficiente para que Luciana viviera sin preocupaciones el resto de su vida.
-¿Entonces cuándo le sería niente regresar para firmar? —insistió.
-Yo diría que no hay prisa -respondió Luciana, con tono decidido-. Podemos firmarlo todo cuando vayamos al registro civil.
-Eso no es estrictamente necesario señaló Nathan-
señaló Nathan-, aunque hay algunos trámites de transferencia de bienes que deben gestionarse en varias instancias. Podría venir a firmar cuando esté todo listo.
–
¿Debo esperar a que se completen todos los trámites? -Luciana frunció el ceño.
-Por lo general, sí -explicó Nathan-. Es una forma de proteger sus derechos.
Pero ella insistió:
¿Podría consultarlo con el señor Guzmán? Preferiría que fuéramos cuanto antes al registro civil.
Nathan dudó, pero accedió:
-De acuerdo, hablaré con él.
-Gracias.
Al colgar, Nathan quedó desconcertado. No podía entender por qué Luciana, sin asegurar primero la manutención, tenía tanta prisa en finalizar el proceso. ¿Acaso no le preocupaba salir perdiendo?
***
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El lunes, Luciana pasó la mañana en la UCM, dando una clase de laboratorio a los estudiantes más jóvenes. Cuando terminó, ya casi eran las doce. Se cambió de ropa y salió del edificio de laboratorios.
-Maestra, ¡hola! -Dos estudiantes la saludaron. Eran chicos de su clase, sus rostros le
resultaban familiares.
-Hola, ¿cómo están? -respondió Luciana con una sonrisa.
Uno de los chicos, animándose, le preguntó:
-Maestra, ¿es cierto que es nuestra exalumna? ¿Y que todavía no se gradúa?
Luciana asintió, sonriendo.
—Sí, es cierto.
-¡Eso explica por qué se ve tan joven! Parece una estudiante más. -El otro chico, que era alto y de aspecto acomodado, agregó: ¿Va a comer ahora? ¿Quiere que la invite?
Luciana se rio y negó con la cabeza.
-Gracias, pero ya tengo un compromiso.
En ese momento, vio de reojo a Fernando, que esperaba a cierta distancia. Los chicos también lo notaron, y sus rostros reflejaron una decepción evidente.
-Entonces, no la entretenemos más
-Hasta luego, maestra.
Mientras se alejaban, uno de ellos murmuró:
¿Ese es su novio?
-Debe ser, ¿no? Es muy guapa, raro sería que no tuviera.
-Y él se ve bastante bien.
Fernando, que había escuchado el comentario, se acercó a Luciana con una sonrisa.
-Al menos tienen buen ojo, ¿no?
Luciana esquivó el tema.
-¿Y tú qué haces aquí?
-Estoy tratando de conquistarte. Si no sé cuándo empiezas y terminas tus clases, ¿cómo voy a demostrarte que me interesa en serio? -replicó él con una sonrisa traviesa, tomando los
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informes de laboratorio que ella cargaba. Murmuró en tono de burla-: Dos estudiantes buscando que les califiques sus reportes, ¿y encima quieren ser mis rivales?
Antes de que ella pudiera replicar, se adelantó.
-Es hora del almuerzo. ¿Dónde quieres comer?
Luciana pensó un momento.
-Hoy es lunes, y en la comedor dos tienen bolitas de carne. Yo invito.
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